En una ciudad famosa por los rascacielos como es Nueva York, hay un símbolo de rebeldía que se puede encontrar en plena calle, frente a una tienda de cigarros en Greenwich Village, en el sur de Manhattan.

"Obviamente no es la Estatua de la Libertad, pero para los neoyorquinos es una pieza que aman y atesoran del paisaje urbano", dice Andrew Berman, presidente de la Sociedad para la Preservación Histórica de Greenwich Village.

En esa zona, sus encantadoras calles bordeadas de piedra rojiza no siempre cumplen con el sistema de cuadrícula uniformado de la ciudad. De hecho, tres calles chocan al azar en el número 110 de la Séptima Avenida Sur.

A simple vista, es una intersección de Nueva York sin complicaciones. Los taxis amarillos pasan frente a un Starbucks delante del Village Cigars, con el One World Trade Center más al sur.

En una ciudad donde los ojos naturalmente miran hacia arriba, es interesante notar un pequeño mosaico triangular en el pavimento, casi a un metro de distancia frente a la tienda de cigarros.

Hecho de azulejos blancos y negros desgastados, el triángulo mide menos de un metro cuadrado y dice: "Propiedad de la familia Hess que nunca se ha utilizado para fines públicos".

Se trata de un mensaje críptico que alude a una historia que "ha llegado a encarnar la lucha por la propiedad privada en esta zona", continúa Berman.

Diversidad cultural

Greenwich Village siempre ha sido un poco diferente: "Progresista, dinámica, con visión de futuro", describe Berman.

A finales del siglo XIX, el vecindario se había convertido en una de las zonas con mayor diversidad cultural de la ciudad.

La vista de este lugar, en 1910, debió haber sido muy diferente.

La Séptima Avenida, que hoy se extiende a lo largo de Manhattan, terminaba casi un kilómetro y medio al norte de Greenwich Village, y sin el tráfico que trajo la concurrida vía, el área era más tranquila e íntima.

En el lugar donde se encuentra el triángulo críptico, en 1907, había un edificio de apartamentos construido por David Hess, de Filadelfia, quien había muerto tres años antes. Los mapas de fines del siglo XIX marcan el edificio con el nombre "Vorhes", así como su número de lote, 55.

Modernidad

El comienzo del siglo XX fue una época de cambios dramáticos en Nueva York.

La recién inaugurada Penn Station, con su túnel ferroviario bajo el río Hudson, llevaba a un gran número de pasajeros directamente al corazón de Manhattan.

Se tomó la decisión de ampliar tanto la Séptima Avenida como la línea de metro que se extendía hacia el sur para mejorar las conexiones de viaje entre el sur de Manhattan y el centro de la isla, los dos sectores comerciales más importantes de la ciudad.

Un artículo del diario The New York Times de octubre de 1913 informó que 253 estructuras serían demolidas para dar espacio a la avenida. Uno de los programados para la destrucción era el edificio "Vorhes".

La ciudad de Nueva York había promulgado una orden de "dominio eminente" (expropiación) dentro de la Quinta Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que dice que "el gobierno tiene el derecho de tomar la propiedad privada de alguien para fines públicos", como la construcción de calles o escuelas, explica Jonathan Houghton, abogado de Goldstein Rikon Rikon & Houghton PC, en Nueva York.

Enojada por lo que consideraban un exceso, la familia Hess se plantó y se negó a vender.

Durante los años siguientes, la familia luchó contra la orden, pero "detener una expropiación en Nueva York es extraordinariamente difícil", dice Houghton, y en 1913 la familia Hess había agotado todas las vías legales.

El edificio de apartamentos fue demolido poco después y la extensión de la Séptima Avenida finalmente pasó directamente por donde había estado el lote 55.

Ese debió haber sido el final de la historia.

Pero si se observan los mapas de la ciudad a partir de 1916, es posible que se pueda distinguir una pequeña mancha triangular que quedó del lote 55.

"Un punto que a menudo se pasa por alto es que quedaron muchos lotes pequeños e irregulares después de la destrucción y el "Triángulo de Hess" era el más pequeño", dice Berman.

Por supuesto, el edificio ya no estaba, pero un error en la inspección significó que una parte del lote 55 había sobrevivido, y aún era legalmente propiedad de la familia Hess.

Lo que ocurrió a continuación no está del todo claro.

¿Batalla ganada?

La historia oficial dice que al darse cuenta del error, la ciudad solicitó a la familia Hess que donara la pequeña parcela, asumiendo que un pedazo de tierra tan pequeño no tendría valor comercial.

Pero una vez más la familia Hess se negó. El caso volvió a los tribunales, pero esta vez los Hess ganaron y se aseguró su derecho sobre el pequeño triángulo.

Sin embargo, un artículo publicado en The Philadelphia Evening Ledger el 29 de julio de 1922 contradice esto, informando que el año anterior la ciudad de Nueva York había pedido a los Hess que pagaran los impuestos a la propiedad acumulados sobre la porción restante del lote.

Pero Frank Hess, hijo de David Hess, dijo no estar enterado de que alguna parte del lote aún permanecía a nombre de su familia.

Se sabe que el 26 de julio de 1922 se instalaron los mosaicos. Un artículo de The New York Times al día siguiente informó que el triángulo había sido "valuado en los libros de impuestos en US$100", presumiblemente en referencia a la factura fiscal anual de la propiedad.

Después de visitar el lote, Frank negoció un contrato de arrendamiento con la tienda de cigarros que incluía el requisito de que la parcela fuera marcada como propiedad privada.

El "Triángulo de Hess" se vendió finalmente a Village Cigars en 1938 por US$1.000 (que, después de ajustarse a inflación, equivaldría a alrededor de US$17.500 en la actualidad), y se ha conservado tal como estaba desde entonces.

Más de 80 años después, los hechos de este cuento han empezado a desdibujarse.

Algunas versiones dicen erróneamente que el mismo David Hess luchó contra el gobierno de la ciudad de Nueva York.

Sin embargo, el "Triángulo de Hess" ha evolucionado más allá de su origen y se ha convertido en un símbolo de rebelión, que, según Berman califica de "emblemático" porque "una persona común desafió al gobierno local y, de una manera, ganó".

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