En 2009, Ghadeer Ahmed, una muchacha egipcia de 18 años, le envió un video a su novio a través del celular en el cual aparecía bailando en la casa de una amiga.

No había nada pornográfico en ello, pero llevaba puesto un vestido muy sugerente y bailaba sin inhibición alguna.

Tres años después, en un acto de venganza por el final de su relación, su exnovio publicó el video en YouTube.

Ghadeer entró en pánico. Sabía que todo eso -el baile, el vestido, el novio- sería completamente inaceptable para sus padres, sus vecinos y una sociedad en la que las mujeres deben cubrir sus cuerpos y comportarse con modestia.

Pero, en esos años, Ghadeer había participado en la revolución egipcia, se había quitado el velo y había comenzado a pronunciarse sobre los derechos de la mujer.

Indignada por cómo un hombre había intentado humillarla públicamente, decidió emprender acciones legales.

A pesar de que logró que le declararan culpable por difamación, el video permaneció en YouTube. Y Ghadeer comenzó a ser atacada en las redes sociales por otros hombres.

En 2014, cansada del abuso y de preocuparse por quién podría haber visto la grabación, Ghadeer tomó una valiente decisión: publicó el video en su propia página de Facebook.

Al video le agregó un comentario en el que explicaba que ya era hora de dejar de utilizar los cuerpos de las mujeres para hacerles sentir vergüenza y silenciarlas. "No tengo motivos para sentirme avergonzada", escribió.

De la vergüenza al ostracismo

Ghadeer es más liberal que la mayoría de las mujeres árabes, pero su caso no es aislado.

Una investigación de la BBC encontró que miles de jóvenes están siendo amenazas y chantajeadas con la publicación de imágenes digitales que van desde el coqueteo inocente hasta lo sexualmente explícito.

Los hombres obtienen esas imágenes a veces con consentimiento de la mujer y otras sin él. A cambio, les piden dinero, las coaccionan y hasta abusan de ellas sexualmente.

La pornografía vengativa ocurre en todo el mundo, pero el poder de esas imágenes como arma de intimidación reside en su capacidad de infligir vergüenza en las mujeres.

Y, en algunas sociedades, la vergüenza es un asunto muy serio.

"En Occidente existe una cultura muy diferente", le dice a la BBC Inam al-Asha, psicóloga y activista por los derechos de las mujeres en Amman, Jordania.

"Una foto desnuda podría humillar a una chica. Pero en nuestra sociedad, podría conducir a su muerte. Y, aunque no acaben con su vida físicamente, sí lo harán social y profesionalmente. La gente dejará de vincularse a ella y, al final, terminará condenada al ostracismo y el aislamiento".

Epidemia oculta

La mayor parte de los casos de este tipo de abusos no salen a la luz porque el mismo sistema que hace a las mujeres vulnerables también las obliga a permanecer en silencio.

Pero abogados, policías y activistas de una docena de países le contaron a la BBC que la llegada de los teléfonos inteligentes y las redes sociales está generando una epidemia oculta de chantajes digitales y humillaciones.

Zahra Sharabati, quien ejerce como abogado en Jordania, dice que en los últimos dos o tres años ha manejado al menos 50 casos que implican el uso de imágenes digitales o de redes sociales para amenazar o avergonzar a las mujeres.

"Pero en toda Jordania el número es mucho más alto. Por lo menos hay 1.000 casos en redes sociales. Y yo creo que más de una chica ha sido asesinada", explica el especialista.

Louay Zreiqat, un oficial de policía en Cisjordania, dice que el año pasado la unidad de delitos cibernéticos de la policía de Palestina gestionó 502 casos de crímenes digitales, muchos de los cuales incluían fotos íntimas de mujeres.

Su compatriota Kamal Mahmoud, quien gestiona una página web para combatir las extorsiones, dice que recibe más de 1.000 solicitudes de ayuda cada año de mujeres de todo el mundo árabe.

"A veces, las fotos no son sexuales. Una foto de una chica que no esté llevando el hijab (velo) puede ser escandalosa. Y un hombre puede utilizarla para presionar a la chica y hacer que le envíe más fotos", dice Mahmoud.

"Los países del Golfo tienen un problema de extorsión digital a gran escala que afecta especialmente a las mujeres de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Qatar y Bahrain. Algunas nos cuentan que si esas fotos se hacen públicas se verán en un verdadero peligro", explica.

En Arabia Saudita el problema es tan serio que la policía religiosa ha creado una unidad especial para perseguir a los extorsionadores y ayudar a las mujeres que están siendo amenazadas.

En 2014, el entonces líder de la policía religiosa, Abdul Latif al-Sheikh, le dijo a un periódico saudí que reciben "cientos de llamadas cada día de mujeres que están siendo extorsionadas".

Más hacia el este, Pavan Duggal, quien es abogado del Tribunal Supremo de India, habla de un "torrente" de casos. "Yo calculo que vemos miles de estos casos (en India) cada día", sostiene.

Y en Pakistán, Nighat Dad, directora de una ONG que trabaja en la creación de un mundo digital más seguro para las mujeres, dice que "dos o tres chicas o mujeres cada día" (unas 900 al año) se ponen en contacto con su organización porque están siendo amenazadas.

"Cuando las mujeres están en una relación comparten sus fotos o videos. Y si la relación termina de malas maneras, ellos usan esos archivos para chantajearlas, no sólo para continuar la relación sino para hacer todo tipo de cosas", cuenta la activista.

Celulares y violencia sexual

Pero la situación va más allá del chantaje. Nighat Dad también ha comenzado a observar un vínculo entre los teléfonos inteligentes y la violencia sexual.

"Comenzó con fotos íntimas pero ahora hay una grave conexión con las violaciones", dice la experta.

"Antes, los violadores no sabían cómo hacer para silenciar a las mujeres. Pero la tecnología aporta un nuevo aspecto a la violación, que consiste en silenciar a las mujeres haciendo el video y amenazándolas diciéndoles que si lo cuentan, lo compartirán en internet".

Y cuantas más devastadoras son las consecuencias de la exposición pública, más poder tiene el violador sobre la víctima.

Amal, una joven de Túnez le contó a la BBC su historia sobre cómo fue abusada sexualmente y fotografiada desnuda por un amigo de su padre. Las imágenes la dejaron a merced de su agresor, quien la sometió a meses de abusos sexuales, al tiempo que la extorsionaba con dinero.

Cuando le amenazó con violar a su hermana pequeña, ella le invitó a su casa y le asesinó. Y ahora cumple una sentencia de 25 años de prisión.

Otra joven de 16 años, víctima de una violación en grupo en Marruecos, se prendió fuego en julio de este año y murió en el hospital, luego de que sus violadores le amenazaran con compartir las imágenes en internet.

Pero es en India y Paquistán donde está más extendido el uso de los celulares para grabar asaltos sexuales.

La BBC investigó el caso de una trabajadora sanitaria de 40 años que se suicidó luego de que un video en el que varios hombres la violaban comenzara a circular en su pueblo a través de Whatsapp.

No sólo no recibió apoyo, sino que le culparon por el ataque.

Pero algunas han comprendido que si estas imágenes se usan para avergonzar a las mujeres, también pueden usarse para atacar y cuestionar las culturas patriarcales.

Cuando Ghadeer Ahmed publicó su video bailando en Facebook no sólo estaba debilitando los intentos de avergonzarla, sino también rechazando la idea de que su cuerpo sea una fuente de humillación.

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