Como tantas veces durante el espectáculo, Jared Leto levanta el puño como si cada frase detrás de sus canciones fuese una especie de acto político. Su banda 30 Seconds to Mars, que se presentó por tercera vez en Chile la noche del martes, ha mutado sistemáticamente hacia el activismo musical, remarcando en su universo consignas de igualdad y respeto por las minorías. Un lugar de comunión en el que el ganador de un premio Oscar —interpretando a un travesti enfermo de sida en "El club de Los desahuciados"— no deja a nadie afuera.

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Por eso, en su regreso al Movistar Arena, el frontman —vestido con una colorida túnica que lo hacía parecer una suerte de gurú místico— priorizó la parafernalia por sobre la música. Sentó a los más fanáticos a una tarima al costado del escenario, echó a volar una veintena de globos multicolor durante “This is war” y en “Rescue me” —que habla sobre miedos, depresión y otros trastornos psicológicos— subió a otro grupo de fans a saltar y gritar, aunque nunca hizo siquiera contacto visual con ellos.

Las pistas grabadas que se escapan de la base rítmica impuesta por el baterista Shannon Leto (hermano del actor) intentan acercarse a una épica que replica coros congregantes, palmas en el cielo y banderas con el logo de la banda flameando al centro de la cancha.

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Pero la propuesta musical es tan vaga, sintética, que no alcanza

Ni la puesta en escena ni las ganas de los 3 mil asistentes que llegaron al recinto del Parque O’Higgins ni la performance de Jared Leto, un animador ganoso de cautivar al público con sus movimientos y lecciones, genera un momento inolvidable.

Que uno de los momentos de mayor algarabía durante la noche haya sido cuando el frontman se quitó los lentes de sol descubriendo sus intensos ojos celestes (sin ayuda de los fanáticos sobre el escenario) dice mucho de lo entregado por 30 Seconds to Mars.

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