Cuando los líderes gubernamentales se reúnen, no importa en qué lugar el mundo, estos días un hombre que todavía no forma parte de las reuniones está siempre presente: Donald Trump, quien en enero asumirá su función como 45° presidente de los Estados Unidos de América.

Todo el mundo parece tener alguna recomendación que ofrecer al controvertido multimillonario. Por ejemplo, el pasado fin de semana en la cumbre de la Comunidad Económica del Asia y el Pacífico (APEC), en Lima, el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, advirtió contra barreras comerciales en Estados Unidos y abogó por el libre comercio. Trump, por su parte, anunció que saldría del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) el día que asuma el cargo.

De todas maneras, no todo el mundo está de acuerdo con la postura de Kuczynski. La semana pasada hubo protestas contra el TPP. Tras siete años de negociaciones, el TPP fue firmado por un grupo de doce países de países de la Costa del Pacífico, desde el pequeño Brunei hasta el poderoso Estados Unidos, en febrero de 2016. Perú se cuenta entre los firmantes.

Sin embargo, el TPP todavía tiene que ser ratificado por el Parlamento peruano. Los críticos se oponen al acuerdo, en parte porque fue negociado a puerta cerrada, y albergan sospechas de que ello debe significar que el acuerdo beneficiará a empresas influyentes e intereses financieros a costa de la población en general. En Europa se oyen críticas similares en relación al Tratado de Comercio e Inversión Transatlántico (TTIP, por sus siglas en inglés), que la Unión Europea ha estado intentando negociar con el gobierno de Estados Unidos.

Para todos los opositores a tales acuerdos, hay un nuevo amanecer en el horizonte. Durante su campaña, Donald Trump nunca se cansó de dejar su posición clara: el libre comercio es algo noble en teoría, pero en realidad, durante mucho tiempo los Estados Unidos han estado en una "guerra comercial” con China. De manera similar, debería renegociarse el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Canadá y México, debería revocarse el TPP y deberían descartarse las negociaciones del TTIP. Y como los chinos (y los mexicanos) son culpables de los problemas económicos de Estados Unidos, deberían ser castigados con aranceles de importación.

¡Adversarios de la globalización, uníos!

Desafortunadamente, las cosas no son tan simples.

Pero vayamos por parte. Ni siquiera un presidente Donald Trump podrá proclamar simplemente el final de la globalización económica o agitar una varita mágica que fragmente instantáneamente las cadenas de suministro mundiales de la noche a la mañana. Una aplicación repentina de proteccionismo y aislacionismo tendría como impacto inmediato una profunda recesión mundial. Y, sus asesores finalmente encontrarán una manera de dejarle claro que los aranceles punitivos, digamos del 35 por ciento, sobre los productos chinos, volverían dichos productos más caros. ¿Quiénes serían los perjudicados? Correcto: los compradores de Walmart, personas que no pueden permitirse productos caros.

Los asesores de Trump también deben decirle que el TPP es un acuerdo de libre comercio que pretende ser, en parte, un contrapeso para la política comercial de China, que no forma parte del mismo. Si se abandona el TPP, los chinos intentarán presionar para sacar adelante su propio tratado de comercio, el RCEP, está diseñado sin consultar a los Estados Unidos. Además, aquellos que, como Trump, quieren incrementar los aranceles tendrían que inevitablemente dejar la red de la APEC, porque su objetivo declarado es reducir los aranceles y otras barreras comerciales. Se reduciría así la influencia de Estados Unidos en Asia oriental y el área del Pacífico.

El mundo real es complicado

La respuesta real a la cuestión de si el libre comercio (o alternativamente, la globalización) es responsable de la pérdida de empleos en los países industrializados nunca es un simple sí o no. Si el acero barato no se produce más en Duisburgo o Pittsburgh, sino en algún lugar de China, los trabajadores en Duisburgo o Pittsburgh pierden sus trabajos. Sin embargo, entonces los gobiernos pertinentes tienen que dar a las personas una perspectiva para su futuro a través de educación, capacitación y cambios estructurales.

El libre comercio no es el principal motor de los cambios del mercado del trabajo, sino la tecnología. Las fábricas se automatizan cada vez más, hay menos trabajos en las industrias manufactureras y más en el sector de los servicios. (En Alemania, sin embargo, la tendencia hacia la desindustrialización es menos pronunciada. Los gobiernos de otros países, como Gran Bretaña, lo han reconocido y ahora están hablando de un renacimiento de la industria manufacturera nacional).

Entre los empresarios y economistas del mundo se está extendiendo el miedo a que Donald Trump sea realmente lo que el dijo ser durante su campaña electoral: un archi-opositor al libre comercio.

Si sus planes se ponen en marcha, el mundo caería rápidamente en una guerra comercial, y luego en la ruina. Por eso, aquí proponemos otro plan para el nuevo hombre en la Casa Blanca. Primer paso: ¡Alejarse de todos los acuerdos de libre comercio bilaterales y regionales! Porque tales acuerdos incluyendo TPP, TTIP, TLCAN y otros, tienen una cosa en común: siempre discriminan a los países que no son miembros. TPP excluye a los chinos, el tratado chino excluye a los estadounidenses y todos esos acuerdos excluyen a los países africanos.

Lo que se necesita es un acuerdo comercial mundial. La Organización Mundial del Comercio (OMC) de Naciones Unidas, casi consiguió una vez semejante acuerdo. Pero eso quedó en nada, en parte porque Barack Obama, campeón declarado del libre comercio, no lo defendió realmente.

Por lo tanto, señor Presidente electo, ¿qué dice? Tal vez un acuerdo de libre comercio mundial no le hará ganar un premio Nobel de la Paz, pero seguramente generaría nuevos empleos en Estados Unidos y esto es lo que usted prometió a sus conciudadanos, ¿no? 

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