Alberga uno de los ecosistemas más productivos de la Tierra y provee servicios ecosistémicos avaluados en billones de dólares. El huiro o calabacillo, cuyo nombre científico es Macrocystis pyrifera, es una especie de macroalga que puede formar grandes bosques submarinos, los que cumplen una función ecológica vital: otorgan refugio, alimentación y reproducción para un sinnúmero de organismos. En condiciones óptimas alcanzan tasas de crecimiento cercanas al 5% por día. Por ejemplo, una planta de 10 m de longitud puede llegar a crecer 50 cm diarios durante primavera y verano. 

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A nivel global, se estima que producto del cambio climático, el declive de los bosques de huiro ha llegado al 38% en los últimos 50 años. Sin embargo, en la Patagonia chilena existen antecedentes muy aislados que indican que no se han detectado mayores variaciones. Teniendo en cuenta estos datos, un equipo de investigadores del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) llevó a cabo un estudio pionero en su tipo, cuyos resultados fueron publicados recientemente en la revista científica Science of the Total Environment.

El trabajo se centró en caracterizar fisiológicamente los bosques de huiro en los fiordos y canales del extremo sur de Chile y comprender de qué manera están enfrentando el cambio climático. El objetivo principal del estudio fue determinar cómo estas grandes macroalgas son capaces de sobrellevar el impacto y la variabilidad espacial de las distintas forzantes ambientales, como la limitación de luz y turbidez, presentes en un sistema marino de altas latitudes. 

Foto difundida por el Centro de Investigación IDEAL de bosques submarinos de huiro (Macrocystis pyrifera) en la Bahía Yendegaia, en el Canal Beagle. (Foto: AFP)

Para lo anterior, los investigadores tomaron como área de estudio el Fiordo Yendegaia, ubicado en el Canal Beagle, en la Región de Magallanes y Antártica Chile. Tras realizar diversos trabajos en terreno, el equipo de científicos llevó a cabo una serie de análisis tanto in vivo como en laboratorio que permitieron obtener una caracterización fisiológica de las poblaciones impactadas por los efluentes provenientes del Glaciar Stopanni, que presenta evidencias de retroceso y se ubica a 11 kilómetros del mar. 

Los resultados del estudio indican que los bosques de huiro asentados en los sistemas de la Patagonia generan una estrategia de aclimatización única ante las nuevas variables medioambientales ocasionadas por el cambio climático. El alga está adaptada a una condición de escasez de luz: cuando hay factores de estrés como una mayor turbidez en el agua y altos niveles de material particulado, la refracción es mayor y, por lo tanto, la cantidad y calidad de luz necesaria para la fotosíntesis es muy limitada. Sin embargo, estas grandes extensiones de calabacillo mantienen la capacidad de realizar su actividad metabólica, optimizando la captación de toda la luz disponible a distintos niveles de profundidad.

“Esta es la primera aproximación del estado fisiológico in vivo de Macrocystis pyrifera en la zona subantártica y particularmente en el Canal Beagle. Proponemos que el Fiordo Yendegaia en la actualidad nos está mostrando lo que ocurrirá en otros tipos de glaciares en la Patagonia en el futuro. El panorama que vislumbramos hoy, posiblemente sea el mismo que tendremos en 30 años, considerando los escenarios futuros más pesimistas de cambio climático. A pesar de todo, el alga seguirá allí”, asegura el doctor (c), Mauricio Palacios, autor del estudio.

La investigación reveló que los bosques de huiro presentan adaptaciones locales, que se manifiestan en la activa producción de sustancias fenólicas antiestrés, denominadas florotaninos. Por medio de análisis químicos y microscopía electrónica de transmisión, se evidenció que todas las muestras colectadas a lo largo del Fiordo Yendegaia contenían abundante presencia de estas sustancias. Hasta el momento, se ha documentado que estos compuestos poseen una serie de propiedades, algunas de ellas antiestrés contra la radiación ultravioleta, temperatura y la acción de herbívoros. Esto confirma que el alga se está protegiendo de forma constante.

El trabajo científico, además de ser uno de las pocos que ha evaluado la actividad fisiológica in vivo, cobra especial relevancia en un contexto donde el Panel Intergubernamental en Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) proyecta que los bosques de huiro retraerán su distribución hacia las zonas polares. La región patagónica podría ser un refugio climático para estas macroalgas.

“Un aspecto importante que también plantea este estudio es que a medida que el calentamiento global vaya haciendo retroceder a los glaciares, emergerán nuevas áreas de fondo marino que podrán ser colonizadas por las macroalgas, expandiendo probablemente su distribución y que tendrá consecuencias para la biodiversidad futura en estas regiones extremas”, concluyó el Dr. Iván Gómez, subdirector del Centro IDEAL y co-autor del estudio.

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