Unos se frotaron los ojos y otros se pellizcaron la piel para asegurarse de que lo que estaban viendo no era un sueño, que lo que se creyó imposible durante años se había transformado en una realidad.

Enfrente tenían a los jugadores que protagonizaron la mayor hazaña de Venezuela en el fútbol, el subcampeonato mundial sub20 que finalizó el pasado domingo en Corea del Sur.

La derrota frente a Inglaterra 1-0 ya es cosa del pasado y el presente fue la fiesta de alegría y júbilo que se vivió en el estadio Olímpico de Caracas este martes donde miles de personas aclamaron a sus héroes.

Fue un paréntesis en medio de la grave crisis social y política que atraviesa el país, un momento en el que el único color que hubo en las gradas fue el vinotinto que identifica a la selección nacional.

En los actos de celebración no estuvo el presidente Nicolás Maduro y pese a que se escucharon algunos cánticos en contra de su gobierno, fue el propio técnico Rafael Dudamel, uno de los más ovacionados por la afición, quien pidió que no se interrumpiera "este momento de felicidad".

"Que nadie nos lo robe", pidió antes de despedirse diciendo "El futuro es vinotinto y nos pertenece".

El desafío para Venezuela es ahora aprovechar el impulso de la generación subcampeona del mundo para alcanzar el gran objetivo del fútbol venezolano: llegar a la fase final de una Copa del Mundo, cosa que nunca ha conseguido.

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