Cuando se conocieron, V. tenía 13 años y G. estaba a punto de cumplir 50. La niña soñaba con ser escritora, él era un prolífico escritor, un enfant terrible de la élite literaria parisina premiado por la Academia Francesa.

Un año después, el escritor inició una relación con su "guapa colegiala", "su niña bonita". No era la primera ni la última adolescente a la que seduciría. Luego lo contará en libros que recibirán aplausos. Era el año 1987.

Ella quedó marcada por el abuso sexual y psicológico, una "jaula", dice, de la que tres décadas más tarde logró liberarse con una novela. Fue el resorte que abrió la caja de Pandora del escarnio público a un pedófilo confeso, hoy octogenario, que enfrenta una investigación judicial.

Pero comencemos por el principio...

La seducción

Vanessa Springora escribe su duro y audaz relato autobiográfico Le consentement ("El consentimiento", 2020) con iniciales que hoy tienen nombres y apellidos.

G. no era otro que el célebre escritor Gabriel Matzneff.

"Un hombre guapo, de edad indeterminada, aunque totalmente calvo, con una calvicie muy cuidada que le da cierto aire de bonzo", narra desde el recuerdo adolescente sobre su primer encuentro con él, en un evento literario al que le invita su madre.

"Su mirada no deja de espiar cada uno de mis gestos, y cuando me atrevo por fin a girarme hacia él, me sonríe".

Poco después recibirá una carta que sugiere un encuentro con él. Ella está asustada, pero él le convence para ir a su casa. El encuentro sexual no tarda en llegar.

"Así pierdo la primera parte de mi virginidad. 'Como un niño', desliza sobre mí en un susurro".

Es la parte del relato que más le costó escribir a la protagonista de la historia.

"Lo más difícil para mí, que soy una persona bastante púdica, fue hablar sobre mi sexualidad. No quería hacer algo voyeurista ni demasiado crudo, ni violentar el pudor del lector", le cuenta a BBC Mundo.

Pero el libro de Springora va mucho más allá del sexo.

"Es una historia de dominación de un adulto sobre una adolescente. La carta de autoridad que tenía esa persona de más edad que mi padre, que además era un escritor conocido, con un aura de celebridad, de intelectual, de artista".

El cóctel explosivo de un padre ausente y una adolescencia solitaria la convierten en la "presa ideal" del pedófilo. "La carencia de amor como una sed que se lo bebe todo", resume en unas líneas del relato.

La novela evoluciona en una reflexión retrospectiva sobre su relación con Matzneff y las zonas grises del consentimiento en un país que ensalzó por muchos años a un autor que proclamaba sin tapujos su pedofilia.

La complacencia

Matzneff, hoy de 84 años, declara en su obra literaria su inclinación sexual hacia los adolescentes y sus sucesivas relaciones con menores de edad.

"Sus libros demuestran que hizo apología de la pedofilia. Hay pasajes terribles sobre prostitución infantil (en sus viajes a Filipinas) y la vida privada y sexual de niñas menores de edad con las que tuvo relaciones", dice Springora.

Mientras tanto, al escritor le llovían premios y condecoraciones.

Matzneff no dudaba en exponer ? en libros y en platós de televisión? su preferencia por los "culos frescos" y por "personas que aún no se han endurecido y que siguen siendo amables".

Concretamente, niñas (y niños) menores de 16.

El ensayo Les moins de seize ans ("Los menores de dieciséis años"), escrito en 1974 y reeditado en 2015, o Mes amour decomposes ("Mis amores descompuestos"), de 1992, dan constancia de ello.

"Lo que me cautiva no es tanto un sexo concreto como la extrema juventud, esa que se da entre los 10 y los 16 años, y que me parece ?mucho más de lo que suele entenderse por esta expresión? el verdadero tercer sexo", escribió sin pudor.

En Francia es ilegal que un adulto mantenga relaciones sexuales con un menor de 15 años. Sin embargo, Matzneff se atrevía a reclamar la abolición de la mayoría de edad sexual.

En 1977, redactó una carta abierta en el diario Le Monde firmada por una larga lista de intelectuales ?Jean-Paul Sartre, Gilles Deleuze, Roland Barthes, entre otros filósofos de renombre? a favor de la despenalización de las relaciones sexuales entre menores y adultos.

A Springora le llama la atención la complacencia por parte de la élite política e intelectual.

"¿Cómo es posible que se publicaran todos esos libros y que un pedófilo declarado gozara de consentimiento público?", se pregunta.

