La energía de Paul McCartney miente sobre su edad. Al músico británico no se le notan sus bien llevados 76 años al momento de subirse al escenario y presentarse nuevamente ante su público.

Luego de poco más de 3 meses sin tocar en vivo —haciendo una breve pausa en su gira "Freshen Up" que concluyó su 2018 a mitad de diciembre en Londres—, el ansiado retorno lo ubicó de frente a sus fanáticos chilenos en el punto de partida del tramo sudamericano del tour.

21:19 horas. Brazos en alto y, de inmediato, "A hard day's night", ese clásico de The Beatles que hasta hace poco llevaba más de 50 años sin interpretarlo en vivo. "Hola, chilenos y chilenas. Bacán verlos de nuevo", dijo el bajista apenas terminada la segunda canción de su repertorio, para contraatacar con "Can't buy me love" y volver a leer un tierno papel ubicado a sus pies para ayudarse con el idioma: "Esta noche trataré de hablar algunas palabras en español".

Durante la primera hora de show, McCartney viajó por distintas épocas, desde "Got to get you into my life" del álbum "Revolver" de 1966 con las caricaturas de Lennon, Harrison y Starr en las pantallas hasta los sencillos de su último disco "Egypt station", publicado a fines de 2018. Aunque, tomando como referencia los tímidos sonidos de asombro del público, fue la oscura "Let Em in" de Wings la que logró una mayor conexión con los fanáticos.

Porque hasta ese momento, las 51 mil personas que llegaron al recinto de Ñuñoa, en su mayoría adultos, miraban con respeto y excesiva quietud los movimientos del músico de Liverpool. 

Al menos, y justo a tiempo, Macca se detuvo entre canciones para alentar a los asistentes con unos juegos vocales estilo Freddie Mercury que ayudaron a levantar los ánimos: desde allí, el público gritó, cantó y aplaudió más, quitándole esa solemnidad desesperante a un catálogo que dada su importancia dentro de la música popular merece ser disfrutado como si no hubiera mañana.

Donde sí hubo empeño fue en las pifias que bajaron desde todos los sectores del estadio cuando Paul McCartney mencionó que había "invitados especiales" para luego decir en español "saluden al Presidente", refiriéndose a Sebastián Piñera que estaba junto a su gabinete en una de las ubicaciones más exclusivas del mapa del concierto. Un último impase para la polémica de las entradas regaladas.

Pifias al Presidente Sebastián Piñera durante show de Paul McCartney

Tras el bochorno, eso sí, se vivieron los momentos de mayor emoción, con canciones dedicadas a "John" ("Here today") y a "George" ("Something"), y hits históricos como "Love me do", "Blackbird" —interpretada sobre una luminosa tarima con el planeta Tierra como estandarte—, la colorida "Ob-La-Di, Ob-La-Da" y "Let it be", instante en que el estadio se iluminó con el brillo de los celulares.

Y para cerrar la primera parte, inamovible del escenario por más de dos horas, acudió a la cinematográfica "Live and let die" —con fuegos artificiales incluídos— y el coro infinito de "Hey Jude".

"Birthday" y "Helter Skelter" serían parte del desenlace de un espectáculo en el que McCartney repasó la historia viva de la música popular, una que se extendió por más de dos horas y 35 minutos, y que tendrá su próxima cátedra en Buenos Aires, Argentina. 

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