Halloween llegó para quedarse. Lo que comenzó como una tímida práctica en algunos barrios de la capital hace ya dos décadas, hoy es una tradición que cada 31 de octubre se repite a lo largo del país, en que niños y niñas acompañados de sus padres salen a buscar dulces en casas, departamentos, edificios y comunidades disfrazados de ángeles, brujas, monstruos o sus personajes favoritos de televisión.

Pero esto que parece tan inofensivo tiene algunos riesgos para la salud, pues el consumo excesivo de golosinas puede generar trastornos físicos y psicológicos en los pequeños, asunto que los padres deben tener presente y evitar.

Farid Taborga Reyes, académico de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antofagasta, explicó que la mayoría de los dulces y golosinas que los niños y niñas consumen en estas fechas son elaborados en base a caramelo, cuyo ingrediente principal es el azúcar. Pastillas, chupetes, masticables y un montón de otros productos se consideran alimentos de una alta densidad calórica, es decir, contienen muchas calorías en poco volumen. 

“Si bien el consumo esporádico de estos alimentos no debiese suponer un problema, cuando el consumo es de forma recurrente o en grandes cantidades, puede afectar tanto la salud del menor como su conducta alimentaria y la relación con los alimentos”, explicó el profesional. 

Esto repercute directamente en la creación de hábitos alimentarios, porque se genera un contraste considerable entre el sabor del azúcar y el sabor de una zanahoria, por ejemplo. “Los niños se empiezan a acostumbrar solo al sabor dulce y pierden interés por matices de sabores, como el sabor acidulado de una ciruela o dulzores tenues como el de un plátano que aún no ha madurado”, advirtió.

Estas conductas a largo plazo generan aumento de peso o aparición de caries si hay una mala higiene dental. “De ahí en adelante, se pueden producir un montón de enfermedades que se empiezan a manifestar en la adultez”, agrega.

Retraso en el consumo de azúcar

Para el nutricionista, lo ideal es retrasar el consumo de azúcar lo que más se pueda, pero siempre educando, ya que en algún momento de su desarrollo los niños y niñas se van a enfrentar al azúcar y deben ser conscientes de su consumo. 

“Actualmente las guías alimentarias chilenas, sugieren la exclusión del azúcar o productos procesados que la contengan, como cereales azucarados, bebidas lácteas, etc., hasta los dos años. Posteriormente se pueden incluir, pero siempre con un buen manejo en las porciones y eligiendo cuidadosamente los alimentos que se ofrecen al menor, pues hoy en día es común ver a menores consumiendo bebidas azucaradas o golosinas libremente, aun cuando numerosos estudios relacionan el consumo de azúcar con la aparición de síndrome metabólico y problemas cardiovasculares en la adultez”, explicó.

El especialista insiste en que más que convencer a los niños que “no deben comer dulces”, lo ideal es educarlos y formar hábitos en base a una crianza respetuosa en familia. 

“No hay nada de malo en que la familia comparta un momento de celebración o distracción consumiendo en la semana algún producto alto en azúcar en una porción adecuada, pero el resto de la semana el rol fundamental de la familia es invitar al menor a adquirir buenos hábitos y estos principalmente se dan por repetición”, recomendó el experto. 

Para reemplazar los dulces, el profesional recomienda la incorporación de frutas. “Si las golosinas son bombas calóricas, las frutas son bombas de vitaminas, minerales y fibras que se asocian con un montón de beneficios para nuestra salud a largo plazo. Siempre es bueno ofrecer frutas picadas antes que enteras, resultan más atractivas y fáciles de comer. Otra opción son postres lácteos o preparaciones en base a yogurt y/o frutos secos endulzados naturalmente con alimentos como dátiles, ciruelas deshidratadas o pasas”, precisa. 

Otra opción, agrega Taborga, es comprar productos reducidos en azúcar, pero estando conscientes que siempre un alimento natural es mucho más recomendado que un alimento procesado o ultraprocesado.

El especialista recalca que lo principal es comenzar a ver esta fecha con un foco diferente al que se le da comúnmente. “Para la mayoría de nosotros Halloween es una fiesta que significa comer todas las golosinas que queramos. Yo, en cambio, recomiendo que las actividades que hacemos en familia sean el foco principal”, añadió. 

Algunos consejos para tener una fiesta sana y entretenida: confeccionar disfraces, salir en familia a caminar, planificar dulces en casa que incluyan tanto golosinas, como preparados en base a frutas de varios colores con hartos matices de sabores, chocolates con alto contenido de cacao y que ellos participen en la preparación de estos alimentos para que se genere un aprendizaje significativo.

No más de 35 gramos de azúcar al día

Para el académico de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad Bernardo O’Higgins, Raúl Piñuñuri, que los niños coman dulces durante Halloween es inevitable, por lo tanto “la clave es evitar caer en un exceso. Eso puede hacerse consumiéndolos después de alguna comida, como el almuerzo, donde el niño tendrá menos apetito. También se puede distribuir la ingesta en varios días, extendiendo la celebración, para que no se coma todo en uno o dos días. Y por supuesto, la mejor alternativa es invitarlo a compartir con la familia y/o amigos”.

El principal problema detrás de la dinámica de Halloween es que puede reforzar un aumento de la ingesta de azúcar a lo largo del tiempo “y eso nos lleva a incrementar riesgo de desarrollar obesidad. Recordemos que recientemente se emitió el informe de la JUNAEB relacionado con el estado nutricional de los niños en Chile, y más del 55% tiene mal nutrición por exceso (sobrepeso u obesidad)”, aseguró el especialista de la UBO. 

La pregunta entonces es, ¿cuántos dulces deberían estar permitidos? Si bien es difícil hacer una estimación universal, Piñuñuri resalta que “los dulces están compuestos por azúcares simples y diariamente un niño no debería consumir más de 35 gramos, lo cual incluye también el contenido de los lácteos y frutas. Si consideramos que una porción de tres gomitas aporta alrededor de diez gramos de azúcares, el menor no debería comer más de seis”. 

Además de poner atención a las cantidades, es fundamental no dejarse llevar por las opciones sin azúcar, pues si bien “reemplazan el azúcar por endulzantes no calóricos, estos tienen un consumo máximo definido, más conocido como IDA (ingesta diaria admisible), la cual se calcula en función del peso corporal y por ende es mucho más limitado en los menores de edad. Sobrepasar eso también podría perjudicar la salud”, puntualizó Piñuñuri.

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