Una canción romántica sale de las minúsculas bocinas en el palacio de matrimonios de Larnaca, una ciudad en el este de Chipre. Tomados de la mano, la pareja camina nerviosamente entre varias filas de sillas vacías.

Rachelle and Abdul Kader (en la foto) son libaneses pero han venido a un país extranjero para oficializar su unión.

Cada año, 3.000 parejas viajan a Chipre desde Medio Oriente para casarse. Este es el lugar al que se pueden trasladar más fácilmente quienes desean una boda civil.

Van de camiseta y jeans. No llevan los atuendos tradicionales que muchos novios suelen vestir los novios el día de su casamiento. Hablan en inglés y no en árabe, su lengua materna.

Soy la única testigo que les desea "Mabruk"! -¡Felicidades!- cuando se besan tímidamente después de que el notario los declarara marido y mujer.

Historias de amor como esta son comunes en Líbano, un país con 18 sectas religiosas reconocidas oficialmente. Rachelle es cristiana maronita y Abdul Kader es musulmán sunita. Ninguno de los dos desea convertirse a la religión de su pareja, con lo cual una boda religiosa queda descartada.

"Por supuesto que preferiría casarme en el nombre de Dios, pero esa opción no la tenemos", dice Rachelle. "Como en el Líbano no existe el matrimonio civil, hemos venido aquí".

El Líbano e Israel sin matrimonios civiles

Un número extraordinario de parejas extranjeras visita Chipre, ubicada en la parte nororiental del mar Mediterráneo, para celebrar sus bodas.

La mayoría son libaneses e israelíes. Para ellos, la ceremonia civil griego-chipriotaes rápida y económica. Lo más importante: es reconocida legalmente en sus países de origen.

"Hay muchas personas que viven cerca de Chipre y no pueden tener bodas civiles en sus países. Nosotros somos el primer país de Europa al que pueden acceder", explica el funcionario encargado de los matrimonios civiles en Larnaca Michaelakis Mallas.

Michaelakis disfruta su trabajo."A pesar de que las ceremonias duran unos 10 o 15 minutos, les ofrecemos un buen espectáculo", añade. "Ves mucha emoción. El amor no conoce barreras".

Ha habido intentos para legalizar el matrimonio civil en algunas zonas de Medio Oriente, pero los líderes religiosos emplean su influencia política para bloquearlos.

En algunos países está vigente la ley islámica o sharia, en otros predominan las tradiciones heredadas del antiguo orden otomano. En este contexto, las diferentes comunidades religiosas operan según sus propios juzgados y leyes de familia.

De esta manera, imanes, sacerdotes, o rabinos controlan el matrimonio, el divorcio, la custodia de los hijos, y las herencias. Ellos aseguran que Dios lo ve todo y la religión no se puede separar de estos asuntos personales.

Las olas golpean la roca de Afrodita en Pafos, en el suroeste de Chipre. Se dice que en este lugar nació la diosa del amor, según los antiguos griegos. Es, por supuesto, una locación muy popular para celebrar bodas.

Bajo un dosel color crema ubicado junto al mar, una pareja israelí, Raz y Or, se casa con el cielo azul de fondo mientras atardece. Ambos son laicos e insistieron en celebrar una boda civil.

 

"En Israel, la única opción es el matrimonio religioso, por lo que las parejas deben presentarse ante el rabino", explica el novio, Raz. "La prometida necesita tomar un baño ritual y un entrenamiento especial para ser esposa. Es un ritual ortodoxo. Si no crees en él, ¿para qué hacerlo?"

No importa si se trata de judíos israelíes no religiosos, ni si pertenecen a los movimientos conservadores del judaísmo o al reformismo liberal, sus matrimonios son regulados por el estricto rabinato ortodoxo, la cúpula del cuerpo gubernamental judío.

¿Y los inmigrantes?

Las parejas que desean casarse deben probar que ellos son realmente judíos, o sea, que las madres de ambos son judías o que los dos se han convertido oficialmente.

Esto es un problema para cerca de 350 000 inmigrantes que llegaron a Israel desde la antigua Unión Soviética y no cumplen con esos estándares. Muchos de ellos también van a Chipre para casarse.

 

El año pasado, Gal y su esposa rusa-israelí, Masha, intercambiaron sus votos nupciales en Limassol, cerca de la playa.

"Cuando estás acostumbrado a la ceremonia judía, se siente raro al principio", comenta Gal. "Pero esto es algo profesional -no es como casarse en las Vegas con un imitador de Elvis Presley."

La pareja espera que se aprueben cambios legales en Israel. De lo contrario, afirman, su hijo tendría que casarse en el extranjero cuando crezca.

Mientras tanto, Chipre aprovecha esta oportunidad para promocionarse como "La isla del amor".

La "industria" de bodas para extranjeros aporta anualmente unos US$135 millones a la economía griego-chipriota.

Volviendo al palacio de los matrimonios de Larnaca, le tomo algunas fotos a los recién casados libaneses. Rachelle y Abdul Kader planean una gran fiesta en Beirut a su regreso.

Abdul Kader dice que él y su esposa han hecho un compromiso. Ahora, cree, es tiempo de que las autoridades libanesas hagan lo mismo y permitan los matrimonios civiles.

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