El explosivo aumento de la prostitución en el centro de Santiago
Agencia Uno - Plaza de Armas
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La Chimba, en la ribera norte del río Mapocho en el centro de Santiago, es un territorio mítico, que ha poblado novelas de José Donoso y otros escritores. Era el lugar del desmadre, el submundo de la ciudad. Lo que pasaba allí se olvidaba. Sitio de burdeles de mala muerte, de choros y pijes que se internaban en sus calles.
- Curiosamente hoy, mientras hay proyectos para rescatar el sector, vive un momento decadente. No se puede caminar 10 metros en sus veredas para que no se ofrezca una mujer, algunas extranjeras. “Yo llegué de Trujillo hace 10 años”, dice una treintañera que dice llamarse Noelia. “Después del estallido y la pandemia me quedé sin trabajo, y tuve que hacer esto”.
- Por 10 lucas ofrece sus servicios. “Mira, lindo, vamos por allá que tengo una pieza en ese edificio”.
- El tema es que ella no está sola. Hay al menos un centenar de prostitutas en las calles aledañas al Mercado Central, donde urge una remodelación. Si antes el sexo callejero estaba concentrado en la Plaza de Armas y en Marín, ahora se ha ido extendiendo hacia el norte. Hacia la Chimba.
La Plaza. Algunos edificios en Plaza de Armas se han convertido en antros del sexo ilícito. El clásico Portal de Fernández Concha, que antes fue un lujoso hotel, hoy es un centro de actividades ilegales. Incluso se ha denunciado explotación de menores, como aseguró un reportaje de Ciper.
- En noviembre de 2022 la PDI detuvo a una menor que estaba siendo explotada. En 2021 un proxeneta recibió un disparo en la cabeza. ¿La razón? Dos clientes alegaron que les robaron sus mochilas mientras estaban con mujeres. En calle Marín solía haber casas dedicadas a este tipo de comercio.

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La Chimba. Pero ahora General Mackenna, al lado de la Estación Mapocho, se ha convertido en el nuevo epicentro de prostitución. En un recorrido por la calle fuimos interrumpidos por al menos 10 mujeres, con tarifas que no superan los 10 o 20 mil pesos.
- Como dice el estudio de Mariana Paula Zúñiga Silva y Víctor Jiménez Barrado “en primer lugar, la Plaza de Armas es el epicentro de la capital, una zona turística que posee mucho comercio y tránsito peatonal de día. Se circunscribe por edificios históricamente señalados, como lugares donde existe comercio sexual, lo que esta investigación confirma. Mientras, el sector calle Marín presenta pequeños locales comerciales y viviendas antiguas que han sido paulatinamente reemplazadas por grandes proyectos residenciales”.
Las bandas. Con la infiltración del crimen organizado, el negocio sexual se ha expandido y se han precarizado las condiciones de trabajo de las mujeres. En 2022 la Fiscalía de Alta Complejidad Centro Norte investigó el caso de una venezolana que fue obligada a prostituirse y extorsionada por el Tren Aragua, que amenazó con matar a su hijo de tres años si no hacía su trabajo. Finalmente se fue a otro país.
- “Cariño, qué buscas”, dice una mujer de unos 30 años. “Diez minutos, diez lucas. Si quieres más, 20”. Cuenta que viene de San Cristóbal. Un tipo al lado mira la conversación, hace unas señas y la chica se va.
- Según diversas investigaciones la explosión de comercio sexual llegó con las bandas criminales que empezaron a radicarse en Santiago durante la pandemia. El año 2021 es considerado el momento en que el crimen organizado se asentó en el centro. Sectores como la Plaza de Armas y Cal y Canto están repartidos por varios grupos, para evitar una guerra criminal entre las distintas mafias.
Vivir en el centro. Los vecinos se sienten derrotados. “No hemos logrado sacar a estos grupos. Pese a que hemos hecho todas las denuncias posibles, siguen acá. Los sacan un día y vuelven al otro”, dice un abogado que llegó a vivir en los 90. En esa época, un conocido profesional compró y remodeló un penthouse al lado del Mercado Central, que todavía se ve, aunque un poco descuidado.
- El negocio de la droga está mezclado con el de la prostitución, pues las trabajadoras sexuales ofrecen cocaína por 15 o 20 mil pesos. También ketamina. Algunas de ellas son agresivas: insisten sin aceptar negativas. Del coqueteo a los garabatos pasan rápido. Como sea, es peligroso ingresar en ese mundo: son habituales los robos de clientes, que no puede denunciar sin perder su preciado anonimato.
- Incluso en restaurantes y bares del sector, las prostitutas se ofrecen a los clientes. Las meseras las echan, pero vuelven enseguida. Una mujer de unos 40 años, dice “invíteme un trago…”.
