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Maite Alberdi y Paulina Urrutia: “La Memoria Infinita” quiere romper los tabúes y miedos que hay frente al Alzheimer

La Memoria Infinita
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Ambas vienen de una gira por diferentes ciudades de EE. UU., con screenings y conversatorios sobre su elogiado documental “La Memoria Infinita”. Aterrizaron en Santiago para reunirse con la prensa chilena, en una extenuante jornada que partió temprano. Nuestra columnista Ana Josefa Silva, crítica de cine, conversó con ellas para Ex-Ante.

Qué observar. Los documentales de Maite Alberdi tienen una singular capacidad de conectar con el público. Y eso ha sido un proceso exponencial en su carrera. “La Memoria Infinita”, que se estrena este jueves, está rompiendo un récord: cines de todo el país agotaron las entradas que pusieron en pre venta.

  • La historia de cómo la renombrada actriz Paulina Urrutia y Augusto Góngora, reconocido periodista y documentalista, vivieron el proceso del Alzheimer que él padeció hasta su muerte, hace apenas poco más de tres meses, ha tenido en vilo al público.
  • Paulina, tal como en el documental, se ríe y bromea muchas veces durante la conversación. Maite hace lo propio: entre ellas hay una evidente complicidad y una manera sabia y alegre de enfrentar el tema que las reunió.

—Paulina, este es un momento gozoso: el documental no solo ha sido premiado sino que el público en Chile está tan expectante que ha agotado las entradas de preventa. Pero a la vez, tú estás atravesando un duelo. ¿Cómo abordas esa mezcla encontrada de sentimientos?

Paulina Urrutia (PU): Gracias a la Maite y a esta película, se hace de una manera muy bonita. Esta una película que combate todo los miedos, todos los tabúes que existen en torno a esta enfermedad y al mismo tiempo es muy honesta, no oculta la parte dura. Como toda enfermedad, enfrentada a la muerte, da mucho tiempo para aprender. Este fue un proceso de aprendizaje y en eso Augusto fue muy generoso conmigo. Y lo que regala esta película, por lo menos a mí, es verlo tan presente, tan vivo, no solo en la memoria de la gente sino en la historia de nuestro país.

—Estoy viviendo un duelo en donde estoy haciendo un ejercicio de memoria colectiva, con muchos otros, de Augusto, de lo que fueron más de 20 años, una vez recobrada la democracia, de cómo nos empezamos a expresar a través del cine, del teatro, la música, la literatura, cómo este país volvió a la vida. Y eso es muy emocionante. Sobre todo a 50 años de la conmemoración del golpe. Lo recibo, con esta película, como un regalo. Y estoy segura que para mucha gente va a ser un regalo.

“Yo amo y amaba mucho a Augusto, me entretuve siempre con él, no dejamos de conversar hasta el final”

—Yo la llamo “El Amor Infinito” porque, me parece, hay dos buenas maneras de cuidar a una persona enferma: con paciencia y con amor. Yo aquí lo que veo es un amor, de ese verdadero. El público ya ha visto en el trailer tu tremenda inteligencia emocional, Paulina. Las cosas divertidas que inventabas y que Augusto disfrutaba, sin por ello eludir el dolor. Esa actitud ¿cómo afloró en esos momentos tan difíciles?

PU: Eso fue algo totalmente natural. Corresponde a la naturaleza de los dos, como dice Maite: Augusto siempre estuvo frente a cámara y yo soy hija de mi oficio. En vez de estar centrada en mí y diciendo “¡oh! ¡qué terrible!”, ¡nada de eso! Yo amo y amaba mucho a Augusto, me entretuve siempre con él, no dejamos de conversar hasta el final, desde las múltiples maneras en las cuales una se comunica con otro. Entonces, claro que se te ocurren muchas cosas. Y eso es lo bonito de la película, de lo que hace la Maite.

—La vida es un ejercicio de comunicación. No nacemos solos y la idea es que no muramos solos. Somos seres gregarios. El cómo nos relacionamos es una pega de todos los días. Si es colectivo más emocionante aún.

Maite acota: “Nosotros también le decimos El Amor Infinito”.

—Leí mucha pregunta en RRSS: ¿Él habría querido? ¿Firmó algo autorizando? Maite, tú dijiste que al principio la Paulina no quería, que quien la convenció fue él.

Paulina salta, riendo: “¡Hasta el final!…Yo no quería”.

Maite asiente sonriendo y comenta:

Maite Alberdi (MA): He visto en Twitter y en los foros y dan ganas de salir a contestar. En el documental es complejo. En la Universidad y en los foros de ética está la Regla: autorización firmada por los familiares, ni siquiera por la persona. Lo que he ido aprendiendo es que hay un compromiso implícito que va más allá del papel. Me pasó mucho en “El Agente Topo”.

—Eso es intuitivo: hay que ir entendiendo la disposición de los dos, en este caso, frente a la cámara (no solo de Augusto). Yo nunca postulo a un Fondo hasta no haber rodado una parte, para entender la disposición de las personas con la cámara. ¿Se van a sentir bien o le estás poniendo la cámara a alguien que aunque te haya firmado, en realidad nunca se va a sentir bien con la cámara?

—Eso lo fuimos construyendo. La cámara era un elemento más en la casa. Por sus historias de vida. Augusto fue conductor de programas y Pablo, mi director de fotografía, era su camarógrafo de toda la vida. Y luego hay cosas por las que uno se da cuenta. A veces Augusto decía : “Paulina, ayúdame, no me acuerdo”.

La Memoria Infinita
La Memoria Infinita

—La gran pregunta en un documental es el final. No teníamos ningún dead line, ningún financista poniéndonos plazo. Quiero estar hasta el final ¿pero qué es el final? En conversaciones que tuve 6 años atrás, había gente que me preguntaba: “¿Qué vas a hacer? ¿Vas a ir al funeral?”. Y yo: “¡No sé!”.

—La película termina un año antes que Augusto muera. La decisión de terminar de filmar no tenía que ver con el deterioro. Fue un momento en que él dice: “Yo ya no soy. No estoy interactuando con la cámara, no estoy comunicando”.

—Yo por primera vez en 5 años me sentí incómoda. Si fuese por los papeles firmados podría haber seguido. Pero ese es el límite. Solo lo puedes entender tú. Va más allá del contrato firmado.

Una clase de Pilates

—¿Cuándo ocurrió exactamente eso? En una entrevista comentaste que las dos (con Paulina) supieron que ese día era el final del rodaje.

Fue en una clase de Pilates”, alcanza a decir Maite antes que Paulina intervenga, con ese modo coloquial y divertido que muestra en el documental:

“No, yo no participé para nada en eso, en ninguna decisión artística; fue la decisión de Maite. Prueba de ello es el material tan mal grabado que hice yo en la pandemia, que está todo fuera de foco. Yo solamente grababa. Ni siquiera intervine en lo que se resolvió que fuera parte de la película. La edición, el respeto, el cuidado, la sensibilidad, todo eso es de Maite.

Y agrega: “Tú querías decir algo Maite”.

“Yo quería contar que estábamos en una clase de Pilates y él no quería nada”, dice Maite y Paulina acota: “¡Estaba enojado, no quería nada! Mira, se ve en el relato, que Augusto y la Maite decidieron muchas cosas en que ¡yo no participé para nada!”, se ríe con ganas.

—Hacia el final (está en el trailer) hay escenas dolorosas, que transcurren de noche. ¿Eso fue grabado por Maite y su equipo o por Paulina? 

“Si está desenfocada, es de la Paulina”, dice Maite y ambas se ríen.

Luego la directora aclara:

—Las escenas de noche yo las agradezco porque aunque uno tenga acceso, en la noche no va a estar en la casa de las personas. Había épocas en que la Paulina estaba mucho tiempo despierta y la cámara estaba ahí, mucho material que me permitía a mí entender algo que yo no veía, que eran las noches. Porque yo llegaba en el día y él estaba ¡bailando! Era otro el mood.

—La enfermedad tiene muchas cosas terribles pero no es solo eso, porque al día siguiente la persona tiene un buen momento. Eso te permite entender que en las enfermedades uno va a pasar por todos los estados. No hay un solo modo de vivir la enfermedad. Tenemos que romper ese tabú. La película invita a eso. Porque también me preguntan: ¿tuviste que dejar muchas escenas terribles fuera? ¡Y no! No hay nada más que lo que uno ve ahí. Yo en cinco años nunca sentí dolor al llegar a filmar a esa casa, solo sentí amor y buenas vibras y ganas de estar en ese lugar. Todo se mezcla. No existe en la realidad los géneros. Está todo cruzado.

—Hubo un año entre que las cámaras ya no estuvieron y Augusto murió. Pensando en ese año ¿Crees, Paulina, que aún así quedaron reflejados en el documental esos momentos?

PU: La película retrata lo más duro y no solo nosotros lo vivimos sino el mundo entero, con la pandemia. La enfermedad de Augusto avanzaba exponencialmente: pasaba un mes y era como si hubiese pasado un año.

—Fue imposible volver a salir, andar en una micro, comunicarse con la gente. Lo que vivimos Augusto y yo, estar solos, lo vivió el mundo entero en algún momento. Lo que provoca el que el ser humano deje de estar en contacto con los demás, el daño que aún no lo podemos medir, por ejemplo en los niños; en las mujeres.

—Ese momento fue brutal, muy costoso socialmente y quedó muy bien reflejado  en el documental. La gente pregunta. ¿Por qué no están los hijos, los amigos? Porque estábamos solos.

—Maite, ¿en qué etapa se definió el título?

—En la mitad del proceso. Pero como tú dices, yo lo entiendo como “El Amor Infinito” y la película está contada desde lo que queda y lo que recuerda ese cuerpo. Ese cuerpo recuerda el amor, recuerda los amigos que perdió en dictadura, sus obsesiones, los libros, las personas que ha querido siempre. Entonces está contada desde la permanencia. Y eso es una memoria infinita.

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