Si acaso el fanático de Sting miraba con extrañeza su última incursión en el reggae gracias a su amigo Shaggy, con quien publicó el disco a dúo “44/876” durante esta temporada, en vivo ese abrazo musical resulta más que simplemente un acto pintoresco. En su debut en Chile como dupla, los músicos reflejaron en varios pasajes que son un especial complemento del otro.

Sobre el escenario del Movistar Arena -y ante 10 mil personas que llegaron al recinto del Parque O’Higgins-, al británico de 67 años se le notó más relajado que en sus anteriores presentaciones en la capital; incluso más sonriente, relegando esa concentración que rara vez pierde durante sus shows en solitario. Bastó escuchar la apertura con “Englishman in New York” para aclarar las diferencias.

Al lado del jamaiquino, Gordon Sumner vive la música de otra manera. Shaggy es festivo, animoso, baila alrededor y completa las canciones del ex The Police como si se tratara de un karaoke entre amigos. Acostumbrado a la elegancia instrumental, a presionar la tecla exacta, Sting pierde presión (no así rigurosidad) y se deja llevar por la improvisación que le entrega su compañero. 

De hecho, entre éxitos como “Message in a bottle” y “Angel”, piezas incombustibles del catálogo de uno y otro, se disfrazan de juez y juzgado en “Crooked tree” de su disco en conjunto, como una suerte de humorada estilo Broadway que no representa más que eso: jugar y pasar un buen rato.

E independiente de esas vacilaciones, Sting reitera su gran estado vocal, aplicado en las notas y generoso al momento de demostrarlo. La batería, el teclado y los coristas, además, son sus mejores aliados.

Ya entrando en el desenlace, encadenan un enfrentamiento entre “Roxanne” y “Boombastic”, para cerrar con “Desert rose”, “It wasn’t me” y “Every breath you take”. A esa altura, el público adulto joven no necesitaba más. 

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