Un equipo internacional de investigadores del Reino Unido y de Estados Unidos afirma haber identificado la razón por la que algunas personas desarrollan coágulos sanguíneos tras recibir las vacunas Oxford-AstraZeneca o Johnson & Johnson contra el COVID-19.

Alrededor de marzo de 2021, empezaron a surgir informes de que algunas personas jóvenes estaban desarrollando una forma rara de coagulación de la sangre después de recibir esas inyecciones. Algunos países respondieron restringiendo la vacuna de AstraZeneca, por ejemplo, a las personas mayores de 60 años.

Ahora, ocho meses después, los investigadores que trabajaron con AstraZeneca han publicado sus conclusiones revisadas por expertos. Creen que estas vacunas de vectores virales pueden estar atrayendo una proteína, que podría provocar una respuesta inmunitaria que pondría en marcha un proceso potencialmente peligroso: la coagulación de la sangre.

La proteína se conoce como factor 4 plaquetario y está asociada a la coagulación.

Poco frecuente pero con riesgo de muerte

"La trombocitopenia inmunotrombótica inducida por la vacuna, también conocida como síndrome de trombosis con trombocitopenia, es una condición que pone en peligro la vida de un número muy pequeño de personas", escribieron los investigadores en un comunicado de prensa.

Que sea una enfermedad "poco frecuente" no es una mera cuestión de interpretación.

En octubre de 2021, la Fundación Británica del Corazón informó que en el Reino Unido se habían producido 423 casos conocidos de coágulos sanguíneos después de unas 24,9 millones de primeras dosis y 24,1 millones de segundas dosis de la vacuna. De las 423 personas que desarrollaron coágulos sanguíneos, 72 murieron. Seis de las muertes se produjeron después de la segunda dosis. También hubo algunas muertes en Alemania y Australia.

El vector viral

Las vacunas de Oxford-AstraZeneca y Johnson & Johnson utilizan tecnología de vectores virales.

En ese comunicado de prensa, publicado por la Universidad de Cardiff, los resultados sugieren que "es el vector viral -en este caso un adenovirus utilizado para transportar el material genético del coronavirus a las células- y la forma en que se une al factor 4 plaquetario (PF4)" lo que provoca esos coágulos de sangre.

Los adenovirus son virus comunes que causan una serie de dolencias, desde el dolor de garganta hasta la conjuntivitis.

También pueden utilizarse como portadores en las vacunas, para ayudar a transmitir la información justa a nuestros sistemas inmunitarios para que sepan qué es el coronavirus y que hay que derrotarlo. En este contexto, se conocen como "vectores virales".

En casos muy excepcionales, sugieren los científicos, "el vector vírico puede entrar en el flujo sanguíneo y unirse al PF4, donde el sistema inmunitario lo ve como algo extraño". Creen que esta inmunidad errónea podría dar lugar a la liberación de anticuerpos contra el PF4, que se unen a las plaquetas y las activan, "haciendo que se agrupen y desencadenen coágulos sanguíneos en un número muy reducido de personas tras la administración de la vacuna."

No se explica por qué el sistema inmunitario considera el PF4 como una amenaza.

DW solicitó entrevistas con los investigadores principales, Alan Parker, de la Universidad de Cardiff, y Alexander Baker, de la Clínica Mayo de Arizona, pero en el momento de redactar este artículo no estaban disponibles para hablar o mantener correspondencia por correo electrónico.

Una posible solución

Sin embargo, esta no es la primera investigación que se centra en el papel del PF4 para tratar de entender por qué algunas personas sufren coágulos de sangre después de recibir vacunas basadas en vectores.

En abril de 2021, la Agencia Europea de Medicamentos dijo que había encontrado una "posible relación con casos muy raros de coágulos sanguíneos inusuales con un nivel bajo de plaquetas".

Y en mayo de 2021, investigadores alemanes afirmaron en un estudio previo (no revisado por pares en ese momento) que habían detectado anticuerpos contra el PF4 en personas que habían recibido vacunas basadas en vectores.

La diferencia ahora es que el estudio de Cardiff-Arizona está revisado por pares - y que dicen que ahora entienden mejor por qué están viendo plaquetas PF4.

Dicen que el vector viral de la vacuna -también conocido como ChAdOx1- tiene una fuerte carga negativa y que "puede actuar como un imán y atraer proteínas con la carga opuesta, positiva, como la PF4".

Ahora que lo saben, pueden empezar a trabajar en una posible solución.

El autor principal, Alexander Baker, es citado en el comunicado de prensa diciendo que hay "una oportunidad de diseñar la cápside, o cubierta exterior de la vacuna, para evitar que se produzca esta interacción. Modificar ChAdOx1 para reducir la electronegatividad podría reducir la posibilidad de causar trombosis con síndrome de trombocitopenia".

Una historia de aprendizaje

Tampoco es la primera vez que se lanzan vacunas a la población y se descubre que producen riesgos para la salud antes raros o desconocidos, al tiempo que protegen a las personas contra su objetivo previsto, en este caso, el COVID-19.

Sucedió, por ejemplo, con la primera vacuna contra la polio. Debido a una serie de circunstancias que incluían un saneamiento local deficiente en algunas comunidades, la vacuna contra la poliomielitis ayudó a erradicar la poliomielitis salvaje, pero provocó al mismo tiempo una forma del virus derivada de la vacuna, contra la que todavía estamos luchando.

Lo que ahora se sabe sobre el bajo riesgo de los coágulos sanguíneos también significa que los científicos pueden mejorar las vacunas contra el COVID-19.

(gg)

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