Una mexicana denuncia que envió a su perro a un campamento de entrenamiento, pero se lo devolvieron hecho cenizas en una urna.

Adriana Mondragón explicó en sus redes sociales que su shiba inu “Maple” tenía algunos problemas de conducta cuando estaba en contacto con perros desconocidos, por lo que lo enviaron al campamento “You can dog” para que aprendiera a socializar sanamente.

“Maple” quedó a cargo del supuesto entrenador José Antonio Ávila López y su novia, Valeria Alejandra Juárez. A las 01:33 de la madrugada del 8 de julio, la mujer le escribió a Mondragón, asegurándole que a su perro lo había mordido una serpiente y que lo estaban trasladando a una veterinaria.

A las 03:26 Juárez le escribió “no me entra la llamada. Nos dijeron que por la edad y la mordida no resistió", añadiendo que iban a cremar los restos, sin consultar ni contar con la autorización de su dueña. A las 03:55 llamaron nuevamente a Adriana y le dieron una dirección a la que ir,  en donde le entregaron la urna con las cenizas de “Maple” y le pidieron perdón.

“Les pedimos que nos llevaran a la clínica y se negaron todo el tiempo. No había fotos. No querían llevarnos con su veterinario. No sabemos si es real la manera en la que murió. No sabemos si se lo robaron o qué pasó. Ni siquiera nos entregaron su plaquita”, aseguró Mondragón, comentando que después la bloquearon de Whatsapp.

La joven y su novio, David Popomeya, interpusieron una denuncia ante la Fiscalía Especializada en Delitos Ambientales y Protección Urbana (Fedapur) de México.

"No tengo certeza de lo que realmente pasó con 'Maple', si sigue con vida, si lo vendieron o está muerto”, dijo David Popomeya a El Universal, agregando que los responsables del supuesto campamento “no nos entregaron ni la placa, ni la pelota que le enviamos y ninguno de sus juguetes, más que la urna”.

Mondragón cree que Ávila y Juárez se robaron al perro, ya que los shiba inu están en demanda por ser virales en redes sociales, además de que “no es posible hacer la incineración en menos de una hora, nos tenía que pedir nuestra autorización, y además en el contrato solo decía que en caso de morir el perro, se debía hacer una necropsia, en ningún momento hubo una cláusula que dijera lo de una incineración”.

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