Kevin McGeever apareció a un costado de una carretera rural, empapado y demacrado.

No llevaba zapatos y había cubierto su esquelética figura con un pedazo de plástico.

Catherine Vallely pasaba por allí con una amiga cuando los faros de su coche alumbraron al hombre y, como vestía unos pantalones rojos, durante unas fracciones de segundo lo confundió con un cono de tráfico.

Al darse cuenta de su error, frenó y se ofreció a llevarlo donde fuera.

La mujer no pudo evitar fijarse en su densa barba blanca, sus ojos hundidos y sus amarillentas y largas uñas.

"Nos dijo que acababa de ser expulsado de una furgoneta", cuenta Vallely.

"Parecía un vagabundo, una persona sin hogar. Pensé que sólo era un anciano que no sabía de qué hablaba", recuerda.

"Así que le seguí la corriente".

Era enero de 2013.

Primeras inconsistencias

Como las luces seguían encendidas en la comisaría de Garda, en Ballinamore, Leitrim, un condado del oeste de Irlanda, lo llevó allí.

McGeever entró a la delegación y le dijo al policía a cargo que estaba en su mansión del condado de Galway, a unos 170 kilómetros de allí, cuando unos hombres armados lo secuestraron.

contó que después lo tuvieron en un contenedor subterráneo por ocho meses.

Cuando por fin se quitó el sombrero, el agente vio que McGeever tenía escrita en la frente la palabra "tief", una referencia con un error ortográfico a "thief", ladrón en inglés.

En ese momento el policía lo tomó en serio, cuenta Brian Carroll, el director de "The Many Lives of Kevin McGeever" (Las muchas vidas de Kevin McGeever), un documental que acaba de hacer para la televisión irlandesa RTE y que cuenta la increíble historia.

Y es que en un principio no tenía ninguna razón para dudar de lo que contaba.

Además, su compañero Siobhan O'Callaghan había reportado su desaparición siete meses antes, en junio de 2012.

Pero la historia pronto empezaría a resquebrajarse.

"Cuando lo llevaron al hospital local para que lo examinaran, los médicos constataron que había perdido unos 35 kilos. Sin embargo, no detectaron una gran pérdida de masa muscular ni un daño serio en su vista, como cabría esperarse de un hombre que había pasado ocho meses sumido en una oscuridad absoluta", explica Carroll.

Las autoridades incluso encontraron a un testigo que les aseguró haber visto a McGeever más de una vez después de su supuesto secuestro.

También rastrearon textos enviados desde su celular a Alemania, Irlanda del Norte y a otros puntos de Reino Unido.

Pero si la historia no era real, ¿por qué se habría tomado alguien tanta molestia para convencer al mundo de que había sido secuestrado?

Apartamentos de lujo en Dubái

Entre 1990 y 2002, en una época en la que la República de Irlanda vivió tal crecimiento económico que fue apodada "El tigre celta", McGeever vendió apartamentos de lujo en Dubái a inversores irlandeses.

El empresario irlandés Jim Byrne, quien vive y trabaja hoy en el emirato, compró cinco.

Pero en 2008, con el hundimiento del mercado inmobiliario, empezó a preocuparse.

Así que contactó a McGeever, quien le aseguró que, aunque sí había habido algunos problemas, su propiedad estaba a salvo.

Sin embargo, no le habían entregado ninguno de los apartamentos, ni le habían devuelto el dinero.

Y descubrió que al menos uno se lo habían vendido a otra persona.

Dos de las propiedades eran parte de un complejo llamado Torre Shami.

"Trató de que me centrara en los otros apartamentos, que tampoco me había entregado", recuerda Byrne.

"Y en 2009 descubrí que no era dueño de ninguno de ellos. Así que lo he estado buscando desde entonces".

En 2011 Dubái emitió una orden de detención contra McGeever, quien fue retenido brevemente en Alemania.

Pero el caso quedó en el limbo antes de que pudiera ser extraditado a Emiratos Árabes Unidos.

Ante eso, Byrne llevó el caso a un tribunal irlandés. Y en 2014 éste ordenó a McGeever pagarle al empresario un millón de euros (US$1,13 millones).

Sin embargo, a los dos años Byrne aún no había recibido el dinero.

McGeever no aceptó hablar con la BBC, pero le dijo a Carrol que había revendido los apartamentos sólo en aquellos casos en los que no había recibido el pago correspondiente a la primera venta y cuando los inversionistas originales se habían declarado en bancarrota.

En una entrevista ofrecida al diario irlandés Irish Independent reconoció que la policía alemana lo había interrogado.

Pero inmediatamente exclamó: "Los alemanes me dijeron que era todo una gran broma y no lo tomaron en serio".

Fraude en Estados Unidos

Así que Carroll decidió ahondar en el pasado de McGeever y descubrió que antes de la polémica en Dubái, Estados Unidos lo había buscado por unos cargos de fraude que se remontaban a 2003.

Había vivido en aquel país desde finales de la década de 1990.

Tenía residencia fija en Georgia, pero también había pasado temporadas en caros complejos de veraneo en Florida.

"Se las arregló para convencer a inversionistas de toda Norteamérica, incluido México y Canadá, y de Irlanda y de otras partes de Europa para que invirtieran en lo que decía ser su banco privado en Liechtenstein", explica Carroll.

"Lo había llamado el World Trust Bank (Banco Mundial de la Confianza) y los inversionistas no dudaron en involucrase (en el proyecto), transfiriendo de inmediato hasta US$8 millones a su cuenta bancaria", relata.

"Le habían creído y pensaban que podría devolverles más del 25% de los depósitos cada vez".

En el documental Carroll cuenta que para cuando los inversores se dieron cuenta que algo andaba mal, habían desaparecido más de US$2 millones.

En cierto momento Doug Johnson, quien había sido cómplice del fraude, presentó evidencias contra McGeever.

Pero era demasiado tarde. El irlandés ya se había ido del país.

A pesar de que EE.UU. no buscó extraditarlo en su momento, la Oficina Federal de Investigación (FBI) le informó a Carroll que si McGeever volvía a poner un pie en el país sería arrestado.

McGeever por su parte negó haber cometido irregularidades en EE.UU. y declaró al Irish Independent que el caso se cayó porque había sido una confusión de identidad.

"Probablemente hay miles de personas apellidadas McGeever que han emigrado de EE.UU. a Irlanda", le dijo al medio.

"Extrañamente hay un montón de Kevin McGeevers viviendo en la costa este estadounidense, en Arizona y en Florida, por todas partes. Así que me confundieron con otra persona".

Sin lugares a los que huir

Así que, con su historial de hacer maletas y mudarse de país, ¿por qué decidiría McGeevers ahora fingir un secuestro?

"Creo que simplemente se quedó sin lugares a los que huir", contesta Carroll.

Cuando lo acusaron de malgastar el tiempo de la policía, McGeever hizo algo "increíblemente estúpido" y se arrepintió de los hechos, dice su abogado defensor, John Jordan.

El juez suspendió la sentencia, para que los inversores no tuvieran que seguir gastando en abogados en caso de que la investigación se prolongara.

Además, "si lo envío a prisión, los contribuyentes van a tener que pagar por su mantenimiento, por la casa, la ropa y la alimentación. Así que suspenderé la sentencia por cinco años", explicó.

Entonces, ¿dónde estuvo McGeeve durante los ocho meses que dijo que duró su supuesto secuestro?

"Ese es el verdadero misterio", reconoce Carroll.

"La verdad es que nadie lo sabe".

 

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