Para mantener la forma física y mental, pero también para lograr ingresos tras el aplazamiento de los Juegos Olímpicos de Tokio-2020, el esgrimista japonés Ryo Miyake recorre las calles de la capital nipona en bicicleta, trabajando como repartidor de comida a domicilio. 

A sus 29 años, este deportista, medalla de plata en florete por equipos en los Juegos de Londres-2012, tenía el sueño de tomar parte en los Juegos Olímpicos en su país en este 2020, pero la pandemia del nuevo coronavirus obligó a aplazar esa cita a 2021.

"Comencé con esto por dos razones, ahorrar para poder viajar (a futuras competiciones) y para mantener mi forma física", dice sobre su trabajo como repartidor en bicicleta.

"Veo en la pantalla de mi teléfono las sumas que gano, pero esas cifras no son solo dinero para mí. Es un marcador que me mantiene en movimiento", señala.

La prensa japonesa ha descrito a este joven como un deportista 'amateur' sin medios, pero en realidad él mismo pidió a sus patrocinadores que suspendieran su aportación, aunque eso le obligara a vivir de sus ahorros.

Como todos los demás deportistas olímpicos del mundo, está en la incertidumbre absoluta desde que la pandemia frenó sus planes, incluidos sus entrenamientos.

Sin nada que hacer

"No sé cuándo voy a poder volver al entrenamiento ni cuándo tendrá lugar el próximo torneo. No sé ni siquiera si voy a conseguir mantener mi condición mental y mi motivación un año más", lamenta.

"Nadie sabe cómo se va a desarrollar el proceso de las clasificaciones", afirma.

A la espera de ello, Ryo Miyake está contento con poder recorrer la inmensa capital en bicicleta, uniéndose así al gran 'ejército' de repartidores de la plataforma estadounidense Uber, que ha crecido con la pandemia.

"Cuando tengo un pedido en los barrios en cuesta de Akasaka o de Roppongi tengo un buen entrenamiento", explica durante uno de sus periplos en una tarde soleada de mayo.

Después de haberse perdido los Juegos de Rio-2016, fue decimotercero en el Mundial de esgrima del año pasado, situándose en cabeza de los japoneses.

El Comité Olímpico Internacional (COI) fijó el 23 de julio de 2021 como nueva fecha de apertura de los Juegos de Tokio.

Esa es ahora su meta, pero en ausencia de una vacuna eficaz contra el nuevo coronavirus, que ha provocado la muerte de casi 300.000 personas en todo el mundo, esta fecha está igualmente en el aire y rodeada de dudas.

El equipo japonés de esgrima conoció la noticia del aplazamiento de los Juegos Olímpicos al día siguiente de su llegada a Estados Unidos para una prueba clasificatoria, explica este tirador japonés.

Se encontró de golpe con una agenda vacía, sin ni siquiera entrenamientos. Pasó todo abril preguntándose qué podía hacer y de repente tuvo la idea del reparto de comida en bicicleta.

Un impulso de vida

"Los deportes y la cultura se encuentran inevitablemente en un segundo plano cuando la gente tiene que sobrevivir a una crisis", reconoce.

"¿Son los Juegos Olímpicos una necesidad? ¿Por qué vivo si no es para el deporte? Es lo que no paraba de preguntarme", admite.

Su nueva labor subiendo y bajando cuestas en Tokio le ha dado una nueva dinámica de vida.

"El objetivo más inmediato para mí es poder comenzar el entrenamiento tranquilamente cuando el estado de emergencia se levante. Por el momento, tengo que estar preparado física y económicamente", insiste.

Es consciente de que no será fácil resistir hasta los Juegos del próximo año y lo compara con una imagen de un corredor de maratón que llega agotado a la meta y al que de repende le piden que continúe corriendo.

"Me gusta la esgrima. Quiero poder viajar y participar en los Juegos Olímpicos. Es el único motivo por el que hago esto", afirma este deportista, que ya de niño entrenaba sus ataques contra todas las paredes de su casa.

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