¿Eres de las personas que se bañan a diario? La costumbre de una ducha al día; al levantarse, antes de acostarse, después de practicar deporte, etc., es tan habitual que rara vez se cuestiona. Sin embargo, algunos expertos han objetado los reales beneficios de esta práctica, advirtiendo incluso sobre sus riesgos para la piel y el sistema inmunitario.
Desafiando la idea de que sea indispensable para la salud, Harvard Health Publishing sostiene que la importancia de bañarse a diario está ampliamente sobrestimada. De hecho, en algunos casos, podría ser hasta contraproducente.
De acuerdo con la publicación, este hábito varía significativamente según el contexto sociocultural. Por ejemplo, en Estados Unidos alrededor de dos tercios de los adultos mantienen la rutina diaria, una práctica que suele consolidarse en la adolescencia. En Australia, en tanto, la cifra es aún mayor, con más del 80% cumpliendo con su ducha diaria.
Al respecto, Harvard Health Publishing explica que estas diferencias no sólo reflejan tradiciones sociales arraigadas, sino que también percepciones divergentes sobre lo que consideramos estar limpio y saludable.
El aseo personal diario responde a variadas razones que van más allá de la limpieza física. La preocupación por el olor corporal es una de las motivaciones más frecuentes, pero también están la sensación reconfortante al iniciar el día y la inclusión del baño como parte de una rutina que puede incorporar la actividad física.
¿Es necesaria la ducha diaria?
Pero vamos a lo importante. ¿Es necesario ducharse todos los días y qué efectos tiene el baño diario sobre la piel y la salud?
Desde el punto de vista médico, una ducha diaria no genera beneficios probados. Por el contrario, puede acarrear complicaciones para la piel y el sistema inmunitario.
Según explica Robert H. Shmerling, médico de la facultad de Harvard y autor de la publicación, la piel está protegida por una capa de grasa e incontables microorganismos que son beneficiosos. El baño frecuente, especialmente con agua caliente y jabones agresivos, elimina estas defensas naturales y favorece la sequedad, picazón e irritación. Además, una piel seca puede presentar fisuras, aumentando el riesgo de infecciones y reacciones alérgicas.
El uso excesivo de jabones antibacterianos, tan de moda durante la pandemia, representa otro peligro: destruye bacterias comunes y altera el equilibrio microbiano, facilitando la aparición de microorganismos más resistentes a los antibióticos.
Eso es con relación a la piel. En el caso del sistema inmunitario, que también puede verse afectado, cierta exposición a microorganismos y suciedad es favorable para adquirir memoria inmunológica.
Es por esto que, por ejemplo, especialistas pediátricos y dermatológicos no aconsejan el aseo diario en niños, destacando los efectos en el tiempo de la limpieza excesiva.
Y así como los expertos apuntan al uso excesivo de jabones antibacterianos, tampoco hay que olvidar los posibles efectos adversos del agua misma y otros productos de higiene.
En muchos casos, el agua contiene componentes como sales, cloro, metales pesados, pesticidas y otros químicos que podrían irritar o dañar la piel. Asimismo, perfumes, aceites o ingredientes presentes en el shampoo, jabones y acondicionadores pueden ocasionar alergias u otras alteraciones cutáneas.
Entonces, ¿con qué frecuencia es realmente necesario ducharse?
¿Cuál es la frecuencia recomendada del baño?
De acuerdo con los expertos consultados por Harvard Health Publishing, la mayoría de las personas sólo necesita ducharse algunas veces por semana, no todos los días, salvo en situaciones puntuales como suciedad, sudoración intensa, etc.
La duración de la ducha debe ser, idealmente, de tres a cuatro minutos, enfocada en las zonas de mayor transpiración, como las axilas e ingle.
La evidencia plantea que reconsiderar la necesidad de una ducha diaria puede ofrecer beneficios reales para la salud cutánea y el bienestar en general. Para quienes consideran difícil modificar su hábito de bañarse todos los días, la recomendación es empezar por reducir la frecuencia de manera gradual y adaptar las duchas a las necesidades higiénicas reales del cuerpo.