Su propia madre, al principio reacia a su relación con Matzneff pero que después "acaba aceptando las cosas como se presentan", también fue complaciente. La hija se lo reprochó con el tiempo.

Springora acusa a la sociedad francesa de haber mirado para otro lado por ser Gabriel Matzneff un escritor de culto. Es "la complacencia de toda una época", señala.

"Lo que busco con la novela es provocar un debate y una reflexión sobre cómo pudo haber ocurrido, explicar el dominio sobre una adolescente y la ambigüedad del consentimiento, y cuestionar los ambientes literarios y los medios que le dieron voz durante décadas".

Pasaron décadas también hasta que ella hizo oír su voz.

30 años después...

"Una vez que lo escribí, lo guardé un tiempo sin publicar porque tenía miedo de ser atacada por grupos influyentes del círculo literario parisino que protegían a Gabriel Matzneff", cuenta Springora sobre su larga demora a la hora de publicar Le Consentement.

"Temía que cuestionaran la legitimidad de mi testimonio, pese a que las obras de Matzneff lo validan. Me sentía intimidada".

"Además, no habría podido hacerlo antes porque no estaba preparada, tenía que tomar distancia. Y quería proteger a mi familia, sobre todo a mi hijo (ahora adolescente)".

Ella cree que, de haberlo publicado antes, su juventud y falta de experiencia ? hoy es directora de la prestigiosa editorial Julliard en París?habrían jugado en su contra.

Matzneff todavía niega que entre él y Springora existiera nada más que"un amor excepcional".

En una tribuna al diario L'Express el mismo día que Le Consentement salió a la venta aseguró que ella buscaba retratarlo como "un pervertido, un manipulador, un depredador, un cerdo".

Los pocos defensores acérrimos que le quedaban entonces no lograron evitar que esas palabras se volvieran en su contra.

El escándalo

El libro de Springora desató tal escándalo que el célebre escritor cayó del trono literario.

El ministro de Cultura anunció la suspensión de una ayuda económica que recibía desde 2002, así como la revisión de los premios que le había otorgado el Estado francés a lo largo de su prolífica carrera literaria, no tan aplaudida en 2020.

Pero hubo más: la prestigiosa editorial Gallimard retiró la comercialización de toda la obra de Matzneff, un hecho insólito en sus 140 años de historia.

Springora reprueba esa medida.

"Personalmente, yo jamás habría publicado esos libros por una cuestión de moral del editor. Es mi responsabilidad como editora aplicar lo que dice la ley, y no hay ninguna razón para hacer apología de la pedofilia".

"Pero me opongo a que las editoriales dejen de comercializarlos ahora porque estoy en contra de la censura de libros y, además, son una prueba valiosa de mi testimonio".

"Lo que hay que hacer es un ejercicio derevisionismo, no retirar su comercialización como si nunca hubieran existido. Deberían reeditarlos con una contextualización para el lector", propone.

Hay una investigación en curso contra Matzneff "pero los hechos ya prescribieron y eso impide condenarlo", dice Springora. Ella confía en que una revisión de la ley que está siendo tramitada este año permita una acción judicial.

"No hay mucho más que yo pueda hacer en cuanto a la ley, mi denuncia por ahora es simbólica".

Pero no es la única.

Regresión

Francesca Gee, quien también tuvo una relación con Matzneff cuando tenía 15 años y él le sacaba unos 30 ?narrada por el escritor en Ivre du vin perdu ("Ebrio de vino malogrado", 1983)? rompió su silencio poco después de la publicación de Le Consentement en una entrevista con The New York Times.

Trató de hacerlo antes publicando un libro, pero las editoriales le dieron la espalda.

"Quedé con ella. Estaba destrozada no solo por lo que vivió, sino porque no quisieron escuchar su historia. Pero me dijo que se alegraba de que yo sí hubiera podido hacerlo. Tengo la impresión de que con mi testimonio también le hago justicia", reflexiona Springora.

Ese testimonio fue, además, una regresión asu infancia que le ayudó a cerrar heridas.

"Escribir este libro fue una forma de renovar el diálogo con la niña y adolescente que fui y que todos llevamos dentro. Fue un ejercicio reconfortante y duro al mismo tiempo. Lloré mucho".

"Pero pude tomarle de la mano a esa niña de 13 años y decirle que estoy aquí para protegerla y que haré lo que sea para que se haga justicia".


Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombianadel 22 al 31 de enero de 2021, con eventos digitales a partir del día 28.


 

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