Son píldoras "milagrosas" que no deberían funcionar, pero? ¿cuánto poder tienen nuestras expectativas?

Hace siglos que los doctores saben que cuando un paciente con un problema de salud espera que sus síntomas mejoren, con frecuencia así sucede.

Hoy la ciencia ha comprobado que el efecto placebo de pastillas de azúcar o inyecciones de agua salina puede aliviar síntomas en una amplia variedad de condiciones, como el dolor, la depresión, el insomnio o la náusea, entre otros.

Los placebos se usan constantemente en los grupos de control de ensayos clínicos para medir la verdadera eficacia de los medicamentos.

Sin embargo muchos doctores son reacios a recetarlos por motivos éticos: su uso con frecuencia implica el engaño del paciente.

De hecho, tradicionalmente se pensaba que ese engaño era necesario para obtener el efecto placebo.

Pero estudios recientes han demostrado que no: los pacientes que siguen un tratamiento con lo que en inglés llaman placebos "open-label", es decir, los pacientes saben que el tratamiento que toman no tiene ningún ingrediente activo, también pueden experimentar un alivio de los síntomas.

"Después de 3 días me di cuenta de que ya no tenía dolor"

Linda Buonanno, de Massachusetts, Estados Unidos, sufrió los efectos del síndrome del intestino irritable durante 16 años. Los síntomas a veces eran tan fuertes que no quería salir de casa.

Pero en 2014 decidió participar en una prueba clínica experimental. Ella fue uno de los 80 pacientes con ese síndrome que participaron en el estudio liderado por el doctor Ted Kaptchuk, de la escuela médica de Harvard.

A Buonanno los investigadores le dieron unas pastillas y le dijeron que eran un placebo, que no tenían ningún ingrediente activo pero que no obstante podrían funcionar gracias a la propia capacidad de autocuración que tenía su cuerpo.

"¿Qué?, ¿un placebo?". Yo acabo de terminar mis estudios como asistente médico. Y me dije, ¿me quiere dar pastillitas de azúcar? Esto no va a funcionar", le contó entonces a los autores del documental de la BBC "El poder del placebo".

Pero a pesar de su reticencia, las tomó. "Después de 3 días me di cuenta de que ya no tenía dolor", cuenta.

"No tenía dolor intestinal, no tenia que salir corriendo al baño, no me daban calambres de estómago, ni sangre, nada... Todos los síntomas severos que tenía, habían desaparecido", asegura.

"Y pensé 'no, esto no me está pasando, esto no puede ser, una píldora de azúcar no puede resolver estos problemas, ¿no?'".

Pero Linda Buonanno no era la única paciente que notó mejorías después de tomar una pastilla que sabía que no contenía medicamento alguno.

En efecto, un 62% de los participantes dijo que había sentido un alivio después de tomar el placebo.

"A mí me sorprendió mucho ver los resultados al final del experimento: eran mucho más fuertes de lo que nos esperábamos", dijo el propio doctor Kaptchuk.

Un "efecto positivo"

El estudio de Kaptchuk es uno de los cinco que acaba de revisar el equipo del doctor Jeremy Howick, de la Universidad de Oxford.

El objetivo de su investigación era comparar los efectos de darles a los pacientes placebos "open-label" con los efectos de no darles ningún tratamiento.

Los expertos concluyeron que la administración no engañosa de placebos sí tuvo un efecto positivo comparado con la ausencia de tratamiento para estas condiciones: síndrome del intestino irritable, depresión, rinitis alérgica, dolor de espalda y trastorno por déficit de atención e hiperactividad.

Pero los propios investigadores comentan en sus conclusiones que hay que tener cautela ante estos resultados.

Por un lado, mencionan que el número de estudios considerado es limitado, por otro que los médicos les dieron a los pacientes "mensajes positivos" a la vez que les recetaban los placebos "no engañosos".

¿Por qué funcionan?

El efecto placebo está fuertemente vinculado a las expectativas de los pacientes.

Ningún placebo puede reducir el tamaño de un tumor, pero varios estudios han sugerido que pueden ser eficaces cuando el cerebro y la percepción pueden ayudar a modular los síntomas, como el dolor, la fatiga o la picazón.

Los expertos todavía no saben por qué los placebos funcionan incluso cuando los pacientes saben que lo que están tomando no tiene absolutamente ningún ingrediente activo. Pero hay varias hipótesis al respecto.

Una sugiere que las personas que alguna vez en el pasado mejoraron después de un tratamiento recetado por un médico de confianza pueden inconscientemente elevar sus niveles de endorfinas y de neurotransmisores, causando cierta mejoría en los síntomas que experimentan.

Se trataría de una forma de reflejo condicional, un efecto que hizo famoso el psicólogo ruso Ivan Pavlov con un experimento con perros, que empezaban a salivar al oír un ruido que asociaban a la comida incluso cuando no veían alimento alguno.

Otras hipótesis sugieren que los pacientes esperan mejorías al escuchar a los doctores decir que en otros individuos con su misma condición los placebos sí funcionaron, y esa expectativa causa la liberación de químicos que alivian los síntomas.

Hay especialistas que creen que la mera posibilidad de que haya una mejoría es suficiente para que se desencadene esa producción química capaz de aliviar los síntomas.

¿Tendrán una "función clínica" que cumplir?

Tanto Howick como Kaptchuk reconocen que hacen falta estudios más grandes para explorar todo el potencial del uso de placebos no engañosos y se valore el impacto de los comentarios positivos de los médicos y sus implicaciones éticas.

Pero aún así, creen que los placebos administrados de manera no engañosa podrían tener una función clínica que cumplir y que los médicos deberían aprovechar su potencial.

"Esta investigación nos dice que deberíamos empezar a reconocer los beneficios de que los doctores sean realísticamente positivos cuando les hablan a los pacientes", le dijo Howick al diario The Guardian.

Entretanto, a raíz del experimento Buonanno continuó haciendo un tratamiento con placebo, que le receta su gastroenterólogo y el doctor Kaptchuk.

"Me siento genial", dijo la paciente, según el diario británico. "Como si nunca estuviera enferma".

"Creo que tiene que ver con tener confianza en mis médicos, en la manera en que me dicen que va a funcionar, en tener esperanza y realmente querer que funcione. Realmente no lo entiendo. Pero lo que sí sé es que después de 23 años he recuperado mi vida".

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