La historia del caucho suele ser contada desde la perspectiva del joven inventor estadounidense que, a pesar de las deudas y los sucesivos fracasos, persistió y persistió hasta descubrir la vulcanización del caucho, que luego serviría para desarrollar neumáticos.

Ese hombre era Charles Goodyear.

Su apellido fue inmortalizado por la multinacional The Goodyear Tire & Rubber Company, que quiso homenajear al descubridor de la vulcanización inmortalizándolo en sus neumáticos para automóviles, camiones, aviones y maquinarias.

Pero antes, mucho antes de Goodyear, el caucho ya era conocido por los nativos de Sudamérica.

Según los reportes de los europeos, que datan de los 1490, los indígenas hacían una suerte de cera con los árboles que daban "leche" al ser cortados.

Esa "leche" era látex y el árbol, Hevea brasiliensis.

Incluso la palabra caucho deriva de una palabra recogida por exploradores franceses en la Amazonia, donde nativos le llamaban "cautchouc", que quería decir "árbol que llora".

Pero hasta el siglo XIX, este material fue tan solo una curiosidad.

Como explicó el periodista de la BBC Tim Harford en su serie "50 cosas que hicieron la economía moderna", una serie de innovaciones llevaron a una explosión de su demanda, lo que tuvo sangrientas consecuencias.

El invento de Goodyear

En la década de 1820, el caucho estaba empezando a atraer más y más interés. Los cargamentos de Brasil rumbo a Europa eran cada vez más frecuentes.

Con él se fabricaban zapatos, sombreros, abrigos y chalecos salvavidas. De hecho, la primera innovación (fracasada) de Goodyear fue justamente un tubo inflador para dichos chalecos.

Pero estos dispositivos quedaban demasiado duros en invierno y se convertían en una goma asquerosa en verano.

"Entonces, vino un verano muy caluroso", explicó Harford. "Los emprendedores vieron con horror cómo sus inventos se derretían y convertían en una maloliente sustancia viscosa".

Fue entonces cuando Goodyear vio su oportunidad. Pasó 5 años intentando encontrar un método de estabilizar al caucho, pero no tenía la formación química suficiente.

En ese tiempo, fue preso varias veces debido a sus crecientes deudas.

Finalmente, en 1839, descubrió la vulcanización de pura casualidad. Este método, que involucra caucho, azufre y fuego, revolucionaría la vida moderna.

Pero para eso faltaba un invento más, que llegó de la mano del escocés John Boyd Dunlop a fines los 1880: el neumático.

Fiebre del caucho

Además de servir para hacer llantas de bicicletas y autos, el caucho pasó a ser un material indispensable en cintas de transporte para automatizar el trabajo en las fábricas.

Por sus propiedades como aislante eléctrico también se empezó a usar para recubrir cables, entre otras tantas aplicaciones prácticas.

La demanda por este material era tan grande e importante que las potencias europeas se adentraron en una búsqueda desenfrenada a lo largo del mundo.

Una de sus medidas fue deforestar grandes extensiones de Asia para plantar Hevea brasiliensis. Pero estos árboles demoraban mucho en crecer y había otras plantas que generaban látex en distintas cantidades.

Justo cuando el caucho se había vuelto una materia prima indispensable para Occidente, el suministro más grande fue encontrado en lo que hoy es la República Democrática del Congo.

"¿Cómo es posible obtener ese caucho en la mayor cantidad y más rápido posible?", se preguntó Harford.

"Ante la ausencia de escrúpulos, la respuesta fue dolorosamente simple: envía hombres armados a un pueblo, secuestra a las mujeres y niños, y si los hombres no traen suficiente caucho, corta una mano o mata a un familiar", contó.

A la cabeza de este violento plan estaba uno de los monarcas más infames de la historia: el rey Leopoldo II de Bélgica.

El reino del terror

Oficialmente el territorio se llamaba Estado Libre del Congo (ELC), pero su forma de gobierno ni siquiera calificaba como colonia: era el feudo personal del rey.

"El ELC fue presentado al mundo como un modelo de libertad y prosperidad", escribió Sean Lang para la revista BBC History el pasado mes de marzo. "Solo gradualmente el mundo se enteró de que, de hecho, era un Estado esclavista en el que los congoleños eran gobernados por medio del terror".

"Mientras Leopoldo cosechaba las riquezas de las enormes reservas de cobre, marfil y caucho del Congo, los congoleños se veían obligados a trabajar para evitar sádicos castigos, desde latigazos y agresiones sexuales hasta robo de sus poblados y exterminación de aldeas enteras", agregó.

"La mutilación se usó ampliamente como castigo para los trabajadores que huían o recolectaban menos de su cuota, y se extendía a las familias, dejando a veces a tribus enteras mancas y cojas".

Mark Dummet, excorresponsal de la BBC en Kinshasa, escribió en 2004: "Él convirtió su ELC en un campo de trabajo masivo, hizo una fortuna para sí mismo con la recolección del caucho y contribuyó en gran medida a la muerte de quizá unos 10 millones de inocentes".

La cifra de las posibles víctimas es controvertida, pero la brutalidad del reinado de Leopoldo no.

La deforestación

En la actualidad, más de la mitad del caucho del mundo no proviene de árboles que lloran, sino que es fabricado de manera sintética.

Desarrollado durante la Segunda Guerra Mundial, el caucho sintético es más barato y a veces mejor que el natural. Tal es el caso, por ejemplo, de su aplicación en neumáticos de bicicletas.

Pero hay industrias donde el Hevea brasiliensis sigue siendo insustituible: cerca de tres cuartos de la cosecha de estas plantas es empleada para la fabricación de neumáticos para vehículos pesados.

En la medida en que se precisan más autos, camiones y aviones, también se precisa más caucho. Y esto no llega sin nuevas controversias.

De acuerdo con un estudio de 2015 liderado por Eleanor Warren-Thomas de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad de East Anglia (Reino Unido), la demanda global de neumáticos de caucho está detrás de la deforestación en el sudeste de Asia.

"Prevemos que, para satisfacer la demanda proyectada para 2024, se necesitarán entre 4,3 y 8,5 millones de hectáreas de nuevas plantaciones. Esto amenazará áreas importantes de bosques asiáticos, incluidas muchas áreas protegidas", dijo Warren-Thomas a la BBC en ese entonces.

El efecto para la vida silvestre sería "catastrófico", advirtió.

Algo similar está sucediendo en África, particularmente en Camerún, donde funciona la mayor empresa procesadora de caucho, Sud Cameroun Hévéa (Sudcam), cuyo dueño mayoritario es el gobierno chino.

Según una investigación del año pasado de la organización Global Forest Watch, la deforestación avanzó 10 kilómetros cuadrados entre noviembre de 2017 y enero de 2018.

Ese año Camerún apareció en el puesto número 10 de la lista de los países más deforestados del mundo de Global Forest Watch.

El caucho todavía genera polémicas y, si bien ya no corta manos, todavía corta árboles.

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