Era diciembre y acababa de llegar a Helsinki.

La nieve fresca cubría los caminos e iba completamente equipada para luchar contra el frío: guantes, gorro, bufanda.

Me dirigí a la estación de tren, buscando una tarjeta SIM finlandesa, y entré en varias tiendas y quioscos buscando la mejor.

En algún momento, me di cuenta de que había dejado mi gorro en algún lugar y desandé el camino con frustración. Me asomé dentro de las tiendas preguntando si alguien lo había visto.

Finalmente lo encontré.

Estaba sobre un pequeño árbol de Navidad en uno de los mostradores de uno de los quioscos. Me lo llevé con una sonrisa.

Este episodio me llevó a una de mis primeras observaciones sobre Finlandia: que los finlandeses son muy honestos.

Durante mi visita, descubrí lentamente que la honestidad está muy valorada en esta sociedad y es la base de toda interacción.

Se supone que las personas son honestas todo el tiempo, y la confianza está implícita a menos que se demuestre lo contrario.

"Ser honesto es una característica de la cultura finlandesa, al menos en comparación con otras culturas", me cuenta Johannes Kananen, profesor de la Escuela de Ciencias de Suecia en la Universidad de Helsinki.

"En inglés hay un dicho que dice que la verdad es tan valiosa que debería usarse con moderación. Pero en Finlandia, la gente dice la verdad todo el tiempo", explica.

En los árboles

La situación de lo que pasó con mi gorro no fue la única.

En Finlandia quien pierde algo lo encontrará en el lugar en el que lo vio por última vez.

"Es una costumbre muy peculiar por aquí, dejar ropa de abrigo perdida en los árboles", dijo Natalie Gaudet, que trabaja en la Universidad de Aalto.

Explica que esto se hace así porque las prendas extraviadas son fácilmente visibles desde la distancia.

"Los niños siempre pierden guantes, y la gente suele colgarlos en un árbol cercano para que quien lo olvidó pueda encontrarlos en su camino de regreso".

Y en una sociedad donde la honestidad está implícita, se entiende que solo el propietario reclamará el artículo perdido.

La billetera "perdida"

Hace unos años, la revista Reader's Digest hizo la prueba de "la billetera perdida": sus reporteros "extraviaron" 192 billeteras en ciudades de todo el mundo.

Cada billetera tenía US$50 con información de contacto, fotos familiares y tarjetas de visitas.

De las 12 billeteras perdidas en la capital finlandesa, 11 fueron devueltas a sus propietarios, lo que hizo de Helsinki la ciudad más "honesta" de las que fueron evaluadas.

País joven

El Estado de Finlandia es reciente.

Durante siglos, lo que ahora es Finlandia estuvo bajo el reino sueco.

Mientras que el sueco era el idioma de la clase alta, el finlandés se asociaba con las clases bajas, el campesinado y el clero.

Fue solo en 1809 que Finlandia obtuvo la consideración de estado autónomo por parte de Alejandro I de Rusia.

Después de la conocida como la Guerra de Finlandia se convirtió en el Gran Ducado de Finlandia, el predecesor moderno de lo que ahora es Finlandia.

Fue entonces cuando comenzó a construirse una fuerte identidad finlandesa y el idioma finlandés comenzó a florecer.

Urpu Strellman, un agente literario de Helsinki, dice: "Se creó una imagen, un estereotipo de los finlandeses como personas austeras, modestas, trabajadoras, que obedecen a Dios y que atraviesan tiempos difíciles, asumiendo lo que sea que [el destino] les depare".

"Estas son características que se relacionan con la honestidad muy de cerca", añade.

El paisaje ampliamente rural, combinado con los inviernos oscuros del Ártico, requería una adopción de estas actitudes para que Finlandia se fortaleciera.

La palabra finlandesa "sisu" describe este concepto de valor, adaptación y resistencia que se incorporó a la identidad nacional y a las características culturales.

Además, una vez que Finlandia se separó del reino sueco, pudo establecer una Iglesia evangélica luterana y una ética protestante.

En el libro "Sobre el legado del luteranismo en Finlandia", Klaus Helkama y Anneli Portman examinan las raíces protestantes del valor finlandés de la honestidad.

Ambos argumentan que proviene de las actividades misioneras protestantes que se centraron en la educación de masas y la impresión de libros a gran escala, lo que a su vez trajo consigo la autorreflexión y condujo a que se extendiera la honestidad.

El luteranismo

La Iglesia luterana en Finlandia es una de las más grandes del mundo.

Y esas cualidades ahora están profundamente arraigadas en la cultura finlandesa, dice Kananen.

"La veracidad y la honestidad son muy valoradas y respetadas", dice.

Y cita el ejemplo del escándalo que golpeó a los esquiadores finlandeses cuando Finlandia fue sede del Campeonato de esquí nórdico en 2001.

Seis atletas finlandeses fueron descalificados por dopaje.

El asunto fue cubierto en la prensa nacional como una cuestión de vergüenza pública, y hubo una sensación de bochorno colectivo en el país.

"Para los finlandeses, lo peor del escándalo de dopaje no fue, sin embargo, el escándalo en sí", informa un artículo publicado en The International Journal of the History of Sport.

