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María José Naudon: “La derecha debe romper el paradigma y comprometerse concretamente con el cambio”

María José Naudon: “La derecha debe romper el paradigma y comprometerse concretamente con el cambio”
Paula Valenzuela
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La académica de la Universidad Adolfo Ibáñez y firmante de la iniciativa Casa de Todos -que promueven los “intelectuales” de la centroderecha- analiza el momento que vive el Rechazo. En entrevista con T13.CL, la abogada afirma que el sector “no debe caer en la terrible tentación de creer que el Rechazo pueda ser un triunfo propio”.

La abogada María José Naudon es una de los 16 firmantes de la carta e iniciativa “Casa de Todos” -promovida por centros de estudios ligados a la centroderecha- y que adhieren otros como Josefina Araos y Claudio Alvarado (IES); Juan José Obach y Valentina Verbal (Horizontal); Daniel Mansuy (U. de los Andes) y la exministra María José Zaldívar. La idea, por estos días, fue catalogada como un puntapié inicial para acordar contenidos de manera formal en el marco de la redacción de un nuevo texto constitucional, en caso de que triunfe el Rechazo el próximo 4 de septiembre.

En ese sentido, la académica de la Universidad Adolfo Ibáñez y columnista de Tele13 Radio, aborda en profundidad la semana que vivió la centroderecha a la luz de cara al plebiscito. “Es bueno evitar las campañas que tratan de mentira o falta de vocación democrática a toda opinión contraria”, precisa ante el periodo electoral que ya se inició.

—Los “académicos” de la centroderecha ya dieron el ‘vamos’ a los contenidos. ¿Es urgente que el sector político -directivas y actores de Chile Vamos- dé a conocer un documento en el que explicite sus compromisos?

—La derecha se enfrenta hoy a un problema de credibilidad del que debe hacerse cargo. El sector fue muchas veces ciego y refractario a las necesidades de cambios que exigían los tiempos. Esa historia tiene un peso y es imprescindible asumirla. Pero lo más importante es que el problema de credibilidad de la derecha no se resuelve a partir de gestos o declaraciones, sino con acciones concretas que den garantías de sus compromisos. En términos políticos, la derecha tiene hoy dos desafíos. El primero, la derecha debe romper el paradigma y comprometerse concretamente con el cambio, haciendo precisamente aquello que la izquierda le enrostra como imposible. Segundo, no caer en la terrible tentación de creer que el Rechazo debe capitalizarse como un triunfo propio, porque no lo es.

—Se habla de una suerte de “carta bajo la manga”, post 4 de septiembre, dado que la izquierda -y el gobierno del Presidente Boric- se rehúsan a plantear desde ya una opción en caso de que triunfe el rechazo. Por otra parte, una vez disuelta la Convención, dicen analistas, existe la necesidad de mostrar con claridad ante la ciudadanía cuál es el acuerdo de cambio real de la derecha...

—Una carta sobre la mesa, por definición, es lo contrario a una carta bajo la manga. Pero más que nada es un acto de responsabilidad. El rechazo es hoy una posibilidad real y, por lo tanto, es necesario asegurar que no constituya la clausura del proceso constituyente. El país requiere cambios profundos, la elocuencia del plebiscito habla precisamente de eso y, lamentablemente, respecto de este objetivo el proceso constituyente falló. Y lo hizo porque confundió reformar con refundar, desconoció la larga trayectoria constitucional chilena y, sobre todo, porque no generó el amplio consenso que se espera de un proceso como este. Entonces el asunto es cómo armonizamos la urgencia del cambio y un proceso constituyente fallido. Es imprescindible contribuir a la continuidad del proceso y, como ya lo decíamos, dar las garantías necesarias para el desarrollo de un diálogo que conduzca a un pacto constitucional con verdadera vocación de mayoría y que concite una amplia aprobación. Casa de Todos aspira precisamente a eso: entregar insumos para la discusión que viene.

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—En la carta de Casa de Todos se explicitan algunos contenidos, como un Estado social, la necesidad de un “catálogo de derechos”. Desde su punto de vista ¿ese aspecto podría generar desacuerdo en el sector? ¿Ve una disposición unánime a eliminar el Estado subsidiario?

—Creo que son dos cosas distintas. El Estado social y democrático de derechos es sin duda la más importante de las expectativas ciudadanas y es ahí donde, además, parece jugarse la posibilidad de reparar los vínculos entre la ciudadanía y el sistema político. En este sentido me parece un imprescindible. No creo que nadie no haya leído eso con claridad y las críticas que en general se hacen al texto ya no discurren por esos derroteros. No ocurre lo mismo en otros asuntos, como el sistema político, donde la necesidad de descentralizar poder sin perder los contrapesos básicos entre los poderes del Estado, de mejorar el funcionamiento de los partidos políticos y de promover la obtención de consensos para dar respuesta a los problemas ciudadanos requieren repensarse, justamente para garantizar una gobernabilidad y eficacia de las instituciones.

—¿Qué lugar jugará en la campaña el Partido Republicano, que no cree en la necesidad de una nueva Constitución?

