Una experiencia laboral que parecía rutinaria terminó cambiando la vida de Francisca, una joven instructora de buceo chilena que residía en Australia. Mientras trabajaba en la Gran Barrera de Coral, en Cairns, sufrió un grave accidente que le provocó la pérdida de dos dedos y parte de un tercero. Hoy, su relato se ha viralizado en redes sociales por su tono inspirador y su mensaje de resiliencia.

“Todo esto comienza en la Barrera de Coral en Cairns. Yo trabajaba como instructora de buceo ahí. Me iba tres días en un liveaboard, hacía clases de buceo con la gente y después volvía... Uno de mis trabajos era bajar y encender los compresores para llenar los tanques de aire”, recordó.

Durante una de esas jornadas, un accidente con una de las máquinas cambió su vida. “Estaba bajando a guardar una boya, la puse en su lugar y no sé cómo pasó (...) el compresor me agarró la mano, sentí que algo me estaba tirando, la saqué y mis dedos ya no estaban”, relató.

Desorientada por el dolor y la adrenalina, Francisca recuerda que actuó casi por instinto: “No sé cómo salí de ahí, pedí ayuda con mi mano ensangrentada, pero todos estaban en shock. Me di cuenta de que tenía que reaccionar, así que me hice el primer auxilio, me puse una toalla para parar la sangre y busqué a alguien que me ayudara”.

La situación fue crítica. En medio del mar los pasajeros y la tripulación improvisaron un operativo de emergencia. “Una de las pasajeras era doctora australiana y me ayudó mucho. En el bote había morfina, me inyectó tres veces, pero el dolor era insoportable. Aun así, me permitió soportar el viaje de regreso”, contó.

Durante el trayecto, la joven intentó mantenerse consciente: “Me concentraba para no desmayarme. Yo misma daba instrucciones: saquen una venda, póngala a presión, mantengan la mano en alto”, recordó.

Cuando finalmente llegó a tierra firme, la ambulancia ya la esperaba. “Ahí fue lo mejor. Me dieron un silbato con una droga que me calmó completamente. No sentí dolor y lo siguiente que recuerdo es estar en el hospital”.

El diagnóstico fue devastador. A pesar de los esfuerzos médicos, los dedos no pudieron ser reimplantados. “Mis compañeros incluso bajaron a buscar mis dedos, pero no había nada que hacer. Encontraron una parte de uno, pero el doctor, al verla, dijo: ‘What the fuck is this?’. Era solo la mitad de una punta”, relató entre risas amargas.

Aun así, Francisca enfrentó su proceso con una fuerza que ni ella conocía. "Pensé, se acabó mi carrera de buceo, no voy a poder bucear nunca más y bueno, me pasé mil rollos, pero nada, siento que uno tiene que  tener la mente así superfuerte y saber que no hay límites de nada"

Pasó por cuatro cirugías y un largo proceso de rehabilitación, donde recibió apoyo de amigos y terapeutas. "La terapia psicológica me ayudó muchísimo y creo que es muy muy importante la terapia psicológica. Gracias a eso pude volver a trabajar en el mismo bote, la misma situación, mismo todo y cero trauma. Así que estoy muy contenta que pueda seguir haciendo lo que me gusta", explicó.

Hoy, mira sus cicatrices con orgullo. “Como me dijo mi psicóloga en Australia, ‘wear your scars as jewelry’, usa tus cicatrices como joyas. Es verdad. Nos recuerdan lo fuertes que somos”, afirmó emocionada.

Lejos de rendirse, la joven asegura que su historia ha inspirado a otros: “Me ha escrito mucha gente que ha perdido dedos también. Me alegra que mi historia les sirva como ayuda o inspiración, porque esto es difícil, pero se puede salir adelante”.

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