En su taller lleno de recuerdos de época, repleto de depósitos oxidados de gasolina o placas esmaltadas, Carl Burge da los últimos toques a una cabina telefónica roja, un emblema en el Reino Unido, que está restaurando.

Desde hace más de dos décadas, este hombre de 54 años da una segunda juventud a estas cabinas "legendarias", pero que envejecen, estropeadas por el clima húmedo británico.

"Si usted envía una postal a cualquier sitio en el mundo, con la foto de una cabina telefónica roja, el 95% de la gente sabrá que viene de Inglaterra", afirma Burge a la AFP.

Desde su aparición en los años 1920, estas cabinas rojas se han convertido en uno de los principales símbolos de Londres y del Reino Unido, pero la mayoría se ha evaporado del paisaje británico desde la aparición de los teléfonos móviles.

Solo quedan 20.000 teléfonos públicos que funcionan (frente a los 100.000 existentes en los años 1990), entre ellos 3.000 cabinas rojas, según el operador BT.

Diversos destinos de las caminas telefónicas

Más de 7.000 de estas cabinas fueron a parar a manos de colectividades, asociaciones o iglesias. Muchas pasaron a ser propiedad de colectividades locales y transformadas en minibibliotecas, en kioscos de información para turistas o incluso en desfibriladores.

Algunas de estas cabinas telefónicas que han dejado de ser utilizadas como tales pueden ser también alquiladas por pequeñas empresas, como la marca de tiramisú "Walkmisu", en el centro de Londres.

Cerca de Russel Square, Daniele Benedettini se ha instalado en el interior de dos cabinas telefónicas rojas para vender el célebre postre italiano.

"Creo que es genial poder mezclar la tradición inglesa con la italiana", explica a la AFP.

Abrir un comercio en una antigua cabina, alquilada a un propietario privado, le cuesta menos caro que un negocio en un local, añade el joven de 29 años, que comenzó con Walkmisu antes de abrir cerca un café.

Sus dos cabinas fueron renovadas y equipadas con estantes, un refrigerador y una máquina de café, manteniendo su exterior emblemático.

Según Carl Burge, restaurar una cabina lleva una media de seis semanas.

Este británico ha visto pasar muchas cabinas rojas por su taller de King's Lynn, en el este de Inglaterra, a menudo rotas, sin cristales en sus ventanas y con puertas de madera podridas.

Trabajo minucioso

Carl Burge, que trabajó en el mundo del automóvil al inicio de su carrera, transformó su pasión por los objetos de colección británicos en una pequeña empresa de restauración, conocida con el nombre de "Remember When UK".

 

Carl Burge: arrepentido luego de vender su cabina telefónica

Al principio, compró una cabina telefónica y la restauró, antes de exponerla en su jardín y después venderla, lo que lamentó, al darse cuenta que "la extrañaba".

Tras convertirse en restaurador profesional, Carl Burge trabaja ahora en varias cabinas a la vez. Entre ellas, se encuentra un ejemplar de la célebre K2, el primer modelo de cabina telefónica roja introducida en 1926 y concebida por el arquitecto británico Giles Gilbert Scott, conocido por su trabajo en edificios públicos de Londres.

Dos décadas después de haber comenzado en la restauración de cabinas, Carl Burge no ha perdido un ápice de su pasión. "Me voy haciendo un poco viejo, todo parece ser más duro para mí, pero creo que mantengo el mismo entusiasmo", declara. "De hecho creo que mis ganas son todavía mayores", concluye.

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