La sorpresa. Pese a que en Brasil las encuestas acostumbran estar razonablemente en línea con los resultados, en estos comicios tuvieron un fuerte tropiezo, ya que daban a Lula como favorito por amplio margen en la primera vuelta e incluso señalaban que era posible que liquidara a Bolsonaro ya este domingo.

  • Son varios los factores que apuntan analistas para la sorpresa. En una elección polarizada donde tanto Lula como Bolsonaro tienen altas tasas de rechazo quedó claro que la adhesión al actual presidente era mayor de lo que decían las empresas encuestadoras.
  • Algo de eso se vio en las manifestaciones callejeras de las últimas semanas, en las cuales Bolsonaro llevó mucha gente a las calles, en contraste con las de Lula. Otro punto favorable a Bolsonaro es que en esas manifestaciones su campaña se apropió de los símbolos nacionales, como la bandera y la  camiseta de la selección brasileña de fútbol.
  • También se menciona el desempeño de la economía, cuyos indicadores han mejorado en los últimos dos meses, y medidas ad hoc del gobierno para mejorar su desempeño electoral, como una rebaja de 40% en el precio de los combustibles, por recorte de impuestos.
  • Según analistas brasileños, lo más probable es que la campaña de Lula busque dar un giro al centro. Se menciona que es probable que asuma un papel protagónico el ex presidente del Banco Central durante los dos mandatos de Lula y ex ministro de Hacienda del presidente Michele Temer, Henrique Meirelles, visto con buenos ojos por el mercado.
  • La campaña de Lula en la primera vuelta se enfocó en el llamado “voto útil”,  argumentando que existía un riesgo mayor en la segunda vuelta de violencia electoral. Esa estrategia no funcionó. Se considera muy improbable que candidatos derrotados, como Ciro Gomes, le otorguen apoyo.
  • En el caso de Bolsonaro, no se espera que de un giro en su estrategia de polarización, que ha mantenido a lo largo de sus casi cuatro años de mandato. Siempre se ha mencionado que el principal obstáculo de Bolsonaro es la alta tasa de rechazo a su figura en las encuestas, de un 51%. Pero las encuestas a partir de este domingo ya no tienen el mismo peso en Brasil.
  • “La historia política reciente de Brasil aconseja prudencia antes de hacer pronósticos, como muestra el desempeño de Bolsonaro este domingo”, señaló el periodista y analista político Igor Gielow.

El regreso de Lula. Luis Inácio Lula da Silva (76)  estuvo preso 584 días en la sede de la Policía Federal en Curitiba y el día que salió, en noviembre de 2019,  no tenía claro si podría ser candidato a la presidencia de Brasil.

  • Fue solo en marzo del 2021, cuando la Corte Suprema anuló los procesos en su contra -por entender que el juez Sergio Moro había sido parcial- cuando legalmente se despejó la posibilidad de volver al Palacio del Planalto.
  • Su apuesta fue construir una base de apoyo que fuera más allá del PT e incluyera a sectores conservadores. Vale decir: la misma fórmula que usó el 2001, cuando después de tres intentos frustrados de llegar al Planalto, dejó su discurso izquierdista e invitó a un empresario conservador como compañero de lista a la vicepresidencia.
  • Ahora encontró lo que necesitaba conquistando como aliado al ex gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, un político de centroderecha cercano al Opus Dei que antes había sido su enemigo implacable. “Después de arruinar el país, Lula quiere volver a la escena del crimen”, señaló en una ocasión Alckmin, quien apoyó con entusiasmo el impeachment de la ex presidenta Dilma Rousseff.
  • Alckmin, además de llegar a un electorado más conservador, jugó un papel clave también en apaciguar conflictos de Lula con el empresariado brasileño, especialmente el de Sao Paulo, el más poderoso e influyente del país.
  • Sin embargo, el resultado de la primera vuelta muestra que la tarea era más difícil de lo que parecía. Por un lado, Lula arrastraba las denuncias de corrupción que lo llevaron a la cárcel, de la cual salió gracias a vicios de procedimiento, pero en el proceso se acumularon antecedentes indesmentibles de que en su gobierno el PT cometió actos de corrupción generalizados, con acuerdos para favorecer contratistas en obras en Brasil y en el extranjero y convirtió a la Petrobras en un botín.
  • Por otro, al contrario del Lula de su primer mandato, que siguió la cartilla liberal que le dejó su antecesor y ex gran rival, Fernando Henrique Cardoso, en esta campaña el ex presidente ha sido más ambiguo respecto de la política económica que adoptará.

Polarización. De Brasil hoy se puede decir todo menos que esté pacificado. Según una encuesta de Datafolha, de mediados de septiembre, 67,5% de los brasileños tiene miedo de exponer su posición política. Vale decir: 7 de 10 brasileños teme ser agredido por sus opiniones políticas. Los medios han publicado historias de familiares que no se hablan.

  • La prensa ha reportado una serie de asesinatos por discusiones políticas a lo largo del país. Los ataques personales y descalificaciones en los debates presidenciales alcanzaron niveles inéditos de confrontación.
  • En los foros, Bolsonaro solo se refirió a su principal rival como “el convicto”, mientras a Lula -pese a ser más experimentado en esas lides- se le vio en numerosas ocasiones perder el control y cometer errores torpes, como enfrascarse en discusiones inconducentes con rivales menores.
  • Pero lo cierto es que Bolsonaro apostó a polarizar la sociedad y ha ha protagonizado numerosas polémicas con el Poder Judicial, especialmente con la Corte Suprema; puso en duda el sistema electoral y se ha rehusó,, tal como Trump, a decir si aceptará un resultado adverso en las urnas.
  • En su apuesta por polarizar al electorado, le declaró la guerra a los ecologistas -su política medioambiental en la Amazonia ha sido muy cuestionada en Brasil y a nivel internacional- y su política exterior alineada con los postulados de Trump lo ha llevado a protagonizar numerosas polémicas.
  • Uno de los temas más complicados que tenía que enfrentar Bolsonaro fue su reacción a la pandemia de Covid, que contagió a casi 35 millones de brasileños, de los cuales casi 700 mil murieron. Calificó el virus como “gripecita”, dijo que no era “sepulturero” al ser cuestionado por el número de muertos y otras ironías en esa línea. Llegó a promocionar remedios ineficaces contra el virus. Apostó por minimizarlo para no perjudicar la economía.
  • Lo que muchos le elogian a Bolsonaro es su manejo de la economía. Existe cierto consenso -si la palabra se puede aplicar hoy a la política brasileña- de que la política liberal implementada por el ministro de Economía, Paulo Guedes, produjo resultados importantes, como la reforma del sistema de pensiones, la privatización de la empresa estatal de electricidad, Eletrobras, o la búsqueda de inversionistas privados en infraestructura y saneamiento básico. Petrobras ahora es manejada con un criterio más profesional y dejó de ser un botín político.

El factor económico. En su primera campaña victoriosa a la presidencia, el 2001, Lula tuvo una preocupación especial por dar garantías de que haría una política económica responsable: anticipó el nombre del ministro de Economía, Antonio Palocci, muy bien recibido por los mercados, y divulgó una “Carta a los Brasileños”, que en realidad estaba destinada a los inversionistas, donde dejó claro que en los hechos seguiría el exitoso rumbo de su antecesor, Cardoso. Esta vez ha sido más ambiguo.

  • En una editorial de la semana pasada, el diario Folha de S. Paulo, liberal y muy crítico de Bolsonaro, dijo que Lula estaba pidiendo que el electorado le entregara un “cheque en blanco” y que eso “es fuente de gran incertidumbre cuando se trata de anticipar los caminos que tomará”.
  • “El país debería saber, antes de la votación para donde va este quinto gobierno del PT, si va para el programa estatista que todavía encanta a buena parte de los economistas del partido o para el pragmatismo que mezcla liberalismo económico y responsabilidad fiscal”, añadió.
  • A favor del Lula pragmático y responsable en la economía está la presencia de Alckmin y el respaldo de economistas de prestigio como el ex Presidente del Banco Central durante la gestión de Lula y ex ministro de Economía del presidente Michele Temer, Henrique Meirelles, visto con muy buenos ojos por el mercado.

Gobernabilidad y corrupción. El sistema político brasileño es un presidencialismo de coalición. Ningún presidente llega al poder con mayoría en el Congreso, lo que lo obliga a negociar con otros partidos para obtenerla. La moneda de cambio, en lo esencial, son prebendas y cargos. Y ahí juega un rol esencial el llamado “Centrao”.

  • Desde la redemocratización (1985) ningún presidente de Brasil ha gobernado sin el Centrao, formado por numerosas siglas -muchas de ellas “partidos de alquiler”- de baja solidez ideológica pero más bien conservadores. Sin sus votos, no se aprueban proyectos en el Congreso. Manejan más de un 40% de ambas cámaras y su política de alianzas es flexible. Fueron aliados claves de los gobiernos del PT y después botaron a Dilma Roussef. En el Congreso hay representantes de más de 30 siglas.
  • Bolsonaro, cuando fue electo, prometió que jamás se aliaría con el Centrao, por considerarlo corrupto, pero a poco más de un año de iniciar su gobierno tuvo que hacerlo para sacar adelante sus proyectos. Le falló una alternativa que tenía, que apuntaba a apoyarse en tres bancadas bancadas temáticas que lo apoyan: la de la “bala”, formado por ex policías o militares que son parlamentarios, la del “buey”, integrada por ganaderos, y la “bancada evangélica”.
  • Lula intentó una modalidad que casi le cuesta el cargo durante su primer mandato: no quiso entregarle algunos ministerios al partido PMDB y para lograrlo pasaron a pagarle directamente una mesada -el “mensalao”- a cada parlamentario. El esquema fue descubierto y gran parte de su círculo de hierro terminó en los tribunales.
  • Lula no solo sobrevivió al escándalo, sino que se reeligió cómodamente para su segundo mandato. Esa capacidad de sobrevivencia y de sortear obstáculos gigantescos -como una infancia miserable y una temporada humillante en la cárcel- se pondrá  a prueba una vez más en la segunda vuelta.
  • Pero lo cierto es que es Bolsonaro – y no Lula como vaticinaban las encuestas- quien tiene más razones para celebrar el resultado de la primera vuelta.
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