Lo que para muchos parece solo una descarga emocional en medio del cansancio podría tener una base científica. Un estudio reciente reveló que decir groserías durante esfuerzos físicos intensos no solo es una reacción espontánea, sino que también puede traducirse en un mejor rendimiento corporal, incrementando la fuerza, la resistencia y la seguridad personal.

La investigación, liderada por el psicólogo Richard Stephens, de la Keele University, y publicada en la revista American Psychologist, plantea que las personas suelen autoimponerse límites mentales cuando enfrentan tareas físicamente demandantes. En ese escenario, el uso de garabatos funcionaría como un mecanismo para romper inhibiciones sociales y psicológicas, permitiendo un mayor nivel de exigencia.

“Decir una grosería es una forma simple y accesible de sentirse más concentrado, seguro y menos distraído”, explicó Stephens. “Eso permite usar mejor la fuerza disponible”.

El estudio incluyó dos ensayos experimentales con 192 voluntarios. Durante la prueba, los participantes debían repetir cada dos segundos un garabato elegido libremente o, en contraste, una palabra neutra, mientras realizaban flexiones de brazos apoyados en una silla. Los resultados mostraron una diferencia clara: quienes pronunciaron garabatos lograron sostener el ejercicio durante un 11% más de tiempo.

Además del aumento en la resistencia, quienes insultaron durante la actividad física reportaron una mayor sensación de confianza, un mejor estado de concentración profunda, conocido como flujo psicológico, y una percepción reducida del esfuerzo. Según los investigadores, estos elementos reflejan un estado de desinhibición que favorece el desempeño.

A diferencia de hipótesis previas, el equipo descartó que este fenómeno esté relacionado con la activación de la respuesta fisiológica de “lucha o huida”, ya que no se detectaron variaciones relevantes en parámetros como la frecuencia cardíaca. La explicación más aceptada apunta a que desafiar una norma social, como decir un garabato, libera recursos mentales que normalmente permanecen contenidos.

Actualmente, los investigadores analizan si este efecto podría trasladarse a contextos no físicos, como exposiciones orales, evaluaciones académicas o situaciones sociales de alta presión, aunque el estudio advierte que esta práctica no está exenta de consecuencias y que su utilidad depende del entorno y de las personas presentes, por lo que el contexto sigue siendo un factor clave.

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