"Lo peor fue que, junto con la fachada de honestidad en el deporte en general, el mito del país honesto y trabajador se vino abajo".

"Todo se trataba del orgullo nacional", dijo Kananen.

"Como contraste, en Noruega, cuando una de sus esquiadoras fue descalificada por dopaje, todo el país la defendió y quería que su castigo fuera lo más leve posible".

De hecho, los finlandeses se enorgullecen mucho del alto nivel de confianza social presente en la sociedad, lo que a su vez es una indicación de la creencia de que las personas actúan con honestidad.

"En Finlandia, el estado es un amigo, no un enemigo", dijo Kananen.

Fe ciega en el Estado

"Se percibe que el Estado actúa por el bien colectivo, por lo que los funcionarios públicos se desempeñan en interés común de todos.

Existe una gran confianza hacia los conciudadanos y los titulares de cargos públicos, incluida la policía.

Los finlandeses también son contribuyentes felices. Ellos saben que el dinero de los impuestos se usa para el bien común y saben que nadie engañará al recaudar los impuestos".

Sin embargo, a menudo se reduce a una cuestión de tamaño.

Gokul Srinivasan, un ingeniero de robótica y empresario que vive en Helsinki, explicó que en una comunidad pequeña si alguien es sorprendido mintiendo una vez, nunca más se volverá a confiar en esa persona.

Aunque Finlandia es casi tres veces más grande que Inglaterra, tiene solo una décima parte de su población.

La mayoría de los 5,5 millones de residentes del país viven concentrados en los centros urbanos del sur.

Como resultado, hay una buena posibilidad de que las personas en un campo o sector específico ya se conozcan entre sí.

"Si un finlandés te considera indigno de confianza, debes saber que ese puente se quemó para siempre, y tendría más consecuencias", dijo Srinivasan.

"No tienen la costumbre de hablar a espaldas de otros, pero si alguien pide una referencia sobre ti, será un problema".

Estas son ideas muy intensas para un país que fue votado recientemente como el "País más feliz del mundo" por tercer año consecutivo, pensé.

Cuando llegué a Finlandia, estaba ansiosa por ver a qué se debe ese alto nivel de "felicidad".

Después de todo, la felicidad está relacionada con la honestidad.

Un estudio publicado por la Asociación Americana de Psicología estableció conexiones entre una mejor salud mental y física con decir la verdad.

Dejando de lado la honestidad, la supuesta felicidad de la nación ciertamente no era obvia.

A mis ojos, los finlandeses te ayudan pero no interfirieren, son cálidos pero estoicos, y claros, pero no extremadamente expresivos.

Sin embargo, lo quedó claro para mi es que su estilo de comunicación es directo, algo que Strellman atribuye a sus valores clave de honestidad y franqueza.

"Somos malos en las pequeñas conversaciones, siempre es mejor guardar silencio que hablar de algo sin sentido", dice.

"Existe una idea muy asentada de que hay que decir las cosas como son, sin hacer promesas vacías y sin tratar de pulir las cosas. Los finlandeses aprecian la franqueza más que la elocuencia".

Los finlandeses se toman en serio lo que dicen, por lo que cada palabra cuenta. En un estudio, el etnógrafo Donal Carbaugh explica cómo las declaraciones superlativas suenan presuntuosas para los finlandeses.

La única regla de la comunicación finlandesa, escribe, es ser serio con lo que dices.

Kananen está de acuerdo: "Los finlandeses tienden a tomar las expresiones literalmente. Por lo tanto, si dices que te comiste la mejor hamburguesa del mundo, eso podría llevarte a una conversación en la que seas interrogado sobre todas las hamburguesas que te has comido a lo largo de tu vida y los criterios exactos que te han llevado a hacer la primera afirmación".

"A menos que puedas probar que fue objetivamente la mejor hamburguesa de la historia, decir algo así hará que sospechen de ti y, desde luego, te considerarán un presuntuoso".

Por supuesto, también esto también tiene otra lectura.

"La otra cara de esta cultura es la tendencia a pensar que solo existe una 'verdad' sobre muchas cosas como la economía, la salud o la tecnología", dice.

Una sola verdad

"Esta verdad la podemos leer en los periódicos y en la voz de los expertos.

Eso nos hace poco tolerantes con la diversidad de opiniones, ya que existe una creencia muy arraigada de que solo hay una verdad".

Sin embargo, tal y como podrían decirle los finlandeses, la honestidad resulta ser la mejor política, aunque lleva un poco de tiempo acostumbrarse a ella.

Un amigo finlandés y yo nos dirigimos a Turku, una ciudad en el sur de Finlandia, donde deambulamos por el centro en busca de una buena cerveza.

Fuimos a diferentes bares, dejando nuestros abrigos en perchas en cada entrada.

Mientras bebíamos y charlábamos, no pude evitar lanzar miradas furtivas a ver si mi chaqueta seguía allí.

"No te preocupes", me recordó mi amigo. "Nadie te la va a robar".

Al final he empezado a creer eso.


Why We Are What We Are es una serie de BBC Travel que examina los rasgos de un país e investiga si son ciertos.Puedes leer este artículo en inglés en BBC Travel.

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