Con apenas 24 años, Camila Montt se ha posicionado como una de las jóvenes voces emergentes en divulgación y conservación marina en Chile. Licenciada en Biología Marina de la Universidad Católica, su formación académica y vocación profesional están estrechamente ligadas a la investigación, la conservación y la educación, con un interés particular en los invertebrados marinos. Esa combinación entre ciencia y comunicación la ha llevado a liderar diversas actividades de difusión científica y ciencias públicas, un camino que hoy explica el impacto que alcanzó su reciente acción en el litoral central.
Montt, creadora del proyecto digital @unabitacoramarina, se hizo ampliamente conocida tras protagonizar el rescate de más de un centenar de huevos de raya que habían quedado varados en una playa de la Región de Valparaíso. El registro, compartido en redes sociales, superó el millón de visualizaciones y abrió un debate sobre la escasa visibilidad de estas especies en el país. “Yo siempre he tenido una cruzada con las rayas, porque la gente no tiene idea de que existen en Chile”, señaló al medio ADN la bióloga marina, al explicar la motivación detrás de su actuar.
El hallazgo se produjo de manera fortuita, mientras realizaba actividades habituales en la costa. Un detalle llamó su atención y activó su criterio científico. “Vi un bulto y me empezó a tincar que podía ser un racimo de rayas. Cuando me acerqué, caché al tiro que estaban frescos, porque tenían este color verde pardo y eso es señal de que recién salieron del agua”, relató. La urgencia era evidente. “Si tú dejas un huevo fresco al sol, en 10 minutos cambia de color, se seca y se muere. No tenían ninguna opción si se quedaban ahí”, advirtió.
Sin experiencia previa en el cuidado de huevos de raya vivos, Camila Montt decidió intervenir. Detuvo lo que estaba haciendo, mantuvo los huevos húmedos y los trasladó al acuario donde trabaja, con la intención de intentar su supervivencia. “Partí por lo básico: agua de mar, harta aireación y flujo constante. Después empecé a preguntar, a leer, a probar cosas. No hay tanta información, así que fue pura prueba y error (…) Me dijeron que había que sacarle el aire a los huevos adentro, apretándolos de cierta forma y acomodándolos. Con eso fui encontrando una metodología que funcionara”, explicó.
El proceso se extendió durante varios días, marcados por la incertidumbre y la experimentación constante. “Yo al principio pensé que esto no tenía por dónde resultar, porque aquí no puedo simular un bosque de algas ni un oleaje real. Entonces sentía harta incertidumbre. Era como: ya, probemos”, recuerda. El racimo original contenía 124 huevos y sus expectativas eran bajas, pero el resultado superó cualquier pronóstico. “Cuando nació la primera dije ya, bacán. Cuando nació la segunda, pensé: parece que funciona. Pero nunca pensé que iban a ser tantas. Hasta ahora van 93. Ayer nació la última”.
El siguiente desafío fue la alimentación de las crías. Tras múltiples intentos y consultas con especialistas, concluyó que lo más responsable era liberarlas en cuanto las condiciones del mar lo permitieran. “Probé de todo, pero no comían nada. Ahí entendí que lo mejor era liberarlas lo antes posible, siempre que el mar estuviera bueno”, explicó.
Desde su mirada científica, Montt recuerda que en Chile existen cerca de 38 especies de rayas, y que aproximadamente un 27% se encuentra amenazada. La especie rescatada, la raya costera de cola corta, no está en peligro crítico, pero sí clasificada como “casi amenazada”, principalmente por la destrucción de bosques de algas, los residuos pesqueros y la falta de educación ambiental. “Aunque esta especie en particular no esté en categoría de amenaza, igual es importante mostrarla. La gente no protege lo que no conoce. Y acá casi nadie sabía que había rayas”, enfatiza.
Tras la viralización, una de las consultas más frecuentes que recibe es qué hacer ante un hallazgo similar. Su respuesta apunta a la acción responsable. “Lo que le digo a la gente es que uno no pierde nada intentando devolverlos al agua. Puede que vuelvan a varar, pero es mejor que dejarlos morir en la arena. No existe ninguna fundación que los reciba, ni un ente estatal que se encargue”, sostiene.
Para Camila Montt, el verdadero valor de este episodio no está solo en el rescate, sino en la conversación pública que se generó pues su principal objetivo es aportar a la divulgación científica.