Durante meses, distintas comunas del sector oriente fueron escenario de una violenta banda que realizó al menos 15 asaltos a viviendas, conformada por una dupla insólita: un padre y su hija adolescente, quienes operaban juntos, reclutaban a menores de edad y perfeccionaron un modus operandi que reveló Reportajes T13.
Luis Alberto San Martín Meza, chileno de 41 años, era el líder del grupo. Su hija, Krishna Millaray San Martín Alvarado, entonces de solo 18 años, era, según la fiscalía, la “mente” detrás de cada golpe: planificaba, buscaba objetivos, evaluaba riesgos y hasta reclutaba compañeros de colegio para ampliar la banda.
Su padre, por su parte, funcionaba como el "músculo" de la banda.
Reclutamiento de menores: Eran compañeros de curso Krishna
La banda también incorporó a compañeros de curso de Krishna. Según la Biro Incri, uno de ellos acababa de terminar una condena y buscaba “trabajo”. Luis los instruía: “Suerte, róbate la película si a vo te gusta robar”, enviaba por WhatsApp.
La joven también tenía influencia en esto: En el colegio, donde estudiaba, además, conseguía reclutar compañeros para dedicarse al robo en lugares habitados. La única condición era estar siempre bajo la instrucción de su papá Luis para que nada saliera mal.
El Subcomisario Rodrigo Silva contó que “ella le señalaba a su padre que tenía compañeros de curso que estaban dispuestos a acompañarla a cometer estos delitos, ya que por ejemplo uno de ellos venía recién saliendo de cumplir una condena, entonces quería 'trabajar'".
Tras ser descubiertos, Luis San Martín fue condenado a 18 años de cárcel. Krishna, por su parte, cumple condena en libertad vigilada.
Víctima tenía enfermedad respiratoria, lo amarraron y arrastraron: Así operaba la banda familiar de padre e hija
El inicio de la investigación se remonta al 14 de abril de 2023, en un edificio del barrio Bustamante en Ñuñoa. Las cámaras captaron a San Martín ingresando como si fuera un vecino más. Minutos después irrumpió armado en un departamento, redujo a un hombre con COVID, lo arrastró y lo dejó amarrado dentro de una tina mientras saqueaba la vivienda.
La fiscal Lucía Valdivia explica: “No tenía ningún miramiento… su contextura física le ayudaba bastante en términos de someter a las víctimas”.
Tras el robo, San Martín robó el auto de la víctima y, según la investigación, consiguió documentación y placas falsas, pagando un millón y medio de pesos para “clonar” el Subaru que usaron durante meses para desplazarse y luego venderlo en el mercado informal.
En paralelo, Krishna ajustaba su rol de estratega: Ingresaba a edificios vestida de escolar, analizaba pasillos, detectaba horarios y evaluaba a conserjes. En mensajes con su padre, preguntaba:
“¿Me levanto de escolar o de calle?”
—“De escolar. Más piola”, respondía Luis.
También identificó a su propia profesora como víctima potencial:
“Anda con puro oro… ta pa asaltarla”, le escribió a su padre.