"En la tierra seremos reinas,

y de verídico reinar,

y siendo grandes nuestros reinos,

llegaremos todas al mar"

Todas Íbamos a Ser Reinas, Gabriela Mistral.

Fue la primera persona latinoamericana en ser premiada con el Nobel de Literatura. Su poesía se conformaba en imágenes intensas que aludían a la pérdida, la tristeza, los niños, los desvalidos o el mismo Chile. Su legado artístico es cuna del folklore americano contemporáneo e inspiración para varios premios que llevan su nombre en reconocimiento de quienes aportan a la cultura de nuestro continente.

Profesora, diplomática y poetisa, Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, más conocida como Gabriela Mistral, nació en 1889 en Vicuña y  trabajó gran parte de su juventud en La Serena como profesora. Desde 1922 reside en varios países ejerciendo su labor educadora y luego desde 1933 en funciones diplomáticas como cónsul en países como México, Estados Unidos, Brasil, España y Portugal entre otros.

Su fama como poeta comienza con la victoria en 1914 del concurso de literatura de los Juegos Florales, donde además adquiere su seudónimo en homenaje a sus poetas favoritos el italiano Gabriele D’Annunzio y el francés Frédéric Mistral. Treinta años después era galardonada con el Nobel de Literatura donde lo recibe con estas palabras: “Hoy Suecia se vuelve hacia la lejana América ibera para honrarla en uno de los muchos trabajos de su cultura. El espíritu universalista de Alfredo Nobel estaría contento de incluir en el radio de su obra protectora de la vida cultural al hemisferio sur del Continente Americano tan poco y tan mal conocido”.

Mientras ejercía de profesora en La Serena y Coquimbo, escribe Desolación, que sería publicada años después, en 1922 en Nueva York y que marca el inicio de su fama internacional gracias a su prosa en tonos religioso, de gran musicalidad y de un simbolismo cargado de la tradición folclórica americana. Luego vendrían “Tala” donde en 64 poemas inaugura una línea de expresión neorrealista en torno  temas como el indigenismo y lo americano; y “Lagar” donde están presentes todas las muertes, tristezas, pérdidas y el sentimiento del propio fin.

Su vida personal estuvo marcada por la polémica pues se le atribuía una relación con su asistente personal Laura Rodig y luego con la escritora Doris Dana (su heredera y albacea de sus derechos) con quien permaneció hasta su muerte, aun cuando Dana siempre negó que tuvieran una relación homosexual.

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