¿Por qué no es recomendable descargar la cisterna con la tapa del inodoro levantada?
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Todos hacemos caca es el incuestionable título de un clásico libro infantil escrito por el japonés Taro Gomi. Por desgracia, no todos los inodoros ofrecen una buena descarga para eliminar los restos fecales. Además, el vaciado del inodoro es una fuente potencial de transmisión de microorganismos infecciosos, porque puede generar grandes cantidades de aerosoles que contienen microbios. Ante esa realidad, ¿hay diferencia entre bajar la tapa del inodoro o dejarla levantada?

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El dilema es relativamente nuevo. Hacia el año 315 (siglo IV), Roma tenía alrededor de 150 letrinas públicas, a menudo ubicadas cerca de baños públicos, y muchas de ellas contaban con largos bancos de mármol para uso comunitario. En aquel escenario, la socialización prevalecía ante la privacidad. Y continuo siendo de esa manera durante bastantes décadas.
Pasados unos cuantos siglos, la situación ha cambiado mucho, pero aún así, todavía hay más de 3 000 millones de personas en todo el mundo que no tienen acceso a baños seguros y limpios. ¡Más de un tercio de la población mundial! Los cientos de millones de personas que a estas alturas siguen sin disponer de inodoros se ven obligados a defecar en público o al aire libre, por ejemplo, en las cunetas de las calles, entre los arbustos o en aguas abiertas. Esto causa graves problemas de salud pública, al propagar patógenos fecales que contaminan el agua, el suelo y los alimentos, a la vez que genera sentimientos significativos de vulnerabilidad, vergüenza e impotencia, y provoca importantes problemas sociales, especialmente para mujeres y niñas, que se enfrentan a un mayor riesgo de violencia sexual y humillación.
En este contexto tiene sentido que “El retrete es un lugar para la paz y el progreso” fuese el lema del Día Mundial del Retrete en 2024, promovido por la ONU, para destacar el saneamiento seguro como un derecho humano fundamental.
La invención del inodoro con cisterna
Al parecer, el mérito de inventar el precursor del inodoro con cisterna recae en Sir John Harington, ahijado de Isabel I, quien en 1592 diseñó un aparato con una cisterna elevada y un pequeño tubo por el que el agua arrastraba los desechos. Sin embargo, el ingenio fue ignorado durante casi dos siglos. Resurgió con fuerza en 1775, cuando el relojero y mecánico escocés Alexander Cumming resolvió un problema clave, al desarrollar y patentar el tubo de desagüe con forma de “S” (o sifón) situado bajo el retrete, cuya función era crucial para sellar y eliminar de manera efectiva los malos olores.
Además de los malos olores, de los inodoros escapan también aerosoles cargados de microorganismos. Entre otros, diversas especies bacterianas de los géneros Aeromonas, Bacillus, Campylobacter, Clostridium, Escherichia, Klebsiella, Pseudomonas, Salmonella, Serratia, Shigella o Staphylococcus. De hecho, numerosos estudios han demostrado que la descarga del inodoro puede formar estos aerosoles debido al movimiento del agua: burbujeo, remolinos y salpicaduras, provocando la emisión de aerosoles que contienen microorganismos intestinales o urinarios.
El peligro de los baños públicos no ventilados
En 2015, un estudio confirmó la contaminación por Escherichia coli patógena y resistente a los antimicrobianos en 56 baños públicos del área metropolitana de Minneapolis-St. Paul en Minnesota (Estados Unidos).
Los baños públicos no ventilados, o con ventilación insuficiente, plantean un mayor riesgo de infección cruzada. De hecho, las áreas cercanas a todo tipo de inodoros y urinarios suelen presentar una contaminación alta, lo que indica que necesitan regímenes de limpieza estrictos.
La transmisión en estos casos no se previene evitando tocar el retrete o sentarse en él, como solemos pensar. Los microorganismos se pueden transmitir también por acumulación de patógenos en el cuerpo y en la ropa del usuario a través de la aerosolización durante la descarga del inodoro o el urinario, es decir, al tirar de la cisterna. También se puede transmitir por la inhalación directa de aerosoles o la transmisión indirecta tras la deposición de patógenos aerosolizados en diversas superficies del baño como toallas, pastillas de jabón contaminadas, la manija de la cisterna, los grifos o los propios pomos de las puertas.
Muchos patógenos entéricos se encuentran en alta concentración en las heces y, por lo tanto, en los inodoros después de la defecación, particularmente durante episodios de diarrea aguda. Por ejemplo, una persona infectada llega a eliminar hasta 100.000 millones de unidades formadoras de colonias (UFC) de Salmonella y Shigella por heces. Las personas infectadas con virus entéricos pueden eliminar 1 billón de virus por gramo de heces. Tras la descarga, las bacterias y los virus pueden dispersarse en las partes externas del inodoro y otras superficies del baño.
Bajar la tapa del inodoro reduce los aerosoles, pero no los elimina
Varios estudios informan de que bajar la tapa del inodoro reduce la cantidad de gotas visibles y pequeñas durante y después de la descarga entre un 30 % y un 60 %. Por esta razón, los especialistas médicos y de salud pública tradicionalmente han aconsejado cerrar la tapa del inodoro antes de tirar de la cadena. Sin embargo, un problema que a menudo se pasa por alto es que un porcentaje importante de los aerosoles se escapa a través del espacio de aire entre la taza y el asiento, incluso con la tapa cerrada.
Parece ser que son necesarios datos adicionales sobre el papel de la tapa del inodoro como una medida de control. De lo que no cabe ninguna duda es que la desinfección habitual de todas las superficies del baño es aconsejable para reducir la potencial contaminación viral y bacteriana.
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Raúl Rivas González no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
