"Estamos huyendo de nuestro país y caminar tanto ha sido muy difícil. Pero la Ciudad de México significa un respiro: aquí la gente nos ha ayudado mucho. Estamos descansando para saber cómo seguir", cuenta Luz, una de las migrantes de la caravana.

Luz, madre de tres hijos, dice que salió de San Pedro Sula, en Honduras, porque un grupo criminal mató a su esposo. "Ya no podía vivir tranquila ahí. Tenía que salir y darle una mejor vida a mis hijos", cuenta.

Es una de las miles de personas de la primera caravana de migrantes que salió de Honduras el 13 de octubre y, que tras casi cuatro semanas en el camino, está en la capital de México.

Las autoridades locales aseguran que pronto darán a conocer los resultados de un censo que están realizando, pero en el último cálculo hablaron de unas 5.500 personas, de las que más del 80% son hondureños.

Como la mayor parte de las personas, Luz y sus hijos duermen en una de las ocho grandes carpas blancas que se han instalado en el estadio Jesús Martínez "Palillo", un recinto multiusos deportivo, con una pista de atletismo y en donde se llevan a cabo partidos de futbol americano.

Frío

Los migrantes duermen sobre tarimas de madera. Algunos tienen colchones inflables o colchonetas, pero muchos no.

La mayoría tiene solo una mochila, que mantienen siempre cerca y donde guardan sus objetos personales: normalmente un cambio de ropa extra y sus documentos, teléfono y dinero, si es que tienen.

En la capital mexicana ha hecho frío, así que empiezan a necesitar ropa de abrigo. Los habitantes de la ciudad se han acercado a regalarles chamarras o suéteres. Algunos migrantes esperan a la entrada del estadio para interceptar a los donantes en cuanto llegan.

"Por las noches el frío aprieta mucho y hay unas goteras que si llueve nos mojan, pero en realidad estamos mucho mejor que en ningún otro lugar que hemos pasado", atina a decir Luz cuando se le pregunta más a fondo de las condiciones en esta parada.

Otras personas duermen en las gradas del estadio. Otras, en casas de campaña que les han regalado. Algunas, las menos, cubiertas por un plástico o a la intemperie.

"Dentro de las carpas la gente está muy amontonada y yo ya no alcancé lugar. Así que duermo fuera, lo bueno es que no ha llovido fuerte y que me regalaron una cobija", dice Carmen, de 25 años, que viaja sola.

"Los niños, las mujeres embarazadas y las personas lastimadas, que son nuestra prioridad, tienen espacio dentro de las carpas. No estamos en una situación ideal, pero la Ciudad de México nos ha recibido de una forma adecuada, con un trato digno", asegura a BBC Mundo Rodrigo Abeja, de la ONG Pueblos sin Fronteras, que ha acompañado a la caravana desde sus inicios.

Cuenta que aquí la caravana se quedará por unos días para que sus integrantes reflexionen su siguiente punto en el camino.

"La Ciudad de México es un punto crucial para la caravana porque aquí distintas organizaciones les van a asesorar para que tomen la decisión que más les convenga, como cuál es el procedimiento para pedir refugio en México o asilo en Estados Unidos", cuenta.

Desconocen la política de Estados Unidos

En el estadio se instaló este miércoles un módulo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), para ayudar a los migrantes que quieran presentar solicitud.

También, algunas ONG que dan información sobre asuntos migratorios.

Una de ellas es el Instituto para las Mujeres en la Migración (IMUMI). La abogada Anna Joseph explica que el problema más grande que han visto es que los migrantes no saben realmente los problemas que se van a encontrar si deciden seguir hacia la frontera.

"Piensan que todo estará bien, pero sabemos que con esta administración en Estados Unidos tendrán una experiencia muy difícil y que puede ir muy mal para muchos de ellos", asegura.

"No podemos decirles que tomen un camino u otro, solo les informamos para que puedan tomar sus propias decisiones con conocimiento", dice la abogada.

La mayoría de los migrantes con los que hablamos son muy religiosos y tienen fe que algo pasará y que los dejarán entrar en la frontera. "Dios nos va a ayudar y va a hacer que nos dejen pasar", dice Luz, pero estas palabras se repiten a menudo.

Comida tres veces al día

Hay dos grandes comedores en los que se reparten alimentos tres veces al día.

Luz dice que está agradecida de tener comida gratis para ella y sus hijos. "Nos dieron frijoles, con tortillas, arroz y huevo", cuenta.

Hasta ahora, las autoridades de la ciudad no han detallado el costo de mantenimiento del albergue. "Cuando te concentras en la ayuda humanitaria no estás pensando en los pesos que te cuesta. Sin embargo, vamos a presentar un informe para transparentar lo que cuesta la atención a los migrantes", aseguró a los medios el secretario de gobierno, Guillermo Orozco Loreto.

A la entrada del estadio también hay camiones que proporcionan servicio médico y psicológico. Algunos son del gobierno; otros, de las otras 50 organizaciones que están ayudando.

Una monja, que no se da abasto curando heridas, dice que ha atendido sobre todo llagas en los pies o raspaduras. También reparte suero para disminuir o prevenir la deshidratación.

Las enfermedades mas comunes son de las vías respiratorias, según la información oficial.

"Primer baño en mucho tiempo"

"Por primera vez desde que salí de Honduras que pude tener un baño decente", le dice a BBC Mundo Griselda, de 13 años.

Los viajeros se han organizado para usar las regaderas por turnos: a determinadas horas las mujeres y a otras los hombres.

Aunque los sanitarios están lejos de donde acampa la mayoría, "hay suficientes y están limpios", coinciden. En muchas de las paradas las autoridades locales no habían puesto estas instalaciones.

Algunos niños y jóvenes disfrutan, juegan con pelotas o se divierten con los voluntarios que han ido a ayudar. Entre ellos, un payaso que los hace reír a carcajadas.

Un operativo de policías sin armas se hace cargo de la seguridad.

Aunque los migrantes parecen más relajados que en otras partes de su trayecto, algunos ya empiezan a querer seguir el viaje. En especial, los hombres más jóvenes.

"Está bien estar aquí, pero ya quiero que la caravana vuelva a su marcha: mi meta es llegar a los Estados Unidos para poder trabajar y ayudar a mi familia", cuenta Néstor.

En los próximos días, cada uno decidirá qué camino sigue. "La información sobre cuántos se van y cuántos se quedan nos la tienen que dar ellos", asegura a los medios Nashieli Ramírez, a cargo de la Comisión de Derechos Humanos de la ciudad.

Las autoridades de la capital mexicana dicen que por ahora están preparados para mantener el albergue y darles alimento a los migrantes por los siguientes 15 días.

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