“Me pegaste el bostezo”. Seguramente se lo has dicho (o te lo han dicho) a otra persona en más de una oportunidad al bostezar.

Y es que ese movimiento involuntario, en el que abrimos mucho la boca, generalmente por sueño o tedio, suele parecernos contagioso.

Pero, ¿es realmente contagioso e inevitable el bostezo? De acuerdo con un artículo de BBC publicado por T13 en 2017, el contagio que hemos experimentado cuando vemos a alguien bostezar es una forma de lo que se conoce como ecofenómeno: la imitación automática de las palabras (ecolalia) y las acciones (ecopraxia) de otra persona.

Este fenómeno no es exclusivo de los humanos y se puede ver también en otros animales, como los chimpancés o los perros.

Lo anterior se desprende del descubrimiento de un grupo de científicos de la Universidad de Nottingham, en Reino Unido, quienes además plantean que descifrar cómo se activa el impulso incontrolable y contagioso del bostezo puede ayudar a curar enfermedades relacionadas con tics nerviosos, como el síndrome de Tourette o la epilepsia.

Los científicos descubrieron que el acto involuntario del bostezo se activa por reflejos primitivos de la corteza motora primaria del cerebro, que se ocupa de los movimientos del cuerpo.

Aprender a controlar estos ecofenómenos es lo que puede ayudar a curar condiciones clínicas que tengan relación con el incremento de la excitabilidad de la corteza motora o, por el contrario, en la disminución de la inhibición fisiológica o contracción de músculos.

Algunas de estas enfermedades en las que se están presentes los ecofenómenos son la epilepsia, la demencia, el autismo o el síndrome de Tourette, caracterizado por tics físicos y vocales.

En la investigación, publicada en la revista Current Biology, los científicos monitorizaron a 36 voluntarios que observaron a otras personas bostezar. Lo que descubrieron es que la capacidad para resistir un bostezo es limitada, sobre todo cuando alguien que tenemos cerca abre la mandíbula de manera desmesurada.

Los científicos también pidieron a los participantes que intentasen reprimir sus ganas de bostezar y esto, sólo aumentaba su deseo de hacerlo, es decir, su excitabilidad.

Según el equipo investigador, no hay nada que podamos hacer para evitar un bostezo.

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