Por Bastián García Santander

La puesta en escena es imponente. Incluso antes de entrar a la Pista Atlética del Estadio Nacional, un ojo gigante como telón de fondo -que proyectará toda clase de imágenes estimulantes- mira fijo a los 18 mil fanáticos que esperan a Katy Perry, una pasarela serpentea entre quienes adquirieron los tickets más costosos y una banda de al menos siete músicos dan inicio a “Witness”, la apertura que bautiza al último disco y gira mundial de la artista estadounidense.

Allí, en ese show que retrata un viaje desde el espacio exterior hasta su mente y su capacidad para crear universos irreales, la cantante que evolucionó a show woman es capaz de mezclar los colores de Disneylandia con la teatralidad del Cirque du Soleil y salir airosa gracias a su carisma y naturalidad que atrae y enternece en partes iguales -intentó hablar en español y terminó diciendo “leche” sin motivo aparente-.

Desde el inicio de tintes kraftwerkianos hasta el desenlace extraterrestre, Katy Perry se las arregla para cantar y bailar sin perder el ritmo, cambiarse de atuendo hasta en tres oportunidades para marcar el fin e inicio de cada acto dentro del concierto e incluso para realizar una suerte de scketch humorístico junto a ‘Left Shark’, el famoso corpóreo (tiburón izquierdo) que se hizo viral en el show de medio tiempo del Super Bowl. 

La artista se luce y la parafernalia la complementa. Aparecen flamencos gigantes, rosas mutantes, un cuerpo de baile con cabezas de televisión y también cíclopes de labios rojos (como en la portada del disco), planetas del tamaño de una persona y hasta seis paneles en el centro del escenario que se elevan y esconden de acuerdo a la coreografía de turno. Y aun así construye un guión mejor articulado y rimbombante que en sus anteriores giras.

Los éxitos están, comenzó a construirlos hace casi una década, pero acá los utiliza a la medida del show. “I kissed a girl” gira directa hacia la electrónica; “Bon appétit” -que descarta la colaboración de Migos- se desprende de lo urbano y se decanta por el dance para reinterpretar brevemente “What have you done for me lately” de Janet Jackson; y “California gurls” y “Last friday night (T.G.I.F.)” se oyen más frescas por la línea de bajo cercana al funk.

Y al final, saliendo de una mano gigante que nacía al término de la pasarela, Katy Perry cerró el espectáculo con su himno más luminoso, “Firework”, que fue coreado hasta su epílogo, con confeti y fuegos artificiales. Luego de una hora y 40 minutos de incentivos, no podía ser de otra forma.

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