Cultura

Mujeres Bacanas: Laura Rodi, la escultora hecha para admirar

Mujeres Bacanas: Laura Rodi, la escultora hecha para admirar
T13
Compartir
Protegida de Gabriela MIstral, pintó, esculpió, hizo grabado, e incluso, fue profesora de artes aplicadas y docente.

Laura Rodig, nació a principios del siglo XX en Los Andes. Su talento artístico fue descubierto y alentado por Felipe Íñiguez, el marido de la escultora Rebeca Matte, quien la ayudó a entrar a la Escuela de Bellas Artes, donde se convirtió en alumna del escultor Virginio Arias. Con sólo 17 años obtuvo el segundo lugar en el Salón Oficial con una escultura, una distinción que generalmente se le otorgaba a artistas más maduros. A pesar de su talento, se aburrió del academicismo de la escuela, se reveló contra él y fue expulsada por no seguir las imposiciones plásticas de los profesores.

Laura conoció a Gabriela Mistral en 1914, quien además de quedarse como su protectora cuando murieron sus padres, la ayudó a convertirse en profesora y así enseñó escultura y dibujo en Temuco, Punta Arenas y Santiago. La poeta escribió “Laura Rodig es un alma hecha para admirar. Ningún veneno en sus juicios; una alegría muy verdadera para el triunfo del compañero. Y el culto de los maestros, hondo y ardiente, los nombres Rodin y Mestrovic siempre enlazados con sus impresiones y su credo artístico. Los dos: el latino y el eslavo, aquél con un rayo de Grecia todavía en su frente y el otro con una visión enloquecida del alma contemporánea”.

En 1921 viajó a Europa, donde se convirtió en la primera artista chilena en tener una retrospectiva de su obra en el Salón Nancy en Madrid.

Su estrecha relación con Mistral, las llevó a visitar México durante 1922 y 1923. Ahí Rodig pudo conocer el trabajo de los muralistas mexicanos como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. La cercanía de la obra de estos artistas con lo indígena caló hondo en Laura, quien comienza a participar activamente del Servicio de Misioneros de Cultura Indígena. Además su escultura comenzó a tener la influencia indigenista mexicana en figuras humanas, retratos, maternidades y bustos, en materiales como piedra, arcilla y granito. Así es de las primeras artistas chilenas en impulsar temáticas como lo popular y lo indígena, como en su obra “India Mexicana”, la primera escultura de una mujer latinoamericana adquirida por el Museo de Arte Moderno de Madrid (el hoy Reina Sofía) en 1924.

A mediados de los veinte, Laura decidió volver a Europa, donde expuso en varias muestras individuales y fue invitada al Salón de Otoño y al Palacio de las Tullerías. Allá fue becada por el gobierno chileno para continuar sus estudios, por lo que ingresó a la Academia André Lothe en París, donde estudió artes aplicadas, pintura decorativa y grabado.  Así pasó a formar parte de la Generación del 28, un grupo de artistas auspiciados por el gobierno de Carlos Ibañez del Campo de manera que con lo aprendido en el viejo continente, formaran parte del proyecto modernizador en el país al volver.

Cuando regresó a Chile en 1930, fundó la Asociación de Pintores y Escultores, desde donde promovió el movimiento artístico e intelectual como secretaria ejecutiva. En esta época comenzó una investigación artística influenciada por las vanguardias europeas que la alejaron de todo academicismo para ahondar en el volumen y el movimiento. Pintó, esculpió, hizo grabado, e incluso, fue profesora de artes aplicadas y docente de diversas instituciones, como el Museo Nacional de Bellas Artes donde trabajó desde mediados de los sesenta como orientadora.

Se unió al Partido Comunista y al MEMCh (Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena), donde colaboró en la publicación “La Mujer Nueva, donde se discutían y difundían las demandas sociales de las mujeres. Además organizó en 1939 la exposición “La mujer en el progreso Nacional”, la cual es el momento de cierre de “Desacatos. Prácticas Artísticas femeninas 1835 -1938”, actual exhibición en el Museo Nacional de Bellas Artes, que está hasta el 17 de septiembre de este año.

Señal T13 En Vivo