Phillip Durán y James Gatica

Un escueto llamado telefónico recibieron el viernes pasado en la Cancillería. Desde la embajada argentina en Santiago, un diplomático transmitió que Rafael Bielsa, el embajador de ese país, no llegaría al día siguiente, como inicialmente se había informado. Razones de fuerza mayor, fue la explicación.

La noticia tomó por completa sorpresa al Gobierno chileno. La llegada del ex canciller transandino era esperada en Santiago, no sólo por su alto perfil, sino también porque durante las dos semanas previas se habían realizado esfuerzos por dar señales de distensión con el gobierno de Alberto Fernández luego del impasse producido por la teleconferencia del mandatario argentino con dirigentes de la oposición chilena. El arribo de Bielsa sería un hito potente en esa ruta. Sobre todo, decían en Santiago, si el hermano del ex tecnico de la “Roja” llegaba a bordo de un vuelo humanitario ante la pandemia, trayendo chilenos desde Buenos Aires y llevándose posteriormente a argentinos a su país.

Pero sobre todo, en Chile descolocó lo escaso de las explicaciones. A la llamada de la embajada transandina se sumó una conversación entre Bielsa y el embajador de Chile en Buenos Aires, Nicolás Monckeberg. En el diálogo, el diplomático argentino transmitió que ese viernes se había reunido con el Presidente Alberto Fernández, quien le pidió a último minuto quedarse para una “misión especial” relacionada con la “política interna”, sin dar más detalles. Sólo insistió en que la intempestiva decisión no tenía nada que ver con Chile.

En Santiago de inmediato se abrieron las especulaciones. La posibilidad de que el ex canciller fuera designado en un nuevo cargo en Buenos Aires ha sido comentario en la diplomacia chilena, donde agregan que mayor información del país vecino no ha habido y que los cancilleres Teodoro Ribera y Felipe Solá tampoco han hablado al respecto.

De manera informal, las versiones que vienen de Buenos Aires dicen que a Bielsa le encargaron hacer contactos con bonistas, en medio de la negociación por la deuda que el gobierno de Fernández impulsa para evitar un default.

Como sea, en Chile varios diplomáticos dicen no saber cómo interpretar lo ocurrido. Aunque una cosa está clara: la Cancillería seguirá haciendo esfuerzos por impulsar una agenda con Buenos Aires, considerando el frío inicio, marcado por las críticas del presidente argentino al manejo de la epidemia en Santiago.

La semana pasada, de hecho, los vicecancilleres de ambos países sostuvieron una videoconferencia para empezar a dar forma oficial a una agenda bilateral, con áreas de cooperación y metas específicas. Mientras que el embajador Monckeberg trabaja en la pronta eliminación del cobro por roaming telefónico entre ambos países, una medida que trae beneficios concretos para los ciudadanos.

En la Cancillería, en todo caso, no dan por descartado el último mensaje que entregó Bielsa a Monckeberg el viernes pasado: reagendará su llegada a Santiago dentro de los próximos diez días.

Una promesa que algunos ven con dificultad hoy, luego de que el diario transandino Clarín publicara que la instrucción de la Cancillería argentina fue cancelar los viajes de varios nuevos embajadores a sus respectivos destinos, para que eviten estos días marcados por el peak de la pandemia.

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