El coronavirus o COVID-19 no es la "gripe china", como algunas personas se han empecinado en llamarla, pese a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud de no bautizar padecimientos o afecciones con el nombre de algún lugar en el mapa.

Allí, la imprecisión, el racismo y la estigmatización de diversas comunidades alrededor del mundo son los efectos adversos provocados por esa tendencia.

Pasó, por ejemplo, con la llamada "gripe española" de 1918, que no se originó en España. Al contrario, mientras las potencias mundiales censuraron a los medios de comunicación para no divulgar las noticias referidas al virus, el país europeo informó de manera correcta sus alcances, hecho que terminó por darle nombre.

Achacarle la aparición de una enfermedad a un grupo demográfico, además, puede interferir en su correcto combate.

El coronavirus, en tanto, ha traído consigo algunos episodios de racismo con resultado fatal. El 30 de enero pasado, la edición británica de Metro informó sobre la muerte de un ciudadano chino en Australia, debido a que nadie quiso realizarle maniobras de reanimación por miedo al contagio, sin siquiera saber si él estaba contagiado.

Hace algunos años, para evitar casos como esos, la Organización Mundial de la Salud entregó sus lineamientos con respecto a los nombres.

"Conviene evitar algunos términos, como los referidos a lugares geográficos (por ejemplo, síndrome respiratorio de Oriente Medio, gripe española, fiebre del Valle del Rift), nombres de personas (por ejemplo, enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, enfermedad de Chagas), especies de animales o alimentos (por ejemplo, gripe porcina, gripe aviar, viruela símica), referencias culturales o a poblaciones, industrias o profesiones concretas (por ejemplo, enfermedad de los legionarios) y términos que suscitan miedo (como desconocido, mortal, epidémico)", destacó la OMS.

COVID-19, para empezar, es la abreviatura de "enfermedad por coronavirus 2019", haciendo referencia al año en la que fue descubierta.

Publicidad