Un drama y tres opciones. El día 2 de noviembre de 2019, dos semanas después de que estallara el 18-O, las opciones de Piñera parecían resumirse a tres: sacar a los militares a las calles, sellar un acuerdo con la oposición o renunciar. A La Moneda llegaban muchos mensajes favorables a la primera. La segunda se veía lejana. La tercera no se mencionó nunca.

  • El ex Presidente había llegado pocas horas antes a su oficina, donde estaban listos para su firma los decretos declarando Estado de Excepción. El vandalismo se había agudizado en medio de un paro nacional de la Mesa de Unidad Social, integrada por dirigentes del PC y otros grupos de izquierda.
  • Y se esperaba más violencia: en dos días sería el 1º aniversario del asesinato de Camilo Catrillanca.

Recado opositor. Mientras se debatían alternativas, el entonces ministro Gonzalo Blumel recibió un recado del senador Jaime Quintana: no cuenten con ayuda opositora si decretan Estado de Excepción.

  • Además de Blumel, el titular de Interior, en la oficina presidencial estaban Alberto Espina (Defensa), Karla Rubilar (vocera), Rodrigo Ubilla (subsecretario del Interior), Cristián Larroulet (jefe de asesores), Magdalena Díaz (jefa de gabinete) y Benjamín Salas (asesor internacional).
  • Había una mayoría, liderada por Blumel y Espina, en contra de convocar a los militares, pero no estaba claro que hubiera otra solución. Al menos para el ex mandatario, quien se enfrentaba a la decisión más difícil de su mandato.

En palabras del ex Presidente a Ex-Ante: “He tenido que tomar muchas decisiones difíciles. Esa noche sentí el inmenso peso de la responsabilidad y soledad del poder que tiene un Presidente en los momentos cruciales para el país, en los cuales no se puede equivocar”, dijo Piñera en noviembre de 2020, al ser consultado por lo ocurrido justo un año antes.

Reunión con FFAA. Espina sabía que a las FFAA no les gustaba la idea de salir a controlar la violencia en las calles. Un día antes, el lunes 11, en el 8º piso de Zenteno, se había reunido con los comandantes en Jefe de las tres ramas durante cuatro horas (15:30 a 19:30), en la que se analizó esa posibilidad.

  • Todos le dijeron que sus tropas estaban preparadas para la guerra, pero no para funciones de la policía. Dieron varios motivos: no tenían entrenamiento ni armamento adecuado para esas tareas y no estaban claras las reglas del uso de la fuerza (solo quedarían listas en marzo). Pensaban que se requería una solución política.

Diálogo con el general. Espina llamó al entonces comandante en Jefe del Ejército, general Ricardo Martínez, y le pasó su celular a Piñera. Mucho se ha especulado sobre ese diálogo. Distintos testigos presenciales señalan que los tópicos incluyeron lo siguiente.

1. Martínez, cuyo perfil constitucionalista era reconocido en el gobierno y en la oposición, le reiteró al Presidente los argumentos de falta de entrenamiento, de armamento inadecuado y la falta de reglas claras para el uso de la fuerza. Al referirse a la falta de armamento adecuado -las FFAA manejan armas de guerra- estaba implícito el riesgo de numerosas muertes.

2. Hizo una alusión clave a Bolivia, pero no a la crisis que había culminado días antes con la renuncia de Evo Morales. Se refirió a la de 2003, que terminó con la huida del país del ex Presidente Sánchez de Lozada tras disturbios que dejaron 64 muertos. Los únicos condenados, a entre 10 y 15 años de prisión, fueron 5 ex jefes militares que habían cumplido la orden de Sánchez de Losada de reprimir. El episodio lo tenían muy presente los militares chilenos, que lo asociaban a los efectivos que terminaron presos en Punta Peuco.

3. También le señaló al Presidente que para sacar a los militares a las calles era conveniente un amplio consenso político e institucional, tal como ocurre cuando se les ordena ir a la guerra con un país extranjero.

4. Martínez, el único comandante en Jefe que habló con Piñera esa noche, expuso con franqueza sus puntos de vista, pero en ningún momento puso en duda que acataría si el Presidente le ordenara sacar las tropas.

La solución política. Tras el diálogo con Martínez, el ex Presidente le pidió a todas las autoridades que salieran de su oficina para reflexionar a solas. Minutos después, solicitó lápiz y papel a su jefa de gabinete y redactó el discurso que haría minutos más tarde anunciando la búsqueda de una solución política a la crisis.

  • Finalmente, mandató a Blumel para que tomara contacto con líderes opositores a fin de viabilizar una solución de consenso.
  • El ex ministro se dirigió a su casa, donde lo esperaban los senadores Quintana y Felipe Harboe y el entonces subsecretario de la Segpres, Claudio Alvarado.
  • “Hoy para todos los efectos es 10 de septiembre de 1973 y de nosotros depende que mañana no sea 11 de septiembre”, les dijo Blumel, al llegar.
  • La solución política por la que apostó el ex Presidente esa noche -que daba un cauce democrático a la crisis que provocó la ola de violencia que se vivía en las calles- ha sido recordada estos días, por sus partidarios e incluso algunos de sus detractores, como uno de los principales legados de su segunda administración.
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