Cuando se habla de las potencias europeas que colonizaron América Latina se suele pensar en España y Portugal.

Pero el Sacro Imperio Romano Germánico -como se conoció hasta el 1800 a la actual Alemania- también tuvo un papel, aunque breve y poco conocido, en la historia de esta región.

Durante 18 años, entre 1528 y 1546, una familia de banqueros y comerciantes alemanes tuvo a su cargo la llamada Provincia de Venezuela, un territorio situado en el norte del actual país caribeño, que acababa de ser descubierto por la corona española.

Se trataba de una transacción económica: la familia en cuestión, los poderosos Welser de Augsburgo, le habían prestado mucho dinero al rey español Carlos I, quien también era emperador del Imperio Romano Germánico (bajo el título de Carlos V).

Fue justamente para obtener este último título, que requería ganar los votos de siete príncipes electores, que el monarca se endeudó fuertemente con algunos banqueros europeos.

Sus principales prestamistas fueron dos familias del sur de Baviera, los Welser y los Fugger. Pero eventualmente los primeros se convirtieron en acreedores de la deuda total, que ascendía a lo que hoy serían unos US$25 millones.

El problema fue que cuando Carlos logró ser nombrado emperador alemán, en 1520, no comenzó a devolver el dinero. Tras años de negociaciones, las partes llegaron a un acuerdo.

En vez de dinero, Bartolomé Welser y su familia recibieron una porción de tierra en el Nuevo Mundo, que podrían explotar para su propio beneficio.

El rey le cedió al banquero alemán la Provincia de Venezuela, que pasó a llamarse Klein-Venedig (Pequeña Venecia, en alemán).

En busca de El Dorado

La región, que también se conoció como Welserland (país Welser) y Welser-Kolonie (Colonia Welser), era de especial interés para esta familia de comerciantes y financistas, ya que en la época muchos estaban convencidos de que allí se encontraba la mítica ciudad de El Dorado, hecha de oro.

La zona que quedó en manos de los alemanes se extendía unos 900 kilómetros, casi desde la actual frontera con Colombia, al oeste, hasta lo que hoy es la ciudad de Barcelona, capital del estado de Anzoátegui, al este.

El acuerdo establecido con la corona era que los Welser fundarían dos ciudades y construirían tres fortalezas, desde las cuales se organizarían las expediciones a la selva para buscar oro.

A cambio, podrían gobernar a gusto: nombrando sus propios gobernadores, usando a los indios como mano de obra forzada y trayendo hasta 4.000 esclavos desde África.

Si bien no tenían que pagar impuestos al rey, se acordó que el monarca se quedaría con un décimo del oro hallado.

Con el fin de encontrar ese tesoro, los Welser nombraron como gobernador de la Provincia de Venezuela al explorador alemán Ambrose von Alfinger, quien ya era representante comercial de los banqueros en la isla de La Española (hoy República Dominicana y Haití).

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También enviaron a su colonia a 400 mineros alemanes, que acompañaron a Alfinger en sus expediciones.

El conquistador alemán no encontró El Dorado y tampoco logró hallar las riquezas que anhelaban los Welser.

Sin embargo, sí dejo su huella en la historia de Venezuela: en 1529 fundó Maracaibo, hoy una de las ciudades más importantes del país caribeño.

De mal en peor

Cuando Alfinger falleció en 1533, a causa de una herida producida por una flecha, fue reemplazado por Georg von Speyer, quien no tuvo mejor suerte.

Tras años de expediciones infructuosas, Von Speyer renunció por problemas de salud en 1539 y un año después falleció.

Para entonces, muchos de los colonizadores que habían llegado desde Alemania habían perdido la vida, ya sea a causa de enfermedades locales para los que no estaban inmunizados o en enfrentamientos con los pueblos indígenas.

Pero los Welser no bajaron los brazos. El heredero de la familia, también llamado Bartolomé, como su padre, viajó personalmente a Venezuela en 1540 y se sumó a una larga expedición organizada por el tercer gobernador alemán de la región: Philipp von Hutten, quien ya había explorado la zona junto con Von Speyer.

Por cinco años recorrieron el interior de la provincia.

Ante su ausencia, y cansado de los muchos problemas que había generado tener una colonia alemana en su territorio, el rey Carlos reclamó el derecho de nombrar a un gobernador interino.

Envió a Juan de Carvajal a la capital de la provincia, Santa Ana de Coro.

Cuando los exploradores regresaron, en 1946, Carvajal los capturó y los ejecutó.

El monarca español dio por terminado el acuerdo con los Welser por incumplimiento de contrato.

Así concluyó la principal experiencia colonizadora alemana en América.

 

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