Unidos por una lengua propia y una cultura milenaria, el pueblo kurdo nunca ha dejado de soñar con un Kurdistán independiente.

Y es que aunque para los kurdos su historia empieza en el año 612 a.C., jamás han conseguido tener un Estado independiente, lo que los convierte en la minoría étnica más importante de Medio Oriente.

Según los cálculos más conservadores, son más de 30 millones repartidos en un territorio que hoy se dividen Turquía, Siria, Irak e Irán.

El referéndum de independencia del Kurdistán iraquí del pasado 25 de septiembre fue el último intento para lograrlo.

Pero las tensiones que surgieron tras la votación en que más de un 90% votó a favor de la independencia, llevaron a la intervención del Ejército iraquí, que lanzó una operación sobre Kirkuk, ciudad septentrional controlada por los peshmerga kurdos desde 2014.

Además, efectivos militares turcos cruzaron la frontera con Irak y tomaron posiciones en algunos puntos de la zona kurda.

Los embates del Estado Islámico han obligado a muchos kurdos a huir de Irak y Siria hacia Turquía. Pero Ankara ve a los nacionalistas kurdos como una amenaza para su integridad muy similar a la de EI.

Así es que Turquía es también uno de los obstáculos principales a la idea de un Kurdistán independiente y unido. Ankara teme que el éxito de la independencia del Kurdistán iraquí aliente a la minoría kurda que alberga en el interior de sus fronteras.

Ajedrez de siglos

Algunos creen que la amenaza del grupo autodenominado Estado Islámico ha contribuido a acercar a la realidad el sueño de muchos kurdos de tener un Estado propio.

Por un lado los kurdos se han erigido en una de las más importantes líneas de defensa contra los yihadistas en el norte de Irak y Siria.

Para Estados Unidos y la coalición internacional que lidera han sido aliados clave en la batalla contra EI, que ahora ha perdido el control de gran parte de los territorios que conquistó en 2014.

Y también han aprovechado el debilitamiento de los gobiernos de Bagdad y Damasco para expandir el territorio controlado por las autoridades del Kurdistán iraquí y ganar mayor protagonismo en Siria, donde aspiran a obtener un nivel de autonomía similar al que ya tienen en Irak.

Sin embargo, las potencias occidentales han anunciado que no reconocerían la secesión y abogan por respetar la integridad territorial iraquí.

Es solo el último capítulo del complicado ajedrez político que lleva décadas -cuando no siglos- evitando la existencia de un Kurdistán independiente.

Primeras tentativas

La posibilidad de un Kurdistán independiente tomó especial fuerza por primera vez luego de la conclusión de la Primera Guerra Mundial, pero la historia del pueblo kurdo, sin embargo, empieza mucho antes.

En concreto, el año 612 a.C., según los historiadores que consideran a los kurdos descendientes directos de los medos, el imperio que dominó la zona desde esa fecha hasta su anexión por el imperio persa en 6 a.C.

Y durante las posteriores invasiones árabes-musulmanas los kurdos terminarían convirtiéndose al islam, pero sin perder su lengua e identidad distintiva a pesar de estar divididos en numerosos principados.

Esos principados kurdos se los disputaron por mucho tiempo el Imperio otomano y el persa, que tenían sus capitales en lo que hoy son Turquía e Irán.

En esa pugna, los kurdos terminarían alineándose con el Imperio Otomano por razones religiosas y a cambio de una importante dosis de autonomía que sólo empezaría a ser cuestionada a inicios del siglo XIX.

Esa es una de las razones por las que con el desmembramiento del imperio turco, al final de la Primera Guerra Mundial, algunos kurdos -no todos- empujarían con fuerza la idea de un Kurdistán independiente.

Y la idea sería incluso recomendada por el Tratado de Sèvres, que certificó la rendición del Imperio otomano en 1920.

La reticencia de Turquía a apoyar a los kurdos en Kobane es un ejemplo de las fuerzas que no han permitido un Kurdistán independiente.

Un conjunto de factores, sin embargo, terminarían haciéndola impracticable.

Por un lado, los sectores más conservadores de la sociedad kurda, más interesados en la protección de su religión que en un incierto proyecto nacionalista, no veían con buenos ojos la separación de la naciente Turquía, que prometía un Estado islámico de turcos y kurdos y terminó quedándose con la mayor parte del Kurdistán.

Y las potencias occidentales también redibujarían las fronteras para darle partes del territorio habitado por los kurdos a sus protegidos: Siria, en el caso de los franceses, e Irak, para la que Reino Unido reclamó la rica zona petrolera de Mosul.

"Los aliados dibujaron las fronteras en función de sus intereses", explica Murat Nisancioglu, del servicio turco de la BBC.

"Y ya luego los proyectos nacionalistas internos de los nuevos países, como Turquía, hicieron todo lo posible por aplastar cualquier oposición", agregó.

Luchando por la independencia

Movimientos independentistas kurdos surgirían luego, inevitablemente, en Turquía, Siria, Irak e Irán.

Pero nunca conseguirían el apoyo real de Occidente, más preocupado por lo que las pretensiones kurdas podían significar para la estabilidad regional.

Y la orientación comunista del PKK -el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, la principal fuerza independentista kurda en Turquía, considerada una organización terrorista por el gobierno de Ankara y sus amigos occidentales- tampoco le ayudaría a los nacionalistas kurdos a granjearse la simpatía de EE.UU. y sus principales aliados.

Turquía estuvo inmersa en un proceso de paz con el PKK marcado por un acuerdo de cese del fuego alcanzado en marzo de 2013, en el que muchos confiaron como el principio del fin de una lucha armada que se inició en 1984 y ha causado más de 40.000 muertos. Pero las hostilidades se reanudaron en 2015.

Pero el objetivo declarado no es independencia, sino autonomía.

Mientras en Irak y Siria el cada vez mayor protagonismo de los kurdos, y las menciones cada vez más frecuentes a la posibilidad de su independencia, también ha generado nerviosismo entre las poblaciones no kurdas con las que comparten algunas áreas y ciudades.

Porque la posibilidad de un Kurdistán independiente está de nuevo en el tapete, con más fuerza que nunca.

Aunque está por verse si esta vez las fuerzas se alinearán del lado de los kurdos, por primera vez.

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