Las plumas de colores brillantes de guacamayos, amazonas y otros loros neotropicales fueron uno de los símbolos más importantes de riqueza, poder y santidad en las Américas precolombinas. 

En los Andes, la ropa y los textiles finamente elaborados con plumas multicolores de loros tropicales materializaron poder, prestigio y distinción y fueron particularmente apreciados por las élites políticas y religiosas.

Un estudio revela que durante el Período Intermedio Tardío (1100 a 1450 d.C.), las comunidades del oasis de Atacama adquirieron guacamayos escarlata (Ara macao) y al menos cinco especies adicionales de loros translocados a través de vastas redes de intercambio que se extendían más de 500 km hacia los trópicos amazónicos orientales.

“Lo que consideramos interacciones aceptables con los animales bajo nuestro cuidado era muy diferente en ese entonces”, dice el arqueólogo antropológico José Capriles de la Universidad Estatal de Pensilvania.

Estos animales, que si bien tenían un alto valor, no tuvieron una buena vida, sino que sufrieron fracturas, vivir con las patas amarradas y sobre todo, vivir para que les arrancaran las plumas, esperando a que le crecieran nuevamente para repetir el proceso.  

Las coloridas aves probablemente vivieron una existencia miserable en cautiverio, lejos de las selvas tropicales del Amazonas que alguna vez fueron su hogar.

El comercio de plumas en la región se remonta a mucho más tiempo, al menos a las momias Chinchorro de alrededor del 5050 A.C. Miles de años después, las plumas seguían siendo una característica preciada que se usaba en prendas, sombreros, tocados y otros adornos.

Además de la dura vida en cautiverio, estas aves debieron soportar un largo viajes desde el Amazonas hasta el desierto de Atacama, una travesía de meses en condiciones muy complicadas de transporte. 

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