Estimadas y estimados Camaradas. Mi reconocimiento y agradecimiento a todas y todos nuestros militantes, a la mesa nacional, presidentes regionales, comunales y delegados territoriales, que siguen construyendo partido.

Mi padre me enseñó que uno de los valores más importantes de una persona es la responsabilidad y la transparencia. He transitado por la vida apegada a estos valores. No será en esta ocasión que claudique. Quiero plantear mi punto de vista en estos momentos trascendentales para el país con la máxima responsabilidad y transparencia.

Hoy tenemos que optar entre ser comunidad que se formó para servir a Chile o pasar a ser una especie de montonera donde cada uno hace lo que quiere.

Quiero ser muy clara, volveremos a ser creíbles cuando se respete la institucionalidad partidaria, cuando la DC sea una sola voz pública en los diversos temas. Los disensos, las discrepancias se resuelven internamente, no se difunden a través de los medios afines a la derecha, menos en matinales, videos o redes sociales.

La definición trascendental que hoy debemos adoptar, proviene de un anhelo profundo: construir un nuevo pacto social y democrático. Un anhelo que surge desde el discurso de mi padre, el Presidente Frei Montalva en el teatro Caupolicán en 1980.

Camaradas, en este plebiscito, no podemos quedar en la historia política del país como el partido que facilitó, por omisión, el que Chile no cuente con una Constitución nacida en democracia. No podemos ser ambiguos.

En cada época histórica los partidos se validan y se hacen relevantes en torno a determinados acontecimientos. Así, hay algunos que ponen el énfasis en los valores, y otros en los intereses; algunos se definen porque quieren cambiar la sociedad en que les toca vivir y otros ponen el énfasis en la mantención de las estructuras sociales y políticas prexistentes. El partido demócrata cristiano nació y se desarrolló en torno a valores para transformar la sociedad.

En el Mensaje Humanista, libro publicado en julio de 1981, mi padre señalaba “la importancia de que la acción política concreta logre sustentarse en una escala de valores que defina y establezca las bases sobre las cuales el hombre y los pueblos pueden vivir en común con otros. Si esta escala de valores no existiera o no fuera admitida, el mundo se destrozaría”.

En este contexto, lo primero que tenemos que analizar es si la constitución que se está sometiendo a plebiscito está fundada en nuestros valores. Yo creo firmemente que así es. El reconocimiento de los derechos sociales: a la salud, a la previsión, la educación, a la vivienda digna, a vivir en un medio ambiente sano, son todos valores de la esencia del humanismo cristiano. A ello se agrega, el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios, la igualdad entre hombres y mujeres, el respeto a las minorías.

La constitución propuesta constituye la columna vertebral para construir un nuevo ciclo político que se hace cargo de las transformaciones culturales, y que profundizan y afianzan el sistema democrático en Chile, estableciendo una democracia representativa, participativa y deliberativa.

Como diría mi padre algo “trepida en lo profundo”. Algo que a veces pareciera que está oculto, pero no es otra cosa que la dignidad de todas y todos. Para nosotros la democracia no es sólo un mecanismo para acceder al poder. Es por sobre todo una manera de convivir. Para que esto pueda expresarse y concretarse en la práctica, se requiere siempre encauzar los cambios necesarios, para que los pregoneros de la violencia no se aprovechen de las carencias y transformen al país en una hoguera. No nacimos para ser un dique de contención de la transformaciones, sino por el contrario para encauzarlas, para ser vanguardia en representación de los más desposeídos y construir una nueva civilización. Para esto estamos en política.

Aquellos que están en la actividad pública para defender intereses particulares jamás van a entender este proceso. Siempre van a estar por el rechazo a los cambios y se van a oponer a las transformaciones. Para ello no han dudado en iniciar una campaña de mentiras falseando el contenido de la propuesta constitucional para generar incertidumbre. El miedo y la mentira se retroalimentan. Mienten para generar miedo y generan miedo para mentir. Así también lo hicieron en el plebiscito de 1980 y en la dictadura, pero no les resultó. Ahora tampoco les resultará.

No nos dejemos engañar, sólo hay dos caminos: aprobar el texto constitucional propuesto y mejorarlo, o rechazarlo para quedarse con una constitución ilegítima en su origen. La constitución de 1980, aún con las modificaciones que se han hecho, no permitió alterar sustancialmente el modelo que se implantó y llevó a la exclusión de vastos sectores del país.

Es evidente que la constitución es fruto de una convención constitucional surgida de la movilización de millones de chilenas y chilenos que aspiramos al cambio.

El texto propuesto tiene limitaciones que será preciso corregir. Pero tiene la virtud fundamental que le da sentido y es legitimidad social. No nos dejemos engañar por aquellos que hoy prometen cambiar la constitución que no estuvieron dispuestos a alterar durante 40 años.

Si, “algo trepida en lo profundo”, es la esperanza de un pueblo que quiere transformar la sociedad sin violencia, cambiarla verdaderamente, para terminar con las injusticias, dolor y desesperanza que este modelo ha traído, a tantas familias chilenas.

Camaradas hoy los invito a Aprobar la propuesta de nueva Constitución

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