Anna Politkóvskaya fue una periodista rusa-norteamericana, asesinada por investigar y denunciar crímenes de lesa humanidad que estaban ocurriendo en el conflicto en Chechenia en los noventa. Defensora de la libertad de expresión en Rusia, un país que lleva más de 300 periodistas muertos o desaparecidos desde 1991, Anna Politkóvskaya murió al momento de estar investigando sobre las torturas sistemáticas en Chechenia para el bisemanario Novaya Gazeta, lugar en el que trabajaba desde 1999.

Nacida en Nueva York en 1958, hija de diplomáticos rusos ucraniano, Anna creció en Moscú donde se tituló de periodista en 1980. Su carrera periodística se centró principalmente en el conflicto checheno. Durante la guerra, Politkóvskaya visitó hospitales y campos de refugiados, pues su trabajo estaba centrado en las víctimas y en el tema de los derechos humanos. Esto trajo mucha atención mundial y en su propio país, donde la mayoría de los periódicos tienen censura ideológica por parte del gobierno. Sus artículos y libros promovían una dura crítica a la guerra en Chechenia, debido a los abusos que cometían las fuerzas militares rusas, los rebeldes chechenos y el gobierno de ese país, respaldado por Rusia.

“Chechenia es el reino de la barbarie. Uno de cada dos muertos es un civil abatido de manera sumaria”, escribió en uno de sus libros. Sus publicaciones no dieron tregua al gobierno ruso a quien ella responsabilizaba de reprimir todas las libertades civiles en Chechenia y establecer una dictadura al estilo soviético.

Además de las continuas amenazas de muerte y violación, fue apresada por fuerzas militares rusas y fue sujeto de una simulación de ejecución. En Moscú no la invitaban a las conferencias de prensa ni a las reuniones oficiales del Kremlin. Sus fuentes de gobierno para sus libros, tuvieron que hablar con el mayor sigilo, al aire libre entre la multitud o en casas a las que llegaban por diferentes rutas.

Su cercanía con el conflicto checheno la hizo ejercer de negociadora de rehenes. Primero en 2002 cuando chechenos secuestraron un teatro en Moscú y luego en 2004 cuando terroristas se tomaron un colegio (en lo que se conocería después como la masacre de Beslán, que dejó un saldo de 186 niños muertos y 700 heridos), Anna fue envenenada en el avión y no logró llegar a las negociaciones. Sobrevivió esa vez.

Sus libros Chechenia. La deshonra rusa (2003), Una guerra sucia: una reportera rusa en Chechenia (2003) y La Rusia de Putin (2004) la hicieron merecedora de varios premios internacionales como el Premio Global de Amnistía Internacional Reino Unido al periodismo por los Derechos Humanos (2001), Premio PEN USA Libertad de Expresión (2002) y el póstumo Premio Unesco “Guillermo Cano” (2007).

El 7 de octubre de 2006 fue encontrada en el ascensor de su casa, con varios balazos en su cuerpo. El crimen, investigado inicialmente por Alexander Litvinenko (ex-espía ruso que murió por envenenamiento), encontró a cinco culpables de matar a la periodista, dos de los cuales tienen condena a cadena perpetua, y el resto de entre 12 y 14 años de cárcel. Sin embargo la persona que ordenó la ejecución sigue sin ser descubierta.

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