—Me parece que esta es una buena oportunidad para la derecha. Conceptualmente hay cuatro posiciones en juego. Rechazar sin reformar, rechazar y reformar, aprobar para reformar y aprobar sin reformar. Una exigencia fundamental de la campaña que se viene es que nadie sea ambiguo a este respecto y que los lobos no se vistan de ovejas. Aquellos que no quieran reformas deben ser claros y enfáticos para distinguirse de aquellos que sí las queremos. Por lo mismo, aquellos que están disponibles deben decir qué y cómo y dar las garantías suficientes. Es el momento de consolidar liderazgos que den cuenta de una derecha clara en sus principios, pero adaptada a las necesidades de los tiempos. En términos más amplios, no hay que olvidar que el cambio de nuestro país está inserto en uno global muchísimo mayor que desafía muchos de los paradigmas sobre los que hemos construido nuestras certezas. Por eso es bueno diferenciar posiciones y evitar las campañas que tratan de mentira o falta de vocación democrática a toda opinión contraria.

—¿Comparte la sensación que la carta del expresidente Lagos, al abordar contenidos, presiona a la derecha a explicitar sus posiciones?

—Creo que ese desafío lo tiene la derecha con independencia de la carta del Presidente Lagos. Respecto del texto, es una declaración elocuente tanto por lo que dice como por lo que no dice. Lo que dice es que toda Constitución define el quién, cómo y con qué límites se ejerce el poder político y que para su legitimidad requiere de un proceso democrático y trasparente, pero también de una aceptación general que permita los cambios con estabilidad. Sostiene, además, que las alternativas actuales -la Constitución vigente y la propuesta de nueva Constitución- no cuentan con un apoyo mayoritario y, por lo tanto, gane el Apruebo o gane el Rechazo el proceso constituyente debe continuar. Lo que no dice es cuál de las dos opciones le parece mejor como punto de partida y bueno, cada uno puede interpretar el texto como le parezca. Lo central es que, de su lectura, resulta suficientemente claro que el proceso constituyente falló, justamente, por no concitar mayorías. Ahora, visto desde la derecha los aspectos que menciona el expresidente en su carta reafirman la llamada a hacerse cargo de los principios con los que se compromete y, al mismo tiempo, de la historia y del velo de suspicacia que recae sobre ella.

—El desafío, han repetido los dirigentes y liderazgos de Chile Vamos, es convertir el Rechazo en una opción transversal. ¿Cuáles son las complejidades que tiene ese objetivo?

—El Rechazo ya es una opción transversal. Basta ver el listado de personas que lo han declarado. Lo imprescindible es comprender qué es lo transversal. Esa respuesta es simple: el texto propuesto por la Convención no es una buena Constitución. Nadie pone en duda lo democrático del proceso, ni la legitimidad de los convencionales. Tampoco se busca pasarle una cuenta al gobierno o convertirse en una barrera obstruccionista. El asunto es que de ese proceso legítimo y democrático se evacuó un texto que, a juicio de quienes votamos Rechazo, no es el adecuado para el país y necesitamos seguir trabajando hasta lograr uno que genere el necesario apoyo mayoritario. En términos políticos, en el Rechazo confluyen muchas visiones y sectores disímiles y es importante valorar, validar, respetar y visibilizar esas distancias. ¡Eso es precisamente lo que debe hacer una Constitución! Ese es el desafío y, al mismo tiempo, el principio inspirador. El proceso constituyente debe continuar rescatando los elementos positivos del proceso anterior, corrigiendo y adaptando lo que no funciona y buscando concitar las mayorías necesarias.

“La izquierda también tiene un problema de credibilidad”

—¿En qué pie se encuentra el “Apruebo para reformar”? ¿Es más complejo armar este “catálogo de reformas” al texto de la Convención que el “catálogo de con tenidos” para una propuesta post plebiscito de ganar el Rechazo?

—Respecto del “Apruebo para reformar” la izquierda también tiene un problema de credibilidad. Por distintas razones sobre ella también cae un velo de suspicacia y esto tiene que ver con que hay una parte de ella que está cómoda con este texto y lo ha declarado abiertamente. Baste mirar el proceso constituyente, y sus dinámicas, para generar una duda razonable. Y si a eso sumamos las disposiciones que se han establecido para reformar el texto, el asunto se reviste de una dificultad añadida y práctica. Entonces, el desafío es el mismo para este sector: definir qué, cómo y cuándo van a cambiar. Sin embargo, veo aquí divisiones profundas en la izquierda y distancias difíciles de resolver. En este sentido el catálogo de reformas al texto de la Convención puede resultar más complejo que un catálogo de principios para una nueva propuesta post plebiscito.

¿Cómo ve los giros que ha tenido el Presidente Boric respecto del plebiscito?

—Respecto del gobierno, la consolidación de la viabilidad de la opción del Rechazo removió las certezas. El gobierno ha decidido tratar de separar sus destinos del plebiscito de salida y hacerse cargo del enorme error estratégico. Con otras encuestas probablemente habría decidido lo contrario. Sin embargo, sus definiciones hoy son ambiguas y su diseño parece olvidar, en ocasiones, la prescindencia exigida al Ejecutivo. Acompañar declaraciones marcadas con principios generalistas -y digámoslo, lugares comunes- que expresan la validez de ambas opciones, claramente no alcanza.

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