El sacerdote jesuita Felipe Berríos se encuentra viviendo en La Chimba, un campamento en Antofagasta con alta presencia de inmigrantes. En la zona cuenta con un centro de formación técnica, donde un 95% de sus alumnos son extranjeros. 

En entrevista con Tele13 Radio Berríos se apresura en aclarar que no se trata de la típica noción de campamentos. En este caso, dice, "no es que no haya posibilidad de acceder a una casa, sino que más bien ellos viven una exclusión social. Eso es lo que define su marginalidad: una exclusión social".

"No tienen  redes de contacto. y por eso tienden a irse a vivir juntos y por eso van a los campamentos, porque ahí hay un apoyo".

En medio del debate por la propuesta de reformar la ley de migraciones -que data de 1975- Berríos es enfático: "No quiero que se politice este problema, en esto tenemos que tener un cuidado tremendo, porque si se potitiza van a perder los migrantes y vamos perder nosotros como nación". 

"Tenemos que ser muy cuidadosos, porque es un chocolate para cualquier candidato o partido politizar este tema, pero hay que tratar de no hacerlo. Creo que el problema. Yo distinguiría, primero, el norte de Chile. Yo he dicho otras veces que lamentablemente para los chilenos creemos que Chile termina en La Serena y al resto le llamamos el norte. Entonces, Arica, Iquique, Antofagasta y Calama es una realidad muy especial. Culturalmente estamos mucho más cerca de Perú y Bolivia y son zonas que se han hecho con un flujo constante de migrantes, con una economía extractiva, con mucha desigualdad, etcétera", señala. 

Otro factor que se debe considerar a juicio del jesuita es que "tenemos además una migración que no ha sido hecha como las otras inmigraciones, desde el Estado de Chile, que el Estado invita o acoge a las personas y las induce. Esta ha sido una migración que hizo el mercado, las oportunidades económicas, pero el mercado se desentiende de todo lo que puede ser la vivienda, la salud, la educación, entonces ahora se le pasa la pelota al Estado, y el Estado está sobrepasado en esta zona del país, con esta migración fuerte".

Pero hay otro ingrediente más, dice Berríos: "nosotros tenemos cierto clasismo metido dentro, entonces si viene un extranjero de Europa -Croata, Italiano, Español, Alemán- por muy pobre que venga nosotros lo acogemos de una manera distinta, porque sabe hablar otro idioma, por la tez de su cara. Pero cuando viene un inmigrante que viene de países latinoamericanos muchas veces con rasgos amerindios, o afroamericanos, que tiene nuestro modo de ser latino nos produce cierto rechazo o no tenemos la misma empate que podemos tener con un Europeo". 

"Entonces ese cóctel de cuestiones produce más que problemas, desafíos, que nos van a enriquecer, pero tenemos que saber que son culturas distintas que tienen que empezar a convivir", enfatiza. 

Berríos señala que si bien puede ser entendible que exista un shock inicial frente a una cultura distinta como la de los migrantes "de ahí a asociarlo con delincuencia, es muy distinto. Si tú miras las cifras duras de delincuencia, ellos más bien han sido víctimas más que victimarios. Y es muy baja la delincuencia donde ellos han participado".

"Lo que hay que llevar es a que esta integración de las culturas se haga lo mejor posible, porque nos enriquece a todos", agrega

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