Durante toda la tarde en el Estadio Nacional, en una gigantesca pantalla de 61 metros de ancho, han pasado poemas, citas y textos de escritores como Walt Whitman, Alberto Ríos o Naomi Shihab Nye. Todos autores estadounidenses, pero de diverso origen, que se unieron en parte para retratar el ‘sueño Americano’. Una historia de éxito para algunos y de muerte para los restantes que, dado los tiempos que corren en el mundo de hoy, vuelve a latir a sangre y fuego. 

Hace 30 años, U2 también se hizo parte de esa inventiva con “The Joshua tree” (1987), un disco que abrazó la cultura del gigante norteamericano y que, de paso, se convirtió en su obra trascendental y llena de conceptos que tomaron fuerza gracias a la llegada de Donald Trump al poder. Porque el combo irlandés decidió girar por el mundo revisitando de forma íntegra el álbum y este sábado en el recinto de Ñuñoa fue el turno de Chile.

Un espectáculo dividido en tres actos, como tres etapas en la historia de la banda, que comenzó a las 21:25 horas con el baterista Larry Mullen Jr. ejecutando el prólogo de “Sunday bloody sunday” al tiempo en que Bono, The Edge y Adam Clayton aparecieron en un segundo escenario más cercano al público. La era post-punk del conjunto como punto de partida de un viaje que mirando por el retrovisor solo avista éxitos. 

“New year’s day” hizo el bis y “Bad” comenzó a atestiguar el cambio en el sonido del grupo, que en la mitad de la década de los 80’ ya giraba hacia las masas y los himnos de estadio. De hecho, esa vocación por las multitudes se tradujo en el vocalista celebrando a Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Víctor Jara y Violeta Parra, cantando “Gracias a la vida” y saludándola por su cumpleaños número 100. “Pride (In the name of love)” cerró ese primer espacio de carácter introductorio.

Ya en el segundo acto se vio la mayor atracción del “The Joshua tree Tour”: aquel inmenso telón de fondo digital con tecnología 8K -una pantalla única con la resolución más alta del circuito de conciertos- de repente se vuelve rojo, color que solo es contrastado por el icónico árbol de la contraportada del álbum que como sombra se proyecta hacia lo alto del escenario.

Allí comienzan los pasajes más emotivos del show, con la luminosa guitarra de “Where the street have no name” viajando a través de una carretera en sepia o la soledad de las montañas detrás de “With or without you”. También un manifiesto social acerca de la diversidad presente en Estados Unidos: tierra de mujeres fuertes, de afroamericanos e inmigrantes que han sufrido el racismo y han dado la vida por el país. Y al término un abrazo fraterno con Chile en “Mothers of the disappeared”, en honor a las madres de los Detenidos Desaparecidos.

Y el epílogo fue aún más intenso, con U2 de lleno en la era de los espectáculos grandilocuentes y las giras millonarias y multitudinarias. Testigo de ello, desde los 90’, son hits como “Vertigo”, “Beautiful day” y “Elevation”. 

Hacia el final, “Ultraviolet (Light my way)” dejó la última postal de la noche con un recorrido por las mujeres y organizaciones feministas que han luchado fieramente por sus derechos, donde la Presidenta Michelle Bachelet fue uno de los personajes destacados y aplaudidos. 

U2 mira al pasado y da cuenta de una era que choca imparable con el presente.

 

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