Irina Karamanos volvió al centro del debate público luego de compartir una reflexión sobre el rol histórico de la Primera Dama en Chile, una figura que, a partir del 11 de marzo, será asumida por María Pía Adriasola, esposa del Presidente Electo José Antonio Kast. La socióloga y ex pareja del Presidente Gabriel Boric utilizó sus redes sociales para cuestionar el significado y alcance de un cargo que ella misma intentó reformular durante su paso por La Moneda.

El planteamiento reabrió una discusión de largo aliento sobre una función que, aunque protocolar, ha tenido un peso político, social y simbólico relevante en la historia republicana del país. Bajo la denominación de “Primera dama de Chile”, el título ha sido utilizado tradicionalmente para referirse a la cónyuge del presidente, con tareas ligadas a la coordinación de actividades sociales de la Presidencia y el acompañamiento en visitas oficiales al extranjero.

El origen de esta figura se remonta a la época colonial, cuando la esposa del gobernador era conocida como “presidenta”, en alusión al rol de su marido al frente de la Real Audiencia. Esta denominación se mantuvo durante gran parte del siglo XIX, hasta que fue reemplazada progresivamente por el concepto de primera dama, consolidado hacia mediados de ese siglo.

Durante el siglo XIX, el rol tuvo un carácter principalmente social. Desde que Enriqueta Pinto Garmendia, esposa del presidente Manuel Bulnes se convirtió en la primera en habitar el Palacio de La Moneda, las primeras damas pasaron a ser anfitrionas del palacio, organizadoras de ceremonias oficiales y figuras centrales de la beneficencia. En ese periodo destacaron nombres como Delfina de la Cruz Zañartu, esposa del presidente Aníbal Pinto y Emilia Márquez de la Plata, cónyuge del presidente Domingo Santa María, reconocidas por su labor de apoyo a los afectados por la Guerra del Pacífico.

Ya en el siglo XX, la función comenzó a transformarse. A partir de los gobiernos radicales, las primeras damas adquirieron mayor visibilidad pública, impulsaron políticas sociales, promovieron causas como el sufragio femenino y lideraron fundaciones orientadas a la infancia, la pobreza y los derechos de las mujeres. Fue entonces cuando el cargo se institucionalizó, con oficinas propias en La Moneda y la creación de organismos como CEMA y, posteriormente, la Red de Fundaciones de la Presidencia de la República.

Durante la dictadura militar, CEMA-Chile alcanzó una relevancia inédita, mientras que el retorno a la democracia trajo consigo una redefinición del rol, con el surgimiento de nuevas fundaciones. Sin embargo, en el siglo XXI el cargo comenzó a perder su carácter tradicional.

Con la llegada de Michelle Bachelet a la Presidencia en 2006, y ante la ausencia de una cónyuge presidencial, se creó el puesto de director del Área Sociocultural de la Presidencia. Más tarde, durante el gobierno de Gabriel Boric, se eliminó formalmente el papel institucional de la primera dama y las fundaciones presidenciales fueron traspasadas a distintos ministerios, marcando un punto de quiebre en esta tradición.

Históricamente, el título solo ha sido ejercido una vez por alguien que no era cónyuge del mandatario: Isabel Riquelme, madre de Bernardo O’Higgins. Además, el cargo ha quedado vacante en cuatro periodos, ya sea por viudez o soltería presidencial. 

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