La increíble historia del atleta que comió murciélagos y bebió su propia orina para no morir en el desierto
La increíble historia del atleta que comió murciélagos y bebió su propia orina para no morir en el desierto - Freepik e Instagram Mauro Prosperi
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En 1994, Mauro Prosperi, un atleta italiano de 39 años y oficial de policía en Sicilia, se inscribió en una de las competencias más extremas del mundo: la Maratón de Sables. Sin saberlo, esa decisión marcaría un antes y un después en su vida. Lo que comenzó como un desafío deportivo terminó convirtiéndose en una lucha desgarradora por sobrevivir durante 10 días en el implacable desierto del Sahara.
Invitado por su amigo Giovanni Manzo, también deportista, Prosperi decidió unirse a la legendaria Maratón de Sables, una carrera de 250 kilómetros que se corre durante siete días bajo el abrasador sol del desierto marroquí. Aunque en un principio dudó de su capacidad, su espíritu competitivo lo impulsó a aceptar el desafío. Se entrenó rigurosamente: corriendo largas distancias, restringiendo su consumo de agua y preparándose mentalmente para lo que vendría.
Al momento de la inscripción, una pregunta en el formulario lo sacudió: “¿Qué hacer con su cuerpo en caso de fallecimiento?”. A pesar del impacto, decidió seguir adelante.

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La competencia comenzó bien para Prosperi. Durante los primeros días, se mantuvo entre los líderes. Sin embargo, en la cuarta jornada, la etapa más larga, con 85 kilómetros, una tormenta de arena cambió todo. La violencia del viento lo desorientó y, al perder la visibilidad, se desvió del recorrido oficial. Solo y confundido, se refugió brevemente en una duna. Cuando despertó, ya no sabía dónde estaba.
La deshidratación y el calor comenzaron a hacer estragos. Desesperado, bebió su propia orina para mantenerse con vida. Intentó atraer la atención de un avión con una bengala, sin éxito. La esperanza empezaba a desvanecerse.
La lucha por sobrevivir y la desesperanza de un atleta
Días después, Prosperi encontró una antigua construcción en ruinas, una pequeña capilla abandonada, y allí pasó varias noches. Sin comida, mató y comió murciélagos crudos, incluso bebió su sangre para alimentarse. Cuando escuchó un helicóptero, prendió fuego a su saco de dormir y su mochila para hacer señales. Pero nuevamente, no fue visto.
Devastado y sin fuerzas, tomó una decisión trágica: se cortó las venas para poner fin a su sufrimiento. Sin embargo, su cuerpo deshidratado no dejó salir suficiente sangre. Despertó horas más tarde: aún estaba vivo. “Era una señal”, recordaría luego. Decidió seguir luchando.
Al octavo día de su calvario, Prosperi encontró un charco de agua que le devolvió parte de sus fuerzas. Más tarde, vio a una niña pastora perteneciente a los tuareg, un pueblo nómade del Sahara que, aterrada por su apariencia, huyó a buscar ayuda. Poco después, dos mujeres del pueblo tuareg acudieron a socorrerlo. Le dieron comida, agua y lo ayudaron a recuperarse.
Tras reponerse parcialmente, fue trasladado en camello a un puesto de policía. Pero la odisea no terminaba. Soldados argelinos lo detuvieron, sospechando que era un espía marroquí. Prosperi, sin entender bien lo que ocurría, temió lo peor. Finalmente, logró explicar quién era y fue identificado como el atleta desaparecido de la maratón. Había recorrido más de 300 kilómetros fuera de ruta y había cruzado sin saberlo la frontera hacia Argelia.
El llamado del desierto
Luego de pasar una semana en un hospital argelino, Mauro Prosperi fue repatriado a Italia, donde fue recibido como un verdadero héroe. Su historia dio la vuelta al mundo, inspirando documentales, entrevistas y libros.
Pero lo más asombroso es que tras haber vivido una pesadilla en el desierto, Prosperi no le dio la espalda al Sahara. Por el contrario, regresó para completar lo que no pudo aquella vez. Volvió a correr la Maratón de Sables al menos seis veces más.
“Volví por dos razones”, explicó. “Primero, porque nunca dejo una competencia sin terminar. Y segundo, porque el desierto me llama, me quiere, y cada vez que puedo, vuelvo para dejarme abrazar por él”.


