Tras la llegada de los talibanes a Kabul, había dos caminos posibles para los máximos dirigentes del gobierno afgano: salir del país, que fue la vía que escogió el presidente Ashraf Ghani, o refugiarse en alguna zona lejos del alcance de los insurgentes ahora en el poder para preparar la resistencia, que fue el que tomó Amrullah Saleh, que fungía como vicepresidente de Afganistán hasta el pasado domingo.

Saleh odia tanto a los talibanes que nunca ha escatimado en insultos contra ellos. Quizás por ello a pocos sorprendió la noticia de que el político se encontraba en el valle del Panshir, al noreste de Kabul, una de las pocas zonas que no han caído en manos de la milicia radical ni ahora ni tampoco en su anterior gobierno, entre 1996 y 2001.

"No decepcionaré a los millones de personas que me han escuchado. Nunca estaré bajo el mismo techo que los talibanes. NUNCA", escribió en inglés el domingo en su cuenta de Twitter antes de pasar a la clandestinidad. Horas después aparecieron en redes fotos de él junto a Ahmad Masud, hijo del comandante Ahmed Shah Masud, conocido como el "León de Panshir”, asesinado en 2001 por Al Qaeda y furibundo enemigo de los talibanes.

La provincia en resistencia es segura y todas las organizaciones estatales permanecen activas. El jefe del Departamento de Economía del Panshir, Abdul Rahman, dijo a EFE que "estamos listos para resistir por segunda vez a los talibanes”.

Alianza estratégica y hombres armados

Ahmad Masud ya anunció en una columna publicada en Francia que hará suya la lucha por la libertad que libró su padre, lo que da a entender que Saleh y Masud van a construir la resistencia. Según diversos informes, cientos de hombres armados, muchos de ellos miembros del Ejército que se replegaron, se están reagrupando en Panshir.

Saleh, oriundo precisamente de Panshir, tiene experiencia en estas luchas. Antes estuvo al lado del comandante Masud, en los noventa. Después formó parte del gobierno que fue derrocado por los talibanes. Alguna vez contó que estos torturaron a su hermana para intentar sacarlo de su escondite. Parte de su odio radica en ese recuerdo. Tras la caída de los radicales, dirigió la Dirección de Seguridad Nacional, luego fue ministro de Interior y desde 2020, vicepresidente.

Saleh ha escapado de varios intentos de asesinato. El último tuvo lugar en septiembre de 2020, cuando los talibanes hicieron estallar un coche bomba al paso del convoy del político. Diez personas perdieron la vida, pero Saleh apareció poco después en un video, con la mano izquierda vendada y prometiendo devolver cada golpe. "Continuaremos nuestra lucha", afirmó.

El dirigente ahora pide a los afganos demostrar al mundo que "Afganistán no es Vietnam y que los talibanes no se parecen ni remotamente al Vietcong”. Para eso, estima, es vital unirse a la resistencia. "De acuerdo con la Constitución afgana, en caso de ausencia, de fuga, de dimisión o de muerte del presidente, el primer vicepresidente se convierte en presidente provisional. Estoy actualmente en mi país y soy el legítimo presidente provisional. Pido a todos los líderes su apoyo y consenso”, escribió Saleh en Twitter. Si sus promesas se concretan, los talibanes podrían pronto empezar a tener problemas.

Publicidad