Foto: Verónica Ortíz


Jaime Bellolio no ha bajado el moño ante el embajador chino, Xu Bu, quien acusó al diputado de la UDI de haber cruzado la línea de fuego al reunirse con el joven Joshua Wong, líder de las manifestaciones en Hong Kong.

No fue una discusión a puertas cerradas, sino una polémica pública bastante inusual. El representante del gobierno de Beijing acusó al diputado UDI de que sus “acciones han violado seriamente los intereses fundamentales de China. Él dice que el activista es una persona democrática, pero no lo es. Es un radical violento”, declaró en una reciente entrevista en el diario El Mercurio, donde también ha publicado un par de cartas en contra de Bellolio.

“Bienvenido a la democracia”, fue parte de la respuesta del parlamentario, a quien muchos han calificado de corajudo por enfrentarse airadamente con la autoridad china y seguir apoyando la causa de los jóvenes de Hong Kong. Para el ingeniero comercial de la UC, lo que está en juego es el marco de la democracia liberal y la defensa irrestricta a los derechos humanos.

-China es un socio estratégico para Chile. ¿No era una buena razón para bajar el tono?

-Para serte franco, yo no me esperaba una reacción así. Es inédito que un embajador escriba una carta con ese nivel de agresividad. Pero, la verdad, no me importa el tono de sus críticas o si ocupa más o menos palabras para descalificarme. Lo que me preocupa es el interés de censurar a los parlamentarios chilenos o pretender decirnos con qué personas uno se pueda juntar. Además, fue él mismo el que abrió la puerta para que Joshua Wong fuera conocido en Chile. Así que se lo agradezco enormemente.

-¿Trajiste la causa a Chile?

-El tema no es la foto de esa hora y media en que estuve hablando con Joshua, sino que exportar esa lucha que es muy importante para el futuro. Lo que está en juego en Hong Kong no es solo que ellos puedan elegir el gobernador, es también una manera de defender el futuro de la democracia liberal.

-¿En qué sentido?

-Cuando China dice que su posición se ve amenazada por un joven de 22 años al que califica de matón social, no puedo dejar de pensar que esas son las mismas palabras que ocupan los dictadores para luego violar los derechos humanos de esas personas. La simpatía que despierta Joshua tiene un sentido profundo, además.

-¿La libre expresión democrática o algo más?

-La última vez que vimos a jóvenes que luchaban por la democracia en China, ocurrió Tiananmén. Entonces, es cierto que Hong Kong no es Tiananmén, pero la amenaza pesa ahí todavía. Yo creo que durante demasiado rato nosotros nos quedamos callados en algo que no es razonable silenciar.

– ¿Quiénes son “nosotros”?

-Nosotros en Chile, nosotros en la derecha. Pienso que el hecho de tener una relación comercial tan importante con China –de 40 mil millones de dólares– no puede significar que nosotros tengamos una mordaza sobre las violaciones a los derechos humanos que ocurren en China. O sea, no por tener una buena relación comercial, uno tiene que hacer vista gorda.

-Y en Chile ¿se ha hecho vista gorda? 

-Yo creo que la derecha y la izquierda chilena han hecho vista gorda con lo que pasa en China. Y si el precio a pagar por vender más cerezas es que nosotros tengamos que decir que no nos importan los derechos de las personas, no cuenten conmigo. Los chinos tienen que entenderlo. Si legítimamente quieren tener buenas relaciones comerciales con nosotros, eso tiene que ser dentro de un marco de respeto por la dignidad humana.

-¿La Cancillería chilena ha sido tibia en apoyarte?

-No. Yo me he sentido apoyado por la Cancillería chilena. Ellos dicen, y yo lo entiendo, que los parlamentarios chilenos tenemos todo el derecho de libre tránsito y de libertad de expresión. Y que el embajador también tiene el derecho de emitir sus opiniones, dado el convenio de Viena. Eso es evidente para nosotros, pero pareciera que para el embajador chino no lo era tanto.

-¿Te pidieron un poco de cautela?

-No. Nunca nadie me dijo ni cállate ni cálmate. A la Cancillería chilena le importaba mucho si yo había omitido opinión sobre la autonomía de Hong Kong e independencia de Taiwán, cuestión que yo no he hecho y que se la hice ver personalmente al embajador. Mi problema con China son las violaciones a los derechos humanos en China.

-¿No hubo amenazas bajo cuerdas?

-Si las ha habido, no las conozco. Ahora, el embajador chino dice que yo puse en riesgo la integridad territorial de China. La verdad, no creo ser tan poderoso. Y si ellos creen que porque tienen una disputa conmigo se ponen en riesgo las relaciones de Chile y China, creo que ellos mismos dan cuenta de la fragilidad de su propio modelo.

-Algunos críticos han dicho que en las últimas semanas ha habido una postura medio tibiona desde la política internacional chilena. Tanto respecto de China como de Brasil. ¿Lo crees así?

-Bueno, es lo que llaman el lenguaje diplomático y ante el cual yo no estoy muy acostumbrado, como es evidente y como le ha tocado ver al embajador chino. Es que a mí no me gustan las medias tintas ni ser amarillo en mis declaraciones.

-Así como está cambiando el ordenamiento mundial, ¿estos hechos no muestran que se requiere un cambio en cómo se hace diplomacia?

-Yo no quiero sobrerrevolucionarme en este tema, pero me gustaría ver a la Cancillería chilena tomando posición de manera más fuerte y más clara, tal como lo hace con Venezuela, Cuba o Nicaragua. Hay otros lugares donde los valores esenciales de la dignidad humana y de la democracia están en riesgo.

-O sea, ¿hay que revisar nuestra manera de ejercer relaciones internacionales?

-Entiendo que hay una lógica diplomática en que todo se acomoda como jalea sin sabor, pero una cosa distinta es que este mundo, en donde está en riesgo la democracia liberal y están más de moda el populismo y las lógicas autoritarias, uno tiene que ser muy claro con la universalidad de los derechos humanos y respeto pleno.

El “infiltrado”

-Su partido, la UDI, ha enviado señales. Cuando Jacqueline van Rysselberghe fue la primera en ir a ver a Jair Bolsonaro algo quiso decir. Entonces, ¿son mayoría o minoría los que hoy defienden la democracia liberal?

-Respecto de Bolsonaro, yo manifesté mi diferencia en el primer instante. No porque ella no pueda ir a juntarse con las personas que quiera, sino porque era traer el modelo de liderazgo de Bolsonaro a Chile. Y eso es justo lo contrario de lo que yo creo. Su forma de hacer política, su mirada respecto a la diversidad de la sociedad…

-¿Dirías que tu postura es más bien solitaria?

-No. Yo me siento respaldado, no por todos, pero por una buena parte de la UDI y también por gente de RN y Evópoli. Hablo de un sector que cree que no podemos quedarnos callados frente a las violaciones a los derechos humanos.

“Y lo digo porque durante mucho tiempo, la izquierda insistió en que ese era un monopolio exclusivo de ellos. Y así como el Partido Socialista hizo un tránsito entre que justificaba las acciones violentas como método legítimo de la política, y hoy día no lo hacen, y hay otros partidos de izquierda como el Frente Amplio y el Partido Comunista, que siguen justificando violaciones a los derechos humanos que hoy día ocurren en el mundo, a la derecha también le falta hacer ese propio tránsito”.

-¿No lo ha hecho?

-Lo ha hecho más bien forzada por el tiempo que por la autocrítica o la reflexión profunda. Por ejemplo, hoy no veo a nadie de mi sector que justifique las violaciones a los derechos humanos en la dictadura. Sin embargo, todavía hay muchos que se sienten incómodos cuando uno habla de dictadura o dice que los resultados económicos no justifican las atrocidades que hubo en materia de derechos humanos.

-¿Y cómo crees que te miran esos sectores?

-Hay un grupo de personas de derecha, sobre todo de mayor edad, que me rechazan por decir estas cosas. Incluso algunos me dicen que estoy equivocado de sector político. O que soy un infiltrado del Frente Amplio en la UDI. O sea, por el hecho de decir que nada justifica golpes de Estado, ni siquiera los resultados económicos… Mi convicción es que la defensa a los derechos humanos es universal y no se lo podemos regalar a la izquierda.

La batalla generacional

-Hace un par de año dijiste que la gran disputa ideológica sería con los jóvenes del Frente Amplio. Hoy, Camila Vallejo y Karol Cariola han instalado un debate por las 40 horas. ¿Cómo lo ves? ¿Pusieron en jaque al gobierno?

-Yo creo que empujaron al gobierno a una esquina, de tal forma que el gobierno terminó entrando a una cancha en la cual era obvio que la propuesta de ellas era más popular. Luego propusieron las 41 horas con flexibilidad y quedó la impresión de que el gobierno quiso ir a competir en una cancha en la cual ya tenía perdida la batalla.

-Como diputado cercano a esa generación, ¿te sentiste frustrado por la forma como se ha llevado esta discusión?

-Yo creo que ellas han sido muy hábiles y persistentes. Este proyecto lleva tres años. En el gobierno anterior se les dio un portazo. Se les dijo que no, que era inconstitucional, pero ellas siguieron y generaron una causa social similar a lo que pasó el 2011.

-¿Ocuparon herramientas parecidas?

-Por supuesto. Ocuparon herramientas similares en el sentido de que sintonizan con una mayoría de la sociedad, pero que no está necesariamente alineada con la lógica del PC. O sea, los comunistas no pesan más de un 3%. Sin embargo, si uno ve la lógica del proyecto de 40 horas, ve que empatiza con 60% o más de la población. Entonces, la habilidad de ir a buscar causas que son populares, pero que a la vez tienen sentido en sus convicciones, fue lo que a este gobierno lo sorprendió.

-¿Les costó verlo?

-A todos nos costó ver que esto era algo que podía encauzarse con esa magnitud y que después iba a ser muy difícil de detener. También está el hecho de que hay otros parlamentarios que se sumaron simplemente por una cuestión de conveniencia, no por convicción.

-¿Cuánto daño le hace, estratégicamente, al gobierno?

-Complica al gobierno porque lo saca de la agenda y lo obliga a poner sobre la mesa un tema que no era su prioridad.

-Esa generación de izquierda –Boric, Vallejo, entre otros– ¿ha tenido más éxito que tu generación política en la derecha?

-Bueno, sin lugar a duda son más conocidos, son más populares y son muchos más. La política es por definición una cuestión colectiva, y a pesar de que ellos están en proyectos políticos distintos, se unen en algunas causas, y tienen el éxito que uno puede ver. 

-¿Por qué en tu generación no se ve una articulación parecida?

-No tenemos esa articulación quizá porque somos menos o simplemente porque nos ha costado hacer la reflexión de qué es lo que queremos para los próximos 15 o 20 años. Hasta ahora, la única figura de la centroderecha que ha sido capaz de aunar todas las diferentes tribus de Chile Vamos ha sido Sebastián Piñera, que ha sido un buen líder, pero no está claro quién es el líder que lo sigue.

-¿Joaquín Lavín no surge como un líder claro en ese sentido?

-Lavín es, sin lugar a dudas, el que tiene las mejores opciones de ser presidente hoy día. Pero para liderar requiere tener un programa que interprete a los distintos sectores de la centroderecha. ¿Tiene la capacidad para hacerlo? Por supuesto que sí. Pero hoy día no existe, a eso voy.

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