La voz del locutor despertó a quienes creían que soñaban. Don Álvaro Bernal apretaba sus dos manos con una fortaleza innecesaria. Las plegarias ya habían rendido fruto y Egan Bernal cruzaba la línea de meta en París, a la par de una Colombia que estallaba en júbilo.

El abuelo paterno del primer colombiano en ganar el Tour de Francia mantenía sus diez dedos pegados. La televisión anunció al campeón y el viejo se volteó, alzó su brazo derecho y saludó a los cientos de compatriotas que, detrás suyo, coreaban el nombre de su nieto en una abarrotada plaza de Zipaquirá, la ciudad que lo adoptó hace 22 años.

Minutos antes había sacado de su traje de paño café un pañuelo con el que secó las lágrimas de su rostro. "Es una emoción muy grande", dijo, intentando mantener alejados sus sentimientos, que volvieron a aflorar cuando se escuchó el himno nacional en los Campos Elíseos.

Casi un millar de personas unieron sus voces en la plaza La Esperanza de Zipaquirá para ver coronarse al hijo pródigo de esta ciudad de 126.000 habitantes aledaña a Bogotá. Soplaban vuvuzelas, ondeaban banderas tricolor y exhibían, orgullosos, carteles con la figura impresa del nuevo héroe nacional.

Siento "mucha alegría para el pueblo, mucha alegría para la familia y todo el pueblo zipaquireño", apuntó el abuelo de 75 años, cultivador de maíz en las sabanas bogotanas. 

Don Álvaro rememoraba los tiempos "duros" de los entrenamientos matutinos cuando Egan era apenas un niño que avizoraba con trepar una trocha más como ciclomontañista, pero que mientras veía con su padre las transmisiones del Tour, del Giro de Italia o de la Vuelta a España anhelaba con protagonizar una escapada de lujo en el ciclismo de ruta.

En la antesala del paseo del campeón por las calles parisinas abuelo y nieto hablaron poco, reconocía el veterano. Simplemente encomendó el triunfo a la "virgen", en línea con una Colombia profundamente católica.

"Egan sabe lo mucho que lo queremos", señaló el abuelo orgulloso. "Que mi Dios le siga dando fuerza y vida para que continúe con su trabajo", fue el mensaje que le envió al otro lado del Atlántico.

"Sueño real"

A 8.600 kilómetros de 'Zipa', Bernal alzaba el ramo de flores y el león de peluche, que acompañaban la fotografía en que aparecía con su maillot amarillo y el Arco del Triunfo a sus espaldas. 

Al bajarse de la tarima, entre las primeras palabras que espetó como el campeón más joven desde la Segunda Guerra Mundial, mostró su deseo de volver cuanto antes a celebrar con los suyos en su tierra.

Al otro lado del océano el sentimiento era recíproco. Aunque el sábado presidente, futbolistas y artistas ya lo habían felicitado, las bocinas de los autos en las calles capitalinas evidenciaban el deseo de pronto regreso del ídolo de 22 años.

La prensa le agradecía por alcanzar el mayor triunfo -quizás- del deporte colombiano. "¡Gracias por llenar a un país entero de alegría!", tituló el diario El Tiempo en su versión digital. 

"El sueño amarillo es real", apuntó por su lado El Espectador en su web. Durante medio siglo los escarabajos habían intentado en vano ganar el Tour, la única prueba ciclística ausente de su abultado palmarés.

El patrono Bernal, en tanto, pensaba desde ya en darle la bienvenida a la "Joven Maravilla" con un regalo para su estómago. "Lo vamos a recibir con sancocho de gallina y yuca", afirmó en referencia al plato típico colombiano, ahora reservado para el campeón.

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