Cuando a principios de siglo en El Salvador era impensado el voto femenino, una mujer decidió ser candidata a la Presidencia en 1930: Prudencia Ayala. Su figura, mujer indígena y madre soltera, fue precursora de la lucha de los derechos de la mujer en su país y en todo Latinoámerica, siendo la primera mujer candidata al cargo presidencial en Hispanoamérica.

Nacida a finales del siglo XIX, Prudencia nació en Sonzacate en una familia pobre que no pudo seguir pagándole el colegio, por lo que con 10 años comenzó una formación autodidacta. Ejerciendo el oficio de costurera, paralelamente comenzó a publicar artículos de opinión en El Diario de Occidente, un medio donde manifestó una visión feminista, antiimperialista y que promovía la unión de Centroamérica. Su voz disidente no tardó en tener repercusiones ya que terminó en la cárcel en 1919 por criticar a un alcalde.

Viajó a Guatemala, donde además de estar encarcelada, acusada de colaborar con un golpe de Estado, conoció la política del país vecino bajo el dictador Manuel Estrada. Sus impresiones las publicó en 1921 en el libro Escible: Aventuras de un viaje a Guatemala.

A fines de los años veinte fundó el periódico Redención femenina donde manifestaba su defensa de los derechos ciudadanos de las mujeres: “… el hombre y la mujer forman el cauce del mundo: los dos forman el hogar, los dos forman la sociedad, los dos deben formar el concepto ciudadano y constituir las leyes democráticas contra la esclavitud, los dos deben formar el gobierno”.

Su profundo descontento con la falta de participación política femenina hizo que en 1930 intentara postularse como candidata a la Presidencia de El Salvador. Su acción fue un reto a una sociedad acostumbrada a que la mujer debía cuidar a los hijos y estar en la casa, incluso la ley establecía que estaban sujetas a sus maridos.

Indígena, mujer y madre soltera, la figura de Prudencia Ayala era una provocación a las leyes impuestas con una idea de gobierno que tenía como principales ejes el apoyo a los sindicatos, la honradez y transparencia del aparato público, la limitación y distribución del consumo de aguardiente, el respeto por la libertad de cultos y el reconocimiento de los hijos fuera del matrimonio.

Prudencia no encontró el apoyo político y sus ganas de participación en la elección fueron desestimadas por la Corte Suprema de Justicia. Sin embargo su postulación hizo que el debate del sufragio femenino se iniciara y nueve años después las mujeres podían votar, y ya en 1950 hubo un reconocimiento legal a los derechos de la mujer en El Salvador